La fatiga por el encierro prolongado potenció los descuidos y el desacato
Las estadísticas de personas afectadas por el Sars Covid-19 son preocupantes. Una inesperada suba de casos empañó los festejos de fin de año sobrecargados por la necesidad de dejar atrás un año difícil como nunca hemos vivido. Durante la cuarentena comprobamos que somos una sociedad capaz de comprender y acompañar medidas que llaman al compromiso y la responsabilidad, pero no dejamos de mostrar nuestra crónica tendencia a la transgresión y rechazo de las normas. Una vez más, la viveza criolla generó el espejismo de la ventaja de corto plazo. Vemos las consecuencias.
Cuando recién comenzó la cuarentena circuló en el ambiente psiquiátrico el libro que el profesor Damir Huremovic publicó en forma muy oportuna en 2019: "Psiquiatría de las pandemias". Con gran claridad advirtió cada uno de los fenómenos que hemos presenciado en el campo de la salud mental, como los confirmados aumentos en los niveles de ansiedad y depresión. El autor hace particular referencia al fenómeno del contagio conductual donde en condiciones de estrés, tendemos a imitar en forma irreflexiva la conducta de quien tenemos cerca, sobre todo si es una persona con la que nos identificamos.
La ola de descuido se potenció por el contagio conductual y determinó un precoz rebrote de la pandemia
Luego de varios meses de encierro, la fatiga mental y la ansiedad mostraron su capacidad de interferir con la toma racional de decisiones y los descuidos se masificaron y hasta se normalizaron. Las consecuencias sanitarias están a la vista. La ola de descuido se potenció por el contagio conductual y determinó un precoz rebrote de la pandemia.
En este contexto vemos que se demoniza a los jóvenes y sus encuentros masivos. Antes de levantar el dedo acusador, tenemos que tener presente que estudios científicos serios sobre los efectos psicológicos de la pandemia mostraron con claridad que los jóvenes fueron los más afectados, con los más elevados niveles de ansiedad y depresión. Estas dos circunstancias, por sí mismas, interfieren con la atención y la función ejecutiva, que definimos como la toma de decisiones en un contexto cambiante.
Antes de levantar el dedo acusador, tenemos que tener presente que estudios científicos serios sobre los efectos psicológicos de la pandemia mostraron con claridad que los jóvenes fueron los más afectados, con los más elevados niveles de ansiedad y depresión
Por otro lado, la necesidad de agruparse y pertenecer es un elemento conductual distintivo de la adolescencia, que fue menoscabado en forma flagrante por la pandemia. Un estudio de los Países Bajos publicado en las últimas horas, demostró que jóvenes estudiantes tuvieron durante la cuarentena, dificultades para llevar a cabo estrategias de regulación emocional, como por ejemplo, hacer ejercicio cuando uno se siente abatido. Esta dificultad, se expresó en mayor incidencia de síntomas de depresión. No queremos justificar el descuido, pero sí es importante contextualizar.
La ola de desacato que nos preocupa pareciera tener determinantes más complejos que la mera desobediencia juvenil. Los adultos, las autoridades y los profesionales de la salud, deberemos estrechar nuestra empatía y compromiso para mostrar que el acatamiento de las normas beneficia a toda la sociedad.
Ahora que tenemos que hacer un nuevo esfuerzo para frenar esta segunda ola, es necesario que saquemos a relucir nuestra capacidad de resiliencia y comencemos a cuidarnos entre todos.
Director médico de INECO