La fuerza del voluntariado
Cómo funciona Un Techo para mi País, la ONG que puso sobre el tapete el drama de la vivienda y la pobreza en el conurbano. El fenómeno de la participación juvenil. Mística, recaudación de fondos y la revalorización de la acción política más allá del voluntarismo
Intentan encajar la puerta. No funciona, queda ancha. Uno de ellos propone limarla. Otro la sostiene y luego van sacando astillas grandes de madera con un formón. Intentan de nuevo. El peso de la puerta sobre los hombros. Un nuevo esfuerzo de maniobras tensas. Ahora parece que sí. Un empujón más y ya está puesta. Ahora gritan, aplauden, se abrazan entre ellos. De a poco se van sumando al festejo los otros vecinos y voluntarios que acompañaban el esfuerzo unos metros más allá. La puerta está encajada. Los chicos corretean y aplauden. Los grandes también. Después de tres días bajo la lluvia, la construcción está terminada y la casa se puede inaugurar.
Esa imagen es una de las tantas postales del domingo pasado en el asentamiento Un techo para todos, de Ciudad Evita, uno de los lugares del conurbano en el que la ONG Un Techo para mi País (Utpmp) llevó a cabo su innovadora propuesta de construcción colectiva. La ONG que esta semana dejó al desnudo la crisis habitacional en las franjas más pobres del territorio bonaerense volvió a reunir en todo el país a unos 2500 voluntarios que dedicaron sábado, domingo y el feriado del lunes a montar 310 nuevas casas, 225 de ellas en distintas barriadas del Gran Buenos Aires.
La puerta ya está colocada y la emoción puede leerse en todos los ojos, las sonrisas, los abrazos. Después de la ceremonia del mate con chipá, alguien acerca la tijera: es el momento de cortar la cinta de inauguración. Es también el momento de los discursos. Rodeada por sus tres hijos y su marido, Mirta Acevedo, flamante propietaria, agradece a "los chicos" que se acercaron al barrio. "Pensaba que nos iban a mirar desde arriba, porque nosotros nos sentimos siempre allá abajo; pero ahora me doy cuenta de que somos todos personas y nos podemos juntar. Los quiero felicitar por su trabajo."
Utpmp nació en Chile, en 2001, con el objetivo declarado de trabajar contra la inequidad y la marginación en América latina. Más tarde se multiplicó hasta fundar sedes en 19 países y llegó a la Argentina en 2003: primero fue Córdoba y, en 2006, Buenos Aires. Hoy la organización suma más de 420.000 jóvenes voluntarios en todo el continente. En nuestro país, donde la propuesta de esta ONG parece haber calado hondo, ya hay 1000 voluntarios permanentes y en cada actividad -sean construcciones, campañas para juntar fondos o tareas de desarrollo comunitario en los barrios- siempre se duplica, por lo menos, el nivel del voluntariado.
Este año la ONG recibió el premio Derechos Humanos Rey de España, como reconocimiento a su labor en América latina y el Caribe. Y, ahora, decididos a que la preocupación que los mueve entre en la agenda pública con derecho a prioridad, convocaron este viernes a especialistas (entre ellos a Bernardo Kliksberg y Juan Carr) y a los miles de jóvenes que los acompañan para pasar frente al Congreso lo que bautizaron como La Noche Sin Techo. "Esta realidad no me deja dormir" es su lema, y la movida fue planeada en simultáneo con los otros 18 países de la región donde Utpmp tiene sus sedes.
Desde su fundación hace 10 años, "el Techo" -como llaman a la ONG sus propios miembros- construyó más de 80 mil viviendas en todo el continente (desde México hacia el sur) y, desde 2003, más de 3539 en Argentina. Además de la construcción de casas de emergencia, incorporó el área de desarrollo social, en la que se promueven planes de salud, alfabetización, apoyo escolar, microcréditos solidarios para emprendimientos y cursos de oficios.
Agustín "Tino" Algorta -27 años, abogado-es el director social de la ONG en Argentina, uno de los 40 puestos rentados del país. Fue voluntario durante dos años y la experiencia -dice- le cambió la vida y modificó sus prioridades profesionales: renunció a su trabajo en un estudio y hoy siente que ya no podría volver al sector privado como si nada.
El entusiasmo, la energía y la confianza se transmiten y se contagian, dice Algorta: "Todos sentimos lo mismo al principio, parecía imposible hacer una casa en tres días, pero la convicción que te transmitían los más veteranos de que se iba a poder terminar era increíble. Nos convencieron y pudimos terminarla".
¿En tres días? Sí, en tres días.
Una vez que definen el barrio en el que construirán, previo análisis a partir de encuestas que buscan definir las necesidades de cada familia, arman equipos con los voluntarios que se postulan para participar y definen roles y responsables de cada tarea. Un grupo de unos 8 a 10 jóvenes liderado por un jefe o responsable de cuadrilla construye, en tres días, una vivienda prefabricada de madera, de unos 18 metros cuadrados, sobre 17 pilotes que la aíslan del suelo. Todo se hace junto con la familia que la habitará, que, además, debe aportar el 10 por ciento del costo total, que es de $8500.
Cuando la casa está lista, convocan al barrio para hacer un diagnóstico participativo. Ahí empieza entonces la siguiente etapa, la definición de nuevas necesidades según el criterio de los propios vecinos. Esos diagnósticos no era tan fáciles de realizar al principio. "Podíamos pensar que las urgencias eran unas y nos encontramos con que eran otras", reconoce Algorta. Hoy el objetivo es elaborar un plan semestral para "fortalecer a la comunidad" y que surjan líderes naturales dentro del barrio, pero a veces se hace difícil pedirles que imaginen un barrio a cinco años cuando muchos no saben qué comerán mañana.
