La historia del chico que descubrió que su abuelo era un asesino
En su libro autobiográfico, Julio César Crivelli narra la obsesión que siente por su abuelo, quien mató a su amante y a su mamá a modo de venganza por haber abusado de su hermano
"Lo vi una sola vez a los tres años. No recuerdo que me haya dicho ni una sola palabra. Yo jugaba a los autitos en el piso y aunque no me habló, evidentemente hubo una conexión muy fuerte. Lo que más me impactó fueron sus ojos azules: cómo me miraba sin hablar", contó el abogado Julio César Crivelli al rememorar ese primer y único encuentro con su abuelo quien -según descubrió diez años más tarde- era un asesino. Tal vez no sea casualidad, entonces, que en la sala de reuniones donde recibió a LA NACION, Crivelli haya elegido colgar, como obra de arte principal, un cuadro de Alfredo Prior en el que se destaca una mirada que hipnotiza.
La historia detrás de esos ojos azules se tornó su obsesión, al punto que decidió plasmar su versión de los hechos en un libro autobiográfico que tituló Inexorable y en el que pretende encontrar una respuesta a un interrogante que se plantea a lo largo de las páginas: si es cierto que todos tenemos un destino trágico al que no podemos escapar.
Para conocer la verdad, Crivelli tuvo que enfrentarse a las contradicciones que circulaban entre los distintos miembros de su familia, que habían creado un relato en el afán de esconder el "secreto". "No me querían contar por una cuestión de vergüenza. La familia de mi mamá no pudo salir adelante porque lidian con la culpa y una gran desesperanza", explicó y, a continuación, definió la etapa de su vida entre los 8 y 9 años como una "obsesión por hilar las incoherencias" de esa historia: "Tenía todo tipo de fantasías alrededor suyo".
Según pudo descubrir, esa sed de verdad es resultado de los parecidos que tiene con su abuelo en cuanto a su pasión por las matemáticas, la biblia y los sueños: todos intereses que cultivó antes de saber que eran compartidos. "Tenía muchos territorios de identificación con él que no sé si llegaron por cultura o naturaleza", agregó.
Y justamente fueron los sueños los que le develaron esa parte de la historia, hasta entonces oculta. La revelación del misterio le llegó por el llamado "sueño de Jacob", que consiste en la lucha de un hombre contra un ángel que termina siendo Dios; o, al menos, esa es la explicación que encuentra Crivelli, que ya no puede reconocer si la verdad le llegó de esta manera o si su cabeza realizó esta asociación para encontrar respuestas.
Lo cierto es que una noche, cuando tenía 13 años, se levantó con la convicción de que su abuelo había matado a alguien: "Tenía la certeza, pero tenía mucho miedo de decirlo; pensaba que estaba prohibido hablar de eso". Con el tiempo, descubrió que ese "alguien" era su amante, una amiga de su esposa, con quien había tenido cinco hijos. Según deduce, el motor de ese accionar fue "una voluntad interna que lo dominó al punto de quitarle el alma del cuerpo y dejarlo sin control de sus actos". Con el tiempo lo investigó y lo plasmó en este libro que ahora publica con Editorial Biblos.
Es esa misma sensación en la que estaba inmerso la que -según contó el autor en su libro- motivó a su abuelo a matar a su mamá luego de encontrarla abusando de su hermano. "No sé si es verdad pero vi en esta hipótesis la explicación del derrumbe", dijo Crivelli a LA NACION.
Estos son los dos crímenes que su abuelo cometió personalmente, aunque fue el propulsor y mentor de muchas otras muertes a lo largo de su historia. Y decidió entregarse luego de asesinar a su amante, según su nieto, quizás como "una forma de expiación de su vida" y cumplió, como consecuencia, una condena de 12 años. Durante este período, esos cinco hijos quedaron a la intemperie y fue su esposa quien -pese a conocer la verdad- decidió adoptarlos.
El abogado busca aferrarse a estas conjeturas en su afán por comprender a su abuelo, una especie de "doble" suyo que se encontraba preso del poder que había obtenido en busca de una falsa libertad. "Él cree que libertad es controlar a los demás, pero la falta de límites es la que produce la agonía". Esa agonía que acabó con él.
"Es como si estuviera escrito, como si él ya estuviera manchado", dijo Crivelli quien -si pudiera hablar con su abuelo- le preguntaría por esa etapa en la que intentaba escapar de ese final inevitable.
Este abogado, presidente de la Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes, en este libro eligió ponerle el nombre de Ismael a su abuelo, "el escuchado por Dios". Mientras que él se hace llamar Isaac, como "el que hace reír a Dios, su felicidad". Dos caras de una misma moneda que se sumerge en un limbo entre el amor y la razón, siendo este el único terreno dominado por su abuelo.
El autor se esfuerza en este libro por resaltar la obsesión de su abuelo con los túneles. "Permanecía ahí 5 o 6 horas. Supongo que rezaba o meditaba en una especie de estado de vigilia soñada", describió Crivelli en su intento insaciable por entender el universo que se esconde detrás de esos ojos azules.