La fiesta inolvidable
“Alberto es un enfermo, un mequetrefe y un okupa”. (De la diputada kirchnerista Fernanda Vallejos)
- 5 minutos de lectura'
A bailar que ganamos por robo, gritaba Victoria Tolosa Paz haciendo el trencito de la “idem” asida de la cintura de Axel, mientras Máximo llamaba a mamá y Gollán agitaba una de las jeringas para aplicar las millones de vacunas que nadie sabe por qué siguen en la heladera.
Había pasado apenas una hora del cierre de las PASO del domingo pasado. Empezaba para el Frente de Todos “la fiesta inolvidable”, tan inolvidable que concluyó como la película del mismo nombre, en la que Peter Sellers terminaba rompiendo decorados, cayéndose al agua e inundando con espuma la casa del productor al que quería convencer de que era buen actor.
Del festejo por el seudotriunfo que les daban los boca de urna de algún enemigo encubierto –o pagado– pasaron al silencio; del silencio, al caraculismo que conlleva la admisión de la derrota y, del sentido mea culpa, directamente a los bifes. De “estamos con Alberto” a “Alberto es un enfermo, un mequetrefe y un okupa”, según dijo la diputada kirchnerista Fernanda Vallejos, quien lo acusó de atrincherarse en Olivos, de no haber aprendido nada de Néstor y de ser un desagradecido con Cristina, a quien ni siquiera invitó a la quinta para el cumple de Fabiola. En rigor, esto último no lo dijo, pero siendo que al justicialismo le gustan tanto las fiestas, seguramente lo pensó.
“Qué fantástica, qué fantástica esta fiesta”, seguía cantando y pegándole al parche un heredero de Tula afuera del búnker del oficialismo en aquella primera hora en que la veleta le señalaba dudosos buenos vientos. Haber elegido la canción de Raffaella Carrà fue una pegada, especialmente porque pronosticaba lo que se venía en el Gobierno para Alberto: “una fiesta con amigos y sin ti”.
El Presidente quedó tan flojo de amistades que en aquella misma noche fatídica intentaron vaciarle el gabinete y se supo que Dylan preguntó por el perrito Balcarce previendo que tendría que refugiarse en otra quinta que no fuera la de Olivos. Pero Alberto resistió los embates. ¡Cómo no! Resistió cinco días.
Pasó de todo en una semana, a tal punto que la fiesta sigue, pero ya con otros protagonistas. Bastó con que Cristina escribiera el jueves una carta pública incendiaria para que Alberto dejara el cuartel de bomberos al que lo habían confinado y empuñara el matafuego contra varios ministerios. Tiró espuma a lo loco, pero no pudo evitar que el fuego arrollador de la señora le chamuscara varios funcionarios de su confianza. Biondi, el vocero de pocas palabras, definitivamente quedó mudo; a Santiaguito, el jefe de Gabinete, le dieron el premio consuelo de una cancillería que vacila entre Maduro y Biden como un elefante al que le ponen rollers para que patine sobre hielo; Trotta trotó hacia su casa, donde se espera que la familia no lo haga desdecirse tanto; Sabinita Frederic ya no sumará capítulos en su novela policial con Berni, y a Basterra, que estaba al frente de Agricultura lo despidieron no sin antes regalarle la tele por la que se enteró del cepo a las exportaciones de carne.
Grandes pérdidas para dar lugar a grandes adquisiciones... “Volvemos mejores” decían los frentitas del todismo en la campaña electoral de 2019. Menos de dos años después, los agujeros en el gabinete de Alberto se llenan con el tucumano Manzur como jefe de los ministros; Aníbal Fernández, como ministro de Seguridad; Julián Domínguez en Agricultura y Daniel Filmus en Ciencia. No se pudo comprobar todavía que hayan vuelto mejores, sí que volvieron los mismos.
Parece que el nuevo elenco tiene fecha de vencimiento: las elecciones generales de noviembre en las que el oficialismo espera recuperar la fiesta que le arrebató la bruta derrota electoral de las PASO. Por qué lo hace subido a un tren fantasma es un enigma. Dicen que la vuelta de los espectros tiene como objetivo asustar a los gobernadores y a los intendentes que se atrevieron a sacar los pies del plato.
El Gobierno dio anteanoche un espectáculo tan impensado como imperdible: Alberto, en Olivos, escuchando los “no” de muchos candidatos a los que les ofrecía un ministerio; Cristina en el Senado comiendo helados de Rapanui mientras imponía nombres en el tablero de ajedrez del poder y Massita corriendo entre la Cámara alta y la quinta... de Los Abrojos.
Como todo en la vida, esto también pasará. Decía Perón: los peronistas son como los gatos. Cuando parece que se pelean, se están reproduciendo.
Sin dudas, el que vio venir con claridad la próxima fiesta es Martín Guzmán. No solo sigue firme en Economía esquivando los misiles que le disparan desde el Congreso, sino que 48 horas antes de las PASO ordenó la compra de heladeras, freezers, microondas, 10 televisores de 50 pulgadas y hasta 72 copas de champagne para el Ministerio de Economía por un valor estimado en 4 millones de pesos.
Es por ahí, querido lector: no se amargue. Son solo ruidos de palacio. Agarre la serpentina, haga sonar la matraca y salga a festejar que, a pesar de todos los esfuerzos que algunos hacen para dañarla, la democracia sigue en pie.