La hora de la unidad y el pragmatismo
Hace tiempo sabemos que el kirchnerismo entregará el poder el próximo 10 de diciembre, dejando a la Argentina peor que como la recibió cuatro años atrás, en 2019. Pero algo ha cambiado en los últimos meses: el punto de partida para el próximo gobierno será mucho más frágil de lo pensado. Aún no tocamos fondo.
La degradación económica, social e institucional no se detiene. La inflación supera máximos históricos, la pobreza y la indigencia arrastran a miles de familias, el cuestionamiento de los pilares elementales sistema republicano -como la división de poderes- está a la orden del día.
Ineludiblemente, el gobierno que asuma a fin de año deberá implementar un plan de estabilización, para asomar la cabeza desde el pozo y planificar, paso a paso, el resurgimiento del país. El camino para normalizar las variables macroeconómicas, volver a crecer, y recuperar la confianza, será largo y duro.
Es un hecho que no podemos esperar una transición ordenada de un presidente vaciado de poder, ni de una vice que no se hace cargo de sus decisiones ni del cargo que ocupa, y mucho menos de Sergio Massa, que aún coquetea con una candidatura presidencial pese al fracaso rotundo de su gestión en el Ministerio de Economía.
Este 2023 electoral es decisivo para el futuro del de la Argentina, y más que nunca, hay que empapar de realidad a la política. Frente al mundo, hoy el país se muestra vulnerable y prescindible, y nuestra sociedad, qué duda cabe, está cada día más desprotegida y desesperanzada. Tenemos que intervenir en una coyuntura crítica, llena de incertidumbre, que delimita y condiciona el campo de acción.
En otras palabras, la estrategia nacional de Juntos por el Cambio tiene que estar atravesada, de punta a punta, por la actualidad que vivimos. El éxito de una fuerza política depende, en buena parte, de su capacidad de interpretación, de adaptación, de reconfiguración. El tiempo de los debates teóricos se agotó.
Ganar la provincia de Buenos Aires es vital para garantizarle gobernabilidad al próximo presidente. Podemos discutir (y de hecho lo hacemos permanentemente) los inconvenientes, en términos territoriales e institucionales, de tener una “superprovincia”. Pero justamente, para hacer los cambios necesarios, no solamente hay que ganar, sino también gobernar con apoyos amplios y confiables. La unidad no es una prerrogativa estratégica de la dirigencia, sino un mandato de la sociedad. Debemos agotar todas las posibilidades para alcanzar una lista de unidad en la provincia, que nos dé espalda para ganar las PASO y pedir el voto útil a los vecinos en las generales.
Mientras el kirchnerismo ataca a la Justicia, y frustra cotidianamente a emprendedores, pymes y trabajadores, Milei -sin escrúpulo alguno- propone soluciones mágicas y construye su candidatura a base de mentiras y agravios. Más allá de los dardos que se arrojan entre ellos, la realidad es que tanto el uno como el otro contribuyen a debilitar la democracia liberal tal como la conocemos.
Hay que extender la racionalidad que pone sobre la mesa el radicalismo bonaerense a toda la coalición. Ante una Argentina cada vez más vulnerable, la política debe responder con tres herramientas que hoy, lamentablemente, no son moneda corriente: previsibilidad, pragmatismo, y sensibilidad ante quienes más sufren los efectos de la crisis.
Diputada provincial, Presidente Fundación Poder BA