La hora de la psicopolítica
Sobre La sociedad de la transparencia y Psicopolítica, de Byung-Chul Han
El pedido de transparencia en la política es cada vez más frecuente, pero no es una reivindicación política en sentido propio. Pedir transparencia es, más bien, una actitud pasiva de espectador. Y es que la política se consume del mismo modo que tantas otras mercancías, y pedir transparencia es como quejarse por la calidad de un producto. Esa exigencia reemplaza toda discusión profunda sobre el sistema económico-político.
Esta concepción de la transparencia como rasgo de nuestra época es uno de los puntos principales de La sociedad de la transparencia y Psicopolítica, dos de los libros que comenzaron a circular en español del promocionado filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han (1959), a los que, entre otros, se suman La sociedad del cansancio y El aroma del tiempo. En ellos, Han intenta interpretar nuestro tiempo a través de un análisis del neoliberalismo, la manera como funciona hoy la coacción y la relación que establecemos con la tecnología.
Para Han, la libertad misma genera en la actualidad coacciones. El sujeto no es esclavo de otro, sino de sí mismo, y en el marco de esta crisis de la libertad predominan enfermedades como la depresión y el síndrome de burnout o surmenage. Según el filósofo francés Michel Foucault, el poder disciplinario es aquel que moldea la vida a través de normas y prohibiciones, buscando así la "normalización" y la eliminación de toda anomalía. La forma de gobierno en las sociedades occidentales era la biopolítica, pero, señala Han, esta forma ya no es adecuada para los regímenes neoliberales. Éstos explotan la psique en lugar del cuerpo, lo que origina el término "psicopolítica".
Han explica que el sistema actual no genera coacción directa sobre los sujetos, sino que domina intentando agradar y generando sujetos dependientes más que sumisos. El smartphone no es otra cosa que un confesionario móvil y Facebook, una iglesia o sinagoga global. Se trata de un poder que no impone normas ni prohibiciones, que no obliga ni censura, como el disciplinario, sino que anima a que todos cuenten su vida, confiesen sus gustos, preferencias y necesidades a través de estímulos positivos. Han llama a esto la sociedad del "me gusta", donde decir "no me gusta" no es posible y, en ese sentido, no se admite negatividad alguna.
Pese a que estas críticas se dirijan a algunos de los problemas generados por la configuración actual del poder y la tecnología, Psicopolítica y La sociedad de la transparencia caen a veces en una protesta monótona sobre la sociedad actual y el modo como ésta funciona. Las ideas son repetidas una y otra vez a lo largo de estos dos libros (a pesar de su brevedad), y a veces son asociadas con cuestiones que parecen más bien fruto del azar que de una argumentación. La ausencia de toda negatividad en la sociedad actual, por ejemplo, se asocia con la fotografía digital y la inexistencia de los negativos de las fotos. La relación entre ambos hechos parece conformar un conjunto de casualidades agrupadas en un mismo campo semántico y no la expresión de un vínculo sustancial entre aspectos diversos del mundo actual.
Por otro lado, la crítica a nuestra sociedad como cuna del espectáculo es una observación que no tiene nada de novedoso, y la insistencia en el carácter pornográfico de la exhibición abrumadora de imágenes y el exceso de información –carentes del misterio que caracteriza al erotismo– se vuelve un punto tan obstinado como poco interesante. Ambos libros, por lo demás, tratan temas similares y se complementan, lo que hace pensar que funcionarían mejor si se fusionaran en un solo escrito.
Aunque la crítica cultural y las reflexiones sobre nuestra época son dignas de celebración, Psicopolítica y La sociedad de la transparencia no parecen estar a la altura de sus intenciones. Tal vez sean demasiado grandes, como se puede apreciar por el abusivo empleo de la bastardilla para enfatizar términos o expresiones. Si bien este recurso puede ser útil para llamar la atención, el énfasis debería formarse en la mente del lector y no desde la tipografía. Como dijo alguna vez Miguel de Unamuno: "Me encocoran y ponen de mal humor los subrayados y las palabras en bastardilla. Eso es insultar al lector, es llamarle torpe, es decirle: ¡fíjate, hombre, fíjate, que aquí hay intención!".
LA SOCIEDAD DE LA TRANSPARENCIA
Negocios llave en mano en Estados Unidos
Herder
96 páginas
$ 110