La felicidad como política de Estado
Los estudios que miden el bienestar subjetivo de las poblaciones confirman que el éxito económico no alcanza para sentirse mejor, y que muchas veces tener más dinero y más opciones conspira contra ese objetivo
Hace ya varios años que estamos estudiando, a nivel nacional y mundial, qué es lo que hace que las sociedades y las personas se sientan mejor y en armonía. El objetivo es identificar los factores que más influyen en la felicidad o infelicidad de las personas para poder diseñar mejores políticas públicas, empresariales y personales que apunten a alcanzar el mayor bienestar subjetivo de los ciudadanos.
Hemos observado que aunque los factores económicos son importantes, las investigaciones revelan que países con PBI per cápita muy inferior a las naciones más desarrolladas muestran niveles de felicidad más altos que muchas de ellas. Así, por ejemplo, en todas las mediciones globales los países latinoamericanos se ubican en el tercio superior de la tabla y por encima de la media mundial de felicidad. Es que la relación entre el PBI y la felicidad puede presentarse como una curva de rendimiento decreciente y en los países de alto desarrollo económico, mayores incrementos de la riqueza tienen un impacto casi nulo en el bienestar subjetivo de los ciudadanos, porque se produce un período de adaptación y luego se vuelve al umbral anterior. En países pobres, en cambio, el peso de lo económico en la felicidad es mayor y significativo. No tener dinero allí puede traducirse en falta de alimentos, de vivienda, de salud y de educación.
Asimismo, vemos que en todas las naciones se declaran más felices quienes tienen altos ingresos que quienes son pobres económicamente. Pero los estudios nos muestran también que, alcanzado un nivel de ingreso medio (esto es, que permita vivir decorosamente cubriendo las necesidades, pero sin lujos), un aumento del ingreso no se traduce necesariamente en mayor felicidad. Son otros los factores que más importan y tienen mayor peso. Una carrera desenfrenada por el crecimiento del PBI, del ingreso y del consumo no genera mayor felicidad.
El análisis de la relación entre PBI per cápita e índice de bienestar subjetivo o felicidad muestra que hay tres regiones que se destacan por la similitud de los resultados que arrojan los países que las componen: por un lado, los países nórdicos europeos, con rangos altos de bienestar subjetivo y de PBI; por otro, los latinoamericanos, que también se ubican muy alto en bienestar subjetivo, pero con PBI medio bajo, y por último, los países de la ex Unión Soviética, con desarrollo económico similar a los latinoamericanos, pero con bajos índices de felicidad. Claramente, hay tipos de sociedades con orientaciones valorativas distintas que generan personas más felices que otras.
En el mundo actual, en mayor medida en los países desarrollados y en los niveles socioeconómicos altos y medios, la variedad de alternativas de consumo y elección a nuestro alrededor se ha incrementado exponencialmente, y ello muchas veces, en lugar de mejorar nuestras vidas, las torna más difíciles. A priori, uno tiende a pensar que la posibilidad de estar frente a un gran número de opciones tendrá efectos positivos sobre el individuo, porque implicaría más libertad. Pero ocurre lo contrario: las personas tienen una mayor satisfacción y valoran más la experiencia cuando se les ofrecen diferentes opciones más acotadas; tener muchas con frecuencia lleva a desear más rápidamente. Muchas veces en el ansia de consumir y tener más nos olvidamos de la importancia de un buen balance de vida y de nuestros verdaderos valores (hogar, trabajo, cuidado de la salud, tiempo libre, acción comunitaria como voluntariado) que nos devolverán más felicidad y sentido.
Si no se controla ese impulso de excesivo consumismo, la cantidad abrumadora de opciones termina tornándose en nuestra contra y puede echar sombra sobre las verdaderas necesidades de la gente. El prestigioso psicólogo norteamericano Barry Schwartz explicó en su libro The Paradox of Choice. Why more is less (La paradoja de elegir. Por qué más es menos) que "las consecuencias no son meramente teóricas. El tiempo que dedicamos a tomar decisiones nos robaría horas para otro tipo de actividades, como estar con amigos, disfrutar de nuestra familia o hacer algún deporte, ítems que, está comprobado, incrementan los niveles de satisfacción personal".
Ya hemos analizado la relación entre el PBI, los ingresos y el consumo excesivo y la multiplicidad de opciones que tenemos. Vale preguntarse entonces qué hace que haya sociedades y personas más felices que otras y cuáles son las claves que mueven el amperímetro de la sensación de bienestar en todo el mundo. En nuestros estudios hemos detectado seis aspectos, además de la situación financiera, fuertemente ligados a la felicidad: 1) las relaciones familiares y sociales; 2) la salud física y psíquica; 3) la libertad personal; 4) el trabajo digno como fuente de desarrollo personal y humano; 5) la religiosidad o espiritualidad o el sentido de la vida, y 6) la confianza mutua, el sentido de comunidad y solidaridad .
Trabajar sobre ellos desde la política pública y en todos los ámbitos es el camino posible hacia un mundo mejor. Un desarrollo económico que profundice la desigualdad de ingresos, genere desempleo, ponga en peligro el medio ambiente, limite el acceso a la educación o la salud y erosione los lazos sociales o la libertad de los ciudadanos no aumentará la felicidad de las personas. Se requiere un modelo no sólo asociado con el crecimiento económico, sino también con otros factores de bienestar vinculados con el capital social, la calidad institucional, estilos de vida, igualdad de oportunidades e inclusión social.
Aspiramos a poner el tema en agenda. Deben incorporarse mediciones subjetivas de felicidad a fin de ser complementadas con las mediciones objetivas existentes (por ejemplo, las del PBI), para brindar así una visión más integral de la vida social y mejorar las políticas públicas. Ya la ONU en 2013 invitó a los países miembros a poner el bienestar y la felicidad como objetivo central en sus agendas. En el Reino Unido, los ex primeros ministros laboristas Tony Blair y Gordon Brown y ahora el conservador David Cameron se han ocupado y han trabajado con académicos en busca de un desarrollo más sustentable que se tradujera en una mayor felicidad. También el ex presidente francés Nicolas Sarkozy convocó a un grupo de expertos liderados por dos premios Nobel de Economía, Joseph Stiglitz y Amartya Sen, para estudiar el problema y comenzar a medir sistemáticamente el nivel de felicidad de los franceses con el fin de diseñar políticas públicas que aumenten la felicidad de los ciudadanos. El actual mandatario François Hollande lanzó el informe sobre la "economía positiva, una plataforma para desarrollar relaciones y crear conocimiento sobre una economía que busca más que el beneficio". También el papa Francisco nos decía en agosto: "Debemos liberarnos de la obsesión del beneficio económico, que ataca los ritmos humanos de la vida y niega al hombre el tiempo para lo realmente importante". Más que una cultura basada en el exceso, las políticas deberán orientarse hacia una visión más integral y multidimensional del hombre.
Presidente de Voices y autora del libro La felicidad de las naciones