Cerca de la mitad de los 7000 lenguajes hablados en el mundo están en peligro de extinción, pero hay proyectos para preservarlos
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Desde 2005 y hasta su muerte en febrero de 2022, Cristina Calderón no tuvo con quién hablar su lengua materna. Su hermana Emelinda y ella eran las únicas personas en el mundo que todavía utilizaban la lengua de los yaganes, el pueblo nómade que habitaba el archipiélago de Tierra del Fuego hace 6000 años. Cristina vivía en Puerto Williams, en la Isla Navarino, en la ribera sur del Canal de Beagle. En 2005 murió Emelinda, y Cristina quedó sin interlocutores. Durante 17 años, fue la única persona en el mundo que sabía ese idioma. Hoy nadie habla la lengua de los yaganes.
La Unesco calcula que cerca de la mitad de los 7000 lenguajes hablados en el mundo están en peligro de extinción. La novedad es que la inteligencia artificial puede jugar un rol para que muchas no desaparezcan, y hoy ya existen proyectos dedicados a ese fin
La Unesco calcula que cerca de la mitad de los 7000 lenguajes hablados en el mundo están en peligro de extinción. La novedad es que la inteligencia artificial puede jugar un rol para que muchas no desaparezcan, y hoy ya existen proyectos dedicados a ese fin. Este tipo de tecnología puede ayudar a procesar grandes cantidades de información, clasificarla y encontrar patrones en esos océanos de datos. La inteligencia artificial puede, en otros términos, aprender estos lenguajes a una escala mucho más veloz y eficiente que la de los humanos.
Un grupo de investigadores del ARC Centre of Excellence for the Dynamics of Language, una institución australiana dedicada a la preservación de lenguas nativas, por ejemplo, recolectó 40.000 horas de grabaciones de audio en once lenguas indígenas en peligro. Para transcribirlas utilizó la herramienta de inteligencia artificial de código abierto TensorFlow, desarrollada por Google. Crearon Opie, un robot construido en madera y conformado por algunas tablets y parlantes que enseña esas lenguas nativas a niños a través de juegos y cuentos. Y gracias a la capacidad generativa de las herramientas con las que fue programado puede reaccionar a las respuestas de los niños. Además de aprender lenguas, estas herramientas pueden enseñarlas.
Otro ejemplo es Wollaroo, una aplicación web de Google Arts & Culture mediante la cual se puede apuntar con la cámara del teléfono a un objeto y obtener su nombre y pronunciación en 17 idiomas considerados vulnerables, como el maya, el rapa nui (originario de la Isla de Pascua), el maori y el dialecto siciliano.
Mantener idiomas vivos es preservar la diversidad cultural y la historia. Podemos pensar en un ejemplo más cercano. Cuando, en algún lugar de Buenos Aires, alguien incorpora con naturalidad una palabra en idish en una conversación, está trayendo la historia de su familia y su comunidad a esa conversación. Está afirmando una parte de su identidad. Está expresando emociones o ideas con una sutileza específica, que no encuentran una traducción perfecta en otros idiomas. En términos más románticos, le está agregando textura al mundo. Lo vuelve más interesante.
Un estudio publicado en Nature Ecology & Evolution analizó 6511 lenguas y 51 variables que podrían explicar por qué la diversidad lingüística languidece progresivamente. El aumento de los años de escolarización de la población es uno de los factores que explican por qué las lenguas nativas se pierden. Otra variable que se correlaciona con la pérdida de un lenguaje nativo es el tamaño de las carreteras que rodean a una comunidad. La interpretación de esto no es que la mayor conectividad hace que las culturas interactúen más entre sí y por eso las lenguas entran en peligro –unas le ganan a otras– porque otros indicadores de conectividad no muestran el mismo resultado, y tampoco lo hace el contacto intercultural por sí mismo. La explicación es que, en realidad, ambos funcionan como indicadores de desarrollo: cuando las poblaciones se desarrollan aumentan la cantidad de sus carreteras y es más probable que empiecen a hablar otras lenguas por sobre la propia.
El desarrollo trae como consecuencia la homogeneización de lenguas, también trae la innovación tecnológica y herramientas que pueden ser parte de la solución. Preservar idiomas, entonces, es una misión que tiene que suceder en paralelo con el desarrollo. Las políticas públicas tienen que lograr que esos procesos no sean contradictorios sino complementarios.
Existe una manera poética de nombrar lo que pasa con los idiomas cuando ya casi nadie los habla. Se dice que “una lengua se duerme”. Quizás, gracias a proyectos como Woolaroo y Opie, hoy podamos pensar que las lenguas se van a ir a dormir, pero con un resguardo. Cristina Calderón fue el último resguardo del idioma yagán. Quizás, si nos esforzamos lo suficiente en crear tecnología destinada a preservar la identidad cultural, muchas otras lenguas puedan dormir un sueño más tranquilo, y podamos despertarlas para que el mundo no pierda textura.
Colaboradora de Sociopúblico