La historia de la macabra pelea por el cerebro de Rubén Darío
Cuando el "Príncipe de las Letras" murió, en 1916, a los 49 años, víctima de una cirrosis, se desató una lucha por estudiar su cerebro para descifrar los secretos de su genio artístico; por ese entonces algunos científicos especulaban con que el cerebro era el lugar donde se alojaba el alma
¿Dónde se encuentra el alma? ¿Tiene existencia física? Para algunos científicos, a principios del siglo XX, ésta se encontraba en el cerebro. Víctima de una cirrosis atrófica, muere Rubén Darío a los 49 años, el 6 de febrero de 1916. Se desatará con su partida una macabra pugna por poseer este órgano, un invaluable tesoro que significaba, para algunos, la posibilidad de estudiar la mente de un creador sin precedentes; para otros, una violación a la memoria de aquel ser querido; y, para un tercer grupo, un trofeo de guerra.
Luis Debayle fue el médico que lo trató en sus últimos meses de vida y quien condujo la autopsia de Darío [todos los órganos serán extraídos poco después de la muerte del poeta, a excepción del cerebro, que será extraído el día 8 de febrero, tras el velatorio]. Este científico nicaragüense se había formado en París y fue allí donde tomó contacto con aquellas, por entonces, ideas tan innovadoras como polémicas sobre el cerebro. Durante el procedimiento de extracción de tan preciado órgano ocurrió un hecho grotesco con la presencia del cuñado de Darío, Andrés Murillo, hermano de Rosario Murillo, en plena intervención.
El escritor Luis Armando Zambrano Fonseca cuenta en Rubén Darío: Toto corde esa macabra trifulca: "En el forcejeo vergonzoso que es el último recurso del reclamo que se da en el centro de salud del Dr. Debayle el cerebro salta desde la caja de galletas donde había sido depositado, cae en la acera, se derrama el líquido que le habían inyectado, y de acuerdo a testigos y versiones es levantado del suelo por un policía".
Otro testigo de lo ocurrido, un periodista y amigo de Darío, Francisco Huezo, escribe que el cuñado del poeta abandonó por unos instantes la sala donde se realizaba la autopsia y fue entonces cuando el doctor Debayle extrajo el cerebro y se dio de inmediato a la calle con él. La policía, que custodiaba las inmediaciones donde había muerto Darío, intervino en la pelea en la que el médico exclamaba a los gritos que el cerebro le pertenecía al pueblo leonés y no a la familia Murillo. El cerebro de Rubén Darío es llevado a la delegación policial donde permanece bajo custodia de la ley hasta que es el mismísimo presidente de Nicaragua, Adolfo Díaz, quien interviene en el pleito ordenando que fuese restituido a la viuda del poeta.
Existen varias hipótesis que indican que el auténtico cerebro nunca fue restituido a la familia y que pudo ser estudiado, mientras otras acusan a la viuda de haber vendido el cerebro algunos años después.