La experiencia indica que con el aumento de impuestos no alcanza
Un nuevo gobierno ha tomado las riendas de la conducción económica del país. Aunque es poco el tiempo transcurrido, las primeras acciones dan margen para el optimismo. Por un lado se reafirmó el respeto a las autoridades constituidas en el Banco Central y el Poder Judicial, lo que consolida sustancialmente la independencia de dichas instituciones y constituye quizás una de las señales más positivas que podría haber generado el Gobierno en el plano económico. Por otro lado, se ha conformado un nuevo equipo económico que es sólido y comienza a trabajar sobre la base de un diagnóstico correcto de la situación.
Hoy existe casi consenso acerca de que lo mejor que se puede hacer para reactivar la economía es asegurar el equilibrio fiscal, ya que esto permite bajar el riesgo país, estimulando el consumo, la inversión y la entrada de capitales. Es por ello correcto que el nuevo equipo económico insista con obsesión en realizar un nuevo ajuste de las cuentas públicas.
Quizás alguien se pregunte cómo puede ser que el ajuste de las cuentas públicas sea una necesidad permanente de las autoridades económicas. Para entenderlo, basta mirar el sector privado, donde el crecimiento de las estructuras burocráticas es tan común como en el sector público.
Los ajustes
En el sector privado los ajustes se conocen como "reingenierías", y cualquier empleado no sólo sabe de su existencia sino que casi seguramente haya vivido una o más en carne propia. Sin embargo, en el caso del sector público nacional la necesidad de ajuste no surge de una explosión de gasto sino de un crecimiento en los intereses.
Como se puede ver en el gráfico adjunto, tanto el gasto público (excluyendo intereses) como los ingresos (ambos netos de transferencias a las provincias) se han mantenido relativamente constantes durante los últimos tres años. Comparado con 1996, previo al paquete impositivo implementado por el equipo de Fernández, el balance entre recursos y gastos ha mejorado. Sin embargo, durante estos años ha habido un espectacular crecimiento de los intereses que se produce como conjunción de una serie de factores: el proceso de reconversión de deuda a tasas subsidiadas a tasas de mercado, el comienzo del devengamiento de intereses para algunos bonos que cumplieron con sus períodos de gracia, la extensión de la deuda a plazos más largos y, obviamente, la acumulación de déficit previos. Esto, sumado al agotamiento de los fondos por privatizaciones, genera un significativo bache por cubrir a partir del 2000. Y por más que nos pese, no hay más remedio que bajar el gasto o subir la recaudación para cerrarlo.
En este contexto son muchas las obviedades que se pueden decir, pero poco el margen para lo que se puede realmente efectivizar. En reducción del gasto, el nuevo equipo ha profundizado el recorte sugerido en el presupuesto por Roque Fernández. Seguramente, hay mucho más por hacer, porque la tarea de mejorar la administración de los recursos públicos apenas comienza, pero concretarla demandará algún tiempo.
Queda entonces la alternativa de subir la recaudación. Nuevamente, las obviedades están a la orden del día. Nadie estará en desacuerdo en que reducir la evasión es la manera de avanzar: permite incrementar la recaudación sin aumentar las tasas, mejorando al mismo tiempo la equidad entre contribuyentes. El problema es que nadie tiene idea de cómo hacer realidad este objetivo, y cualquier avance que se haga en esta dirección necesariamente llevará años de buena gestión y de férrea disciplina. En este sentido, nada ayudan los rumores de otorgamiento de jubilaciones a los que no hayan hecho los aportes correspondientes, y menos aún repetir como tantas veces se ha dicho que la medida será por única vez. Este tipo de afirmaciones sólo contribuyen a perder credibilidad desde el día uno.
Mecanismos
El único mecanismo que queda entonces para lograr el ajuste en el corto plazo es el de aumentar las tasas impositivas, y es en esta dirección que está empujando, correctamente, el equipo económico.
Es cierto que las medidas tomadas son debatibles ya sea porque son excesivamente discrecionales (estimulando el lobby sectorial), ya sea porque el paquete es poco creativo (simplemente aumenta la carga impositiva sobre los contribuyentes que ya pagan), o ya sea porque aumenta fuertemente la iniquidad horizontal del sistema (actividades o personas equivalentes pagan tasas diferentes) todo esto con efectos inciertos sobre la iniquidad vertical (el paquete lo paga la clase media cuando la generalización del IVA, por ejemplo, es mucho más efectiva en llegar a los grupos de altos ingresos). Sin embargo, desde una perspectiva macroeconómica, más importante es discutir qué probabilidad de éxito tiene este tipo de ajuste.
En un reciente trabajo, Roberto Perotti, profesor de la Universidad de Columbia, analiza este punto. Para ello toma todas las experiencias de ajuste fiscal implementadas en América latina en los últimos 30 años y se pregunta cuál es la relación entre cómo fue hecho el ajuste (si con reducción de gasto o aumento de impuestos) y su sostenibilidad en el tiempo.
Resultados contundentes
Los resultados son relativamente contundentes: los ajustes que fueron sostenibles fueron aquellos que se implementaron mediante reducción en los gastos. El resultado sugiere que los aumentos de impuestos en América latina terminan siendo relativamente poco exitosos porque estimulan la elusión y la evasión y aunque en el corto plazo tengan efectividad, en el largo plazo se diluyen completamente. Por el contrario, las reducciones de gasto sí resultan políticamente aceptables, porque al ser baja la eficiencia en la provisión de bienes públicos a la gente no le cuesta resignarlos.
Cuánto de esta experiencia internacional es extrapolable a la Argentina es discutible. Pero es una llamada de atención sobre la importante tarea que queda por delante. El enfoque inicial del equipo económico es el correcto, aunque es innegable que el paquete aumenta la iniquidad horizontal del sistema. Es por ello esencial que el Gobierno rápidamente proponga para el debate ideas sobre cómo eficientizar el gasto y reducir la evasión. Por ahora no tenemos nada.
El autor es economista y director de la Escuela de Economía Empresarial de la Universidad Torcuato Di Tella.
El próximo domingo: el columnista invitado será Jorge Remes Lenicov