La fábula de “la rana en la olla”
Pocos días después de celebrar el aniversario de nuestra declaración de Independencia, aquella gesta patriótica por la cual se declaró la formal ruptura de los vínculos de dependencia política con la monarquía española, asistimos atónitos a como el actual gobierno avanza todos los días contra las instituciones republicanas y cercena nuestros derechos.
El campo es quizás uno de los únicos sectores del nuestro país que el viernes pasado se animó a ocupar el centro de la escena y, desde San Nicolás, alzó su voz en contra de las medidas adoptadas por el Gobierno, exigiendo la defensa del trabajo y la producción.
A nivel internacional, no será gratis para la Argentina la posición diplomática adoptada por el gobierno kirchnerista, que ha optado por abandonar la condena activa a las atrocidades que cometen a diario las dictaduras de Nicaragua y Venezuela. Como así también la doble vara de nuestras relaciones internacionales, desconociendo los motivos por el que se manifiesta masivamente la gente en este momento en Cuba, pero reclamando por el resguardo de los derechos humanos de las protestas sociales que ocurrían semanas atrás en Colombia.
La no condena a los ataques violentos que el grupo terrorista Hamas provocó al Estado de Israel, también es una prueba de cómo se ha empobrecido la construcción de nuestra la posición democrática histórica y, poco a poco, volvemos a alinearnos con aquellos regímenes más autoritarios del mundo.
Internamente estamos también presos de un permanente deterioro de nuestro sistema democrático y republicano, tal como lo conocimos desde sus inicios. Somos testigos silenciosos de cómo, bajo el pretexto de la pandemia, el presidente Alberto Fernández se ha acostumbrado a gobernar por DNU. El Congreso puede funcionar normalmente cuando se quiere, pero cuando no, se soslayan los controles que el debido proceso constitucional impone para la toma de decisiones, estableciendo un régimen de gobernanza débil y antidemocrático.
Se dictan a diario un derrotero de decretos y normas por medio de las cuales se van cercenando derechos y garantías que resultaban ya incuestionables. Las limitaciones a poder cambiar de una obra social a otras son adoptadas de un día para el otro, con la clara intención política de favorecer a los grandes sindicatos aliados al oficialismo. Los trabajadores pierden así su derecho a elegir dentro del primer año de cambio de empleo, el prestador del servicio de salud que más les convenga. No hay debate alguno del tema y se avanza sobre una libertad establecida por ley, por una norma inferior como lo es un decreto simple dictado por el presidente Fernández.
En el mismo sentido, sin argumentación empírica ni científica alguna que lo justifique, intempestivamente se ha limitado nuestro derecho a la libre circulación, impidiendo que aquellos compatriotas que se encuentran de viaje en el exterior, ingresen al país. Se fija un cupo completamente arbitrario, que no tiene fundamento alguno, dejando a miles de turistas a la deriva. Frente a ello, desde la Asociación Civil Bases Republicanas, hemos solicitado la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a efectos de que dicte medidas de protección en favor de los ciudadanos argentinos y residentes en el país que se encuentran fuera del territorio nacional sin la posibilidad de regresar al mismo.
Idéntico camino persigue la derogación de la norma dictada durante la presidencia de Mauricio Macri, que expresamente permitía a los argentinos en el exterior votar por correo. Se busca nuevamente limitar un derecho esencial como es el voto, evadiendo la obligación del estado de establecer mecanismos ágiles para que los ciudadanos puedan expresar su voluntad de manera ágil y segura, en desmedro de la transparencia electoral. Ni que hablar de avanzar en serio con una ley que permita la boleta única que, en ocasión de la actual pandemia, bien podría contribuir a facilitar el sufragio durante las elecciones de medio término de este año.
El proyecto de ley de “superpoderes” presentado por el Ejecutivo Nacional, busca también avanzar sobre el sistema republicano, pretendiendo administrar el Estado sin controles y por delegación. Su intención es obtener el permiso para vulnerar las autonomías que el sistema federal les ha otorgado a las provincias y a la ciudad de Buenos Aires, a contramano con lo recientemente resuelto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Las restricciones al dictado de clases presenciales en las escuelas, los retenes y controles ilegales efectuados por la provincia de Buenos Aires a quienes pretendían ejercer su derecho a la libre circulación, son una prueba más de cómo se nos han ido restringiendo nuestras libertades y garantías individuales. Sin mencionar las atrocidades que el régimen de Gildo Insfrán ha propiciado a los formoseños durante toda la pandemia, bajo el total silencio y anuencia del gobierno nacional.
La enumeración es interminable. Pareciera que verdaderamente se busca cocinarnos como la fábula de “la rana en la olla”, donde la moraleja del cuento consiste, justamente en el riesgo que conlleva acostumbrarse hasta el punto tal de perder la noción de lo que realmente nos pone en peligro. Perder esa conciencia genera que no tengamos reacción o que la misma sea tan tardía como para evitar o revertir los daños que hemos sufrido.
¿Hasta cuándo vamos a permanecer inmóviles?
Las democracias modernas promueven hoy el ejercicio de la participación ciudadana como un mecanismo eficaz de control y protección de las libertades individuales. Necesitamos tomar conciencia que el poder está en manos de los gobernados y no de los funcionarios que circunstancialmente nos representan. Somos nosotros, los ciudadanos, quienes tenemos que hacerle saber cuando ni estamos de acuerdo con las medidas de gobierno que toma el poder de turno.
Los derechos humanos y las libertades individuales no son propiedad de ningún partido político. Este año volvemos a tener la oportunidad de hacernos oír y ejercer ese derecho esencial que el voto representa como principal mecanismo de control democrático. No miremos para otro lado. No nos quedemos como la rana, nadando en el agua tibia, hasta que sea tarde cuando nos demos cuenta que la misma está hirviendo. La democracia o es participativa o simplemente no es democracia.
Hace 80 años, el filósofo español José Ortega y Gasset nos decía una frase que pareciera hoy más vigente que nunca: “¡Argentinos, a las cosas!”.
Exsecretario de Vivienda de la Nación, miembro de Bases Republicanas