La fuerza de la fragilidad: claves para entender la obra de Ai Weiwei
El célebre artista chino presentará en noviembre en Fundación Proa su primera retrospectiva en América del Sur. Sumará trabajos site-specific a varias de sus obras más destacadas
En su paso por Buenos Aires esta semana, Ai Weiwei (Pekín, 1957) dejó caer una frase que define su praxis artística y su relación con el poder. "He sido vigilado desde que nací", dijo el martes al referirse a la historia de su familia en Fundación Proa, donde exhibirá desde el 18 de noviembre su primera retrospectiva en América del Sur.
Ai Qing (1910-1996), su padre, considerado el primer poeta modernista de China, fue acusado de "derechista" por la Revolución Cultural de Mao; lo forzaron a limpiar baños hasta que fue rehabilitado en 1979. La saga familiar siguió con Ai Weiwei, cuyo arresto de 81 días en 2011 y la prohibición de salir del país durante cinco años lo convirtieron en un ícono global de la libertad de expresión.
Formado en Estados Unidos, Ai Weiwei contribuyó a dar forma a la escena del arte contemporáneo chino, pero es en la multiplicidad de sus intervenciones donde cobró espesor revulsivo. De las denuncias al régimen en su blog (finalmente cerrado) a convertir su reclusión en un reality show o subir a YouTube una parodia urticante del hit k-pop Gangnam Style.
Como él mismo explicó a LA NACION, el artista y el activista son indiscernibles: estética y megafóno se yuxtaponen. Pero Ai Weiwei no es Banksy, y sus piezas de inspiración conceptual están hechas para sobrevivir la fugacidad de las noticias. Aquí, un recorrido por cinco obras-ícono.
Cangrejos (2010)
Uno de los formatos más extendidos en la obra de Ai Weiwei son las instalaciones. En estas piezas de gran escala, su búsqueda tiende a marcar un punto de intersección entre las estrategias contemporáneas y las tradiciones chinas. Compuesta por 3200 cangrejos de porcelana, esta pieza que se exhibirá en Proa explora la relación de la idiosincrasia de su país con ese material, al tiempo que alude a problemas en el régimen comunista. Su título original, He Xie, es la palabra china que designa al cangrejo pero también se utiliza como sinónimo de "armonioso", y en el slang digital se aplica a la tarea de los censores en Internet.
Podría relacionarse con otras piezas como Semillas de girasol -que también se podrá ver en Proa- réplicas manufacturadas en porcelana de semillas de girasol (Ai hizo producir cien millones en la provincia de Jingdezhen), donde enfoca el capitalismo disfuncional chino y la despersonalización. O las vasijas de la dinastía Han, que ha intervenido con pintura industrial y logos característicos de la sociedad de consumo, como el de Coca-Cola. Una de estas vasijas fue destruida por un artista dominicano durante la presentación de Ai en el Pérez Art Museum Miami, en 2014, en protesta por la escasa presencia regional en la institución.
Por siempre bicicletas (2015)
La instalación original fue realizada con 760 bicicletas que, superpuestas, creaban la ilusión de una paradojal escultura dinámica. La potencialidad del movimiento es una de las claves de esta pieza, que además echaba mano a los modelos de la fábrica Yong Jui Pai, la mayor productora de bicicletas de Pekín. Ai cita aquí uno de los objetos urbanos más característicos de su país, caído en desuso a partir de la expansión desmesurada del parque automotor en los últimos veinte años.
Por siempre bicicletas, que también integrará la muestra en Proa, es una obra site specific que conoció varias adaptaciones. Una muy significativa es la que realizó especialmente para la National Gallery de Victoria, Canadá, en el marco de la muestra Andy Warhol/Ai Weiwei; allí se los ponía en diálogo como íconos del arte contemporáneo.
Ai presentó allí una versión de 1500 rodados. En ese contexto sobresalía la relación del objeto con la historia del arte, ya que también podía pensarse como una reflexión a Rueda de bicicleta, uno de los célebres ready made de Marcel Duchamp, influencia decisiva también para Warhol y el pop.
Ley del viaje (2017)
La preocupación más reciente de Ai está relacionada con la crisis de los refugiados y la llegada de migrantes en condiciones de fragilidad extrema a las costas del sur de Europa. Como es su sello, le puso el cuerpo al asunto. Mudó su estudio a la isla griega de Lesbos, punto neurálgico en el mapa de los migrantes, que eligió como sede principal para filmar Flujo humano, documental que se estrenará en septiembre en el Festival Internacional de Cine de Venecia.
En ese marco desarrolló su instalación más grande: un bote inflable de setenta metros de largo que se exhibe hasta enero de 2018 en la Galería Nacional de Praga, República Checa. Ley del viaje es una alusión directa a los botes en los que naufragan los migrantes, representados aquí por 258 figuras inflables negras y sin rostro.
En este tipo de obra no hay subtexto conceptual, sino que las formas mismas de la crisis toman los espacios de arte. Puede asociarse con la polémica fotografía que Ai hizo al ocupar el lugar de Ailan Kurdi, el niño sirio que apareció muerto en la costa de Turquía. Y también con la instalación en la que cubrió las columnas de la Kontzerhaus de Berlín con 14.000 chalecos salvavidas naranjas traídos de Lesbos.
Cuento de hadas (2007)
Una de las obras más llamativas de Ai fue la que realizó para la edición 2007 de Documenta, el encuentro de arte de vanguardia en Kassel, Alemania. Cuento de hadas consistió en llevar hasta la pequeña localidad alemana a 1001 ciudadanos chinos de muy diferentes extracciones: maestros, granjeros, jubilados, estudiantes e ingenieros.
La única condición para el contingente de estas mil y un personas fue no salir de los límites del pequeño pueblo alemán y compartir las experiencias de la visita con la cámara del artista. La idea costó unos tres millones de euros. Fue la obra más cara de la muestra y estuvo acompañada por una instalación de 1001 sillas históricas chinas. Sobre esta experiencia se produjo, además, una película documental.
Cámara de vigilancia (2010)
En mármol, material de los monumentos y las tumbas, Ai Weiwei representó la vigilancia extrema a la que había sido sometido su estudio en Shanghái. En 2011 presentó en la galería Lisson de Londres réplicas de las cámaras de seguridad que se habían apostado frente a su lugar de trabajo. El voyeurismo como política del Estado chino quedaba expuesto en estas esculturas, que también reflejaban la reacción del artista a la vigilancia: transmitir su vida minuto a minuto por Twitter. Si no hay secretos, ninguna vigilancia se justifica. Esta muestra se inauguró poco después de que Ai fuera detenido cuando intentaba volar a Hong Kong, y mientras se desconocía su paradero.