Tal vez la llamativa convocatoria juvenil que logra Utpmp, algo que le reconocen otros grupos de inspiración similar, podría explicarse en parte como un eco de la crisis de 2001, cuando la sociedad civil sintió que tenía que tomar la iniciativa y comenzó a tejer redes. El crecimiento es notable: hoy, a las sedes de Córdoba y Buenos Aires se suman las de Río Cuarto, La Plata, Zárate, Salta, Misiones y Neuquén.
Entonces, ¿qué hace que miles de jóvenes se sumen a esta organización? "No tenemos ningún secreto -dice Algorta-. Cuando los chicos que se suman ven una realidad que los indigna, se comprometen. Cuando hacemos actividades que al voluntario no le gustan, no va. No somos los dueños de los voluntarios", concluye.
Además de la genuina intención de colaborar, Algorta supone que el éxito de la convocatoria se basa en que "la casa es algo concreto". Por otro lado, le otorga valor al intercambio con las familias del barrio. "Se rompen prejuicios de los dos lados y siempre hay una historia distinta que moviliza. Si todos estuviésemos aburguesados, ninguno estaría acá".
Algo de eso se podía percibir durante la construcción masiva del último fin de semana, en el asentamiento de Ciudad Evita. "Compartir este momento con las familias y estar acá es un antes y un después", decía emocionada Josefina Heuck. Hacía rato que esta estudiante del CBC de Derecho esperaba cumplir los 18 años para poder sumarse a trabajar.
Algorta dice que hoy sería difícil delinear un perfil del voluntario de "el Techo". Lo que sí está claro es que son jóvenes, de entre 18 y 30 años, estudiantes o no, y que el promedio de edad es de 23. Antes eran universitarios, de clase media-alta, con su vida más resuelta que muchas otras personas. Hoy el paisaje es más variado. Y, lo que es más importante, ya son muchos los voluntarios que pertenecen a los mismos barrios en los que Utpmp realiza su trabajo solidario. De hecho, de los 2000 participantes que fueron a trabajar al conurbano el fin de semana pasado, 600 eran vecinos de las mismas barriadas bonaerenses.
En los días previos a cada construcción, tienen una actitud casi militante, que puede verse en los mensajes que envían en Twitter o en Facebook: "Hechos, no palabras #Construcción masiva" o "pronóstico para el fin de semana: 3000 jóvenes voluntarios y 310 familias construyendo juntos una realidad más digna". Además, hay que decirlo, por lo que se ve en el terreno los chicos parecen disfrutar el proceso de construcción, por difícil que sea: pasan tres días conviviendo en el barrio, cocinan y comparten la comida, duermen en bolsas de dormir en una escuela, en un gimnasio o en el lugar que cada municipio les facilite, se divierten contando anécdotas, una guitarreada o intercambiando ideas o experiencias.
Al día siguiente, cuando ya todo terminó y empiezan a guardar todo para irse, dicen que, a pesar del cansancio acumulado, extrañan la energía de aquel momento y ya comienzan a preguntar por la próxima construcción.
Pero la ayuda no viene solamente del trabaja voluntario. Sería en vano el esfuerzo si no hubiera también respaldo económico. Desde este año, el economista Bernardo Kliksberg se transformó en el principal asesor de Utpmp, tarea que realiza ad honórem. El autor de Primero la gente , escrito en coautoría con el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, facilita contactos con universidades, organismos multilaterales, entidades gubernamentales y, además, participa en actividades que Utpmp organiza a nivel continental.
Distintas entidades y empresas como el Banco Hipotecario, Easy, Vía Bariloche, Techint, Colorín, Ternium/Siderar, Acindar e Isover también suman su apoyo, y los 40 puestos rentados en el país se cubren por convenios con el BID. La etapa de desarrollo comunitario cuenta con el respaldo del Fondo de Naciones Unidas. Además, reciben donaciones en www.untechoparamipais.org o en las colectas periódicas que organizan. Todo se agrega a una bolsa común para cubrir los gastos administrativos y los operacionales (que suman el 90 por ciento). Así, la última colecta, en la que participaron más de 10.000 voluntarios, recaudó un millón y medio de pesos (destinados a la construcción de 150 viviendas y diez sedes TET, Techo para la Educación y el Trabajo, que son los centros comunales de los barrios para la segunda etapa, de Desarrollo Social).
Las soluciones de fondo surgen de las políticas públicas. No hay vuelta que darle. Eso Algorta lo tiene claro y se percibe en la modalidad de trabajo de la ONG. Por norma, intentan siempre "articular acciones", algo que a nivel municipal logran con mayor frecuencia, aunque todavía esperan poder influir a nivel provincial y nacional.
"El Estado somos todos -dice Algorta-. Que haya asentamientos o villas no es una casualidad. El Techo ataca la marginación y la exclusión que como sociedad hacemos hacia los demás. Los que hemos tenido más oportunidades tenemos más responsabilidad para con los que han tenido menos. Lo que vemos en los barrios es que se matan buscando oportunidades, laburan y buscan conseguir cosas que nosotros tenemos sin haber hecho ningún esfuerzo. En muchos barrios no está ni el Estado ni nadie. La exclusión es el gran problema".
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