La hipocresía de la "nueva política"
El negocio del juego avanza sin pausa en Argentina. No sólo se amplía sino que su influencia se extiende a cada vez más ámbitos
El negocio del juego avanza sin pausa en Argentina. No sólo se amplía sino que su influencia se extiende a cada vez más ámbitos. Independientemente de las preocupaciones obvias referidas a la ludopatía tenemos que preguntarnos qué valores culturales se ven afectados por esta tendencia. Los pasatiempos relacionados con el azar han sido casi una constante en la historia de la humanidad pero el desarrollo capitalista de esta industria es un fenómeno relativamente reciente, y en nuestro país amenaza con hacer estragos.
Cuando apostamos, los argentinos podemos estar canalizando nuestra ansiedad y angustia. Pero la opción por el azar parece confirmar que nos hemos convertido en una sociedad que ya no premia el esfuerzo ni el mérito sino que busca vanos atajos para salir de donde está. El juego también está asociado a nocivas redistribuciones locales del ingreso: le saca dinero a los que menos tienen y lo deposita en bolsillos concentrados. La amplitud del fenómeno es realmente significativa: ¡viajando por el interior uno puede encontrar localidades de menos de 50.000 habitantes con tres casinos! Estamos así reeditando "La Patagonia Rebelde", con la diferencia de que, en lugar de sacarles a los trabajadores el jornal con precios exorbitantes en la despensa, se los esquilma con los tragamonedas. Con recursos adquiridos con semejante facilidad, algunos zares del juego expanden sus actividades: adquieren medios de comunicación, recursos naturales y posiciones en industrias claves. Y, junto con las posibilidades tanto de evasión como de lavado de dinero, generan y profundizan vínculos turbios con la política.
Con el objetivo de plantear y resolver estas preocupaciones parecería entendible que, aún en los peores momentos de los cortes eléctricos que padecieron y aún afectan a los porteños, Mauricio Macri dedicara tiempo y esfuerzo a publicar sendos artículos sobre la temática del juego, que aparecieron tanto en este diario como en Clarín. Paradójicamente, su motivación fue exactamente la contraria: defender un convenio escandaloso con el hipódromo de Palermo, firmado por su administración, y votado por sus legisladores más el bloque kirchneristas.
Los pasatiempos relacionados con el azar han sido casi una constante en la historia de la humanidad pero el desarrollo capitalista de esta industria es un fenómeno relativamente reciente, y en nuestro país amenaza con hacer estragos
El contenido del mismo es condenable, aún cuando el espacio de esta columna no dé para profundizar demasiado su análisis. Macri sostiene que, en la confusa redacción del acuerdo, no hay condonación de la deuda por ingresos brutos aunque sabe que no todos sus colaboradores comparten esa interpretación. El cobro de un 3% adicional de cánon que se establece pretende asemejarse a la tasa general de IIBB que rige en la Ciudad; pero en realidad utiliza una base de cálculo más reducida que en el caso de cualquier comerciante. El Jefe de Gobierno parece ciertamente cómodo porque con los impedimentos temporales obtenidos por ambos casinos (el mencionado más los barcos de Puerto Madero) en la Justicia, ya que los mismos le proveen una excusa para beneficiar a sus dueños hasta que no se definan las cuestiones de fondo. Y no es la primera vez que su gestión actúa de esta manera: un proyecto de índole similar le generó en 2008 rispideces con su entonces vicejefa de Gobierno, Gabriela Michetti. Todo esto fue oportunamente denunciado por los miembros de UNEN.
Casi más grave que lo que dice el convenio es la forma en que el tema fue tratado en la Legislatura: el proyecto entró entre gallos y medianoches, intentando no llamar la atención, se votó en quince minutos en la última sesión del año y sin que hubiera siquiera un miembro oficialista que lo explicara o lo avalara mediante un discurso. Y recién se promulgó la semana pasada, como para que pasara desapercibido en medio de las vacaciones de verano. Esa dinámica de escribanía vergonzante, con una bancada principal que no sabe ni quiere saber bien lo que vota, es la misma que muestra el kirchnerismo a nivel nacional.
