La hipocresía del progresismo en educación
El progresismo actual ha debido incorporar a su cultura una buena dosis de hipocresía para poder dialogar con un mundo que cada vez se aleja más de aquel en el que se generaron sus premisas iniciales, que como sabemos fue en las décadas del 60/70.
Desde esos años a la actualidad todo cambió. Sin embargo, nuestros nuevos progres son “retro” y siguen sosteniendo un cuerpo ideológico de aquellas épocas.
Solo para marcar algunos cambios cabría señalar que a partir de mediados de los 70 hubo una reconfiguración económica, se agotó el modelo de sustitución de importaciones, comenzó la etapa de la globalización que terminó con la ilusión del pleno empleo y se comenzó a trabajar en el procesamiento del creciente desempleo.
La clase obrera, nacida con el industrialismo, dejó de ser la categoría a partir de la cual se erigía toda la estructura social. Cobraron importancia los marginados, los desempleados, los pobres. Un sector huérfano de representación con fuerte potencial conflictivo que descolocó, las referencias sociales de los políticos y cientistas sociales.
Las ilusiones revolucionarias murieron ante el fracaso de los socialismos reales, la caída del Muro de Berlín, el conocimiento de los crímenes perpetrados en su nombre y su evidente conversión en dictaduras. Al mismo tiempo, el mundo moderno cruje en todas sus dimensiones por la emergencia de una era digital.
Ante la evidencia de un mundo en permanente mutación, el progresismo optó por no hacerse cargo, no rediseñar sus ideales ante la nueva realidad y mirar para atrás. Se hizo retro y se aferró a las convicciones de un mundo que ya no existe con las que trata de articularse a la realidad existente. El pobrismo es fruto de esta adaptación de miradas antiguas a nuevas realidades y la hipocresía es un nuevo modo de procesar esta asincronía.
Los pobres, las minorías no reconocidas y valoradas en su multiplicidad de expresiones han pasado a ser los sujetos que deben ser reivindicados en la luchas del progresismo. Estos nuevos sujetos no están destinados a liderar revoluciones emancipadoras, como fue en su tiempo la clase obrera, sino que exigen reconocimiento y valoración. Son los depositarios de todas las virtudes, son los bienaventurados pobres que los “progres¨ han hecho acceder al reinado de las virtudes sociales.
Esta mutación en el sujeto histórico que fundamenta la épica de las creencias políticas tiene como particularidad. No interpela tanto a la justicia distributiva y por tanto a las desigualdades materiales, sino que demanda una justicia cultural que exige reconocimiento y valoración.
Por eso esta insistencia de los ¨progres¨ en las interpelaciones discursivas y los modos de nombrar a cada una de las particularidades de los sujetos, y también explican las reacciones negativas ante cualquier discurso que devele cuales son las verdaderas condiciones de los pobres. Las interpelaciones discursivas que los ubica en el mundo real, atravesado por la violencia, la cultura del narco y la crueldad que genera la urgencia de la necesidad, es considerada una profanación al sujeto de la veneración de los progres.
Es esta la razón de la reacción provocada por las declaraciones de la ministra de Educación de la ciudad que no ha sido instruida en el respeto del catecismo progre e insiste en usar la investigación y los datos reales como insumo para sus discursos. Hace un tiempo dijo que los docentes provenían en gran parte de sectores socio-culturales bajos, que posiblemente habían transitado por circuitos educativos de baja calidad. Afirmaciones que desde hace años están avaladas por las investigaciones empíricas, sin embargo , los mismos investigadores se escandalizaron por estos dichos que siembran sospechas en relación a la calidad de las prácticas de los docentes que forman parte del elenco de los “virtuosos intocables” .
Recientemente la ministra vuelve a provocar al panteón de los dioses y habla de los chicos pobres que no han vuelto a la escuela y que corren el riesgo de ser ganados para el servicio de los narcos o el delito.
Hay múltiples registros que muestran que el mundo de la necesidad en el que habitan gran parte de los niños y jóvenes que han dejado de ir a la escuela está penetrado por la cultura narco. Si escuchás su música, su lenguaje, si ves los registros televisivos y policiales, no te queda duda. Sin embargo, el progresismo se escandaliza ante su denuncia, demoniza al emisor y pone todo el esfuerzo en destruir al que levanta el velo y muestra la realidad. Y con eso deja pasar el problema y abandona a nuestros chicos a la intemperie de la violencia.
Investigadora de Flacso y miembro del Club Político Argentino