Lamentablemente, esta metodología no es el único punto en común entre ambas administraciones: también comparten la vocación por no controlar cuando no les conviene. El hipódromo es una de las dos salas de tragamonedas más grandes del mundo, con más de 4700 posiciones. En la Provincia de Buenos Aires, donde los tragamonedas tienen control online, las buenas locaciones dejan una ganancia neta de más $2000 diarios por cada máquina. Es decir que, en este caso, el total obtenido equivaldría a 10 millones de pesos por día, o 3600 millones anuales. Sin embargo, ni el Hipódromo ni los barcos de Puerto Madero (que tienen los mismos accionistas principales) está sometidas a controles de esa índole. Los cánones abonados se basan en declaraciones juradas de las propias empresas. En el Hipódromo, por ejemplo, sostienen que recaudan apenas 1200 pesos diarios por unidad, es decir lo mismo que se consigue en Los Polvorines (Malvinas Argentinas). Para colmo, quien declara ingresos es un empresario (Cristóbal López) que financió la compra de una petrolera mediante la evasión de nada menos que 1200 millones de pesos en concepto de impuestos para entrar luego en en una moratoria a diez años.
Llama poderosamente la atención que un gobierno que se vanagloria de su capacidad de gestión, argumentando que representa la nueva política, y que ha establecido el online para: reservar turnos en los CGP, registrarse o habilitarse como comercio, pagar impuestos y multas, solicitar subsidios o -ahora- inscribir a los chicos en los colegios, no pueda usar el mismo mecanismo para controlar el juego. Si uno compara el estatus actual en la Ciudad con la situación en la Provincia de Buenos Aires (tanto en cánon como en ingresos brutos), no auditar y gravar en serio ambas empresas le cuesta a la Ciudad alrededor de 2000 millones de pesos anuales. Con ese dinero se podrían construir 5000 viviendas sociales, incorporar 1000 agentes a la Policía Metropolitana, adquirir 17 vagones de subte, construir 10 escuelas, realizar 10 km de Metrobús y pagar un año de salarios en un hospital. Todo junto. Es decir que mientras las necesidades se multiplican y los tributos y tasas son cada vez más altos, al juego se le da piedra libre, permitiendo además la potencial generación de dinero en negro que después no sabemos dónde va.
Casi más grave que lo que dice el convenio es la forma en que el tema fue tratado en la Legislatura: el proyecto entró entre gallos y medianoches, intentando no llamar la atención
Por todo esto, la carencia de controles (que tardaría entre uno y tres meses en implementarse) es, lisa y llanamente, inadmisible. Y Macri debe explicar más acabadamente las razones que lo impulsan a una medida de este tipo. Referentes políticos como Luis Juez o Mario das Neves ya han dicho públicamente que el juego financia demasiadas campañas políticas. Esta vinculación espuria es a todas luces problemática y no la podemos pasar por alto. Por eso, también debemos atar cabos y, a la hora de las elecciones, prestar atención a la disparidad de recursos con que cada parte cuenta y a quiénes apoyan determinados medios de comunicación. Durante los cortes eléctricos, Jorge Capitanich sugirió que podrían transferir Edenor y Edesur a la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires; a lo que Macri respondió, irónico: "que me entreguen el Gobierno". Hoy, haciéndose el distraído, ya parece estar consiguiendo parte del pase de Cristóbal López.
Si esa es la nueva política quizás debamos preguntarnos si la misma es verdaderamente mejor o si la novedad es tal. El Gobierno de la Ciudad pregona gestión y transparencia pero el convenio firmado por Macri exuda precisamente lo contrario. Cansados con un espacio político, los argentinos solemos perdonar a otros severas falencias en cuanto a valores fundamentales que, cuando comienzan a tener consecuencias, lamentamos. Para construir otro futuro debemos recuperar el apego a esos principios y exigirlos en todo momento. Y eso incluye a todos.