La ética de los empresarios
Las turbulencias sociales y políticas que recorren el mundo, nuestro país incluido, nos ofrecen una oportunidad para revisar algunas ideas.
Hace unas semanas, el filósofo Bernardo Toro decía que las instituciones son un conjunto de reglas que surgen para facilitar las transacciones dentro de un marco ético, es decir, de construcción de dignidad y bienestar en la sociedad. Las instituciones de una sociedad son el marco donde fluyen las políticas, y determinan el funcionamiento de la economía y los negocios.
Reflexionaba Toro sobre la creatividad a la hora de orientar esas transacciones, y al escucharlo caí en la tentación de encontrar un ejemplo en el enfoque de las capacidades descripto por el premio Nobel de Economía Amartya Sen.
Según Sen, las capacidades de las personas pueden ser básicas, como gozar de buena salud; sociales, como la inclinación a la solidaridad; o de negocio, como ser autónomo, emprendedor, empleable, ser red, ser integrador, entre otras que cada sociedad podría definir. Sen relaciona estas capacidades con la felicidad y el bienestar de las personas. Me parece oportuno relacionar ambas ideas: la ética, la dignidad están ligadas a la generación de esas capacidades en los actores de una sociedad.
Decía Toro que las instituciones deben modificarse o incluso desaparecer si no persiguen un propósito ético. Muchas veces nos vemos envueltos en discusiones sobre la necesidad de mantener instituciones cuando, en el fondo, lo importante es si sirven o no para el propósito ético con el que fueron creadas. La madurez de una sociedad está dada por su capacidad de modificar las instituciones. "El que lucha por conservar valores no teme cambiar las estructuras; el que lucha por conservar las estructuras no teme cambiar sus valores", dice Toro.
La política es encontrar consensos para promover, regular, redistribuir, incluir, sin perder el sentido ético dentro del marco regulatorio. Finalmente, la economía y los negocios son transacciones que persiguen la producción de bienes y servicios a tales fines. La crisis de una sociedad aparece cuando los negocios o la política modifican las instituciones o su sentido ético.
El pensador Italiano Stefano Zamagni habla sobre el rol de los empresarios en este mundo turbulento. Zamagni dice que las transformaciones de los últimos años generaron mucho temor e incertidumbre en la sociedad; de allí que los incentivos giren alrededor del corto plazo. Frente a este fenómeno, los empresarios, junto a la sociedad civil y el sector público, deberíamos liderar la creación colectiva de una "sociedad de la esperanza", basada en la ética, según lo expresado por Toro.
Hasta ahora los empresarios formamos y sostenemos empresas, pagamos impuestos, generamos riqueza y empleo, tareas no menores y por cierto muy meritorias. En los últimos años, se avanzó con la agenda de la transparencia y en pensar ya no sólo en los accionistas, sino en todos los grupos de interés (clientes, proveedores, talentos), incluida la sociedad. Es decir, operamos sobre las consecuencias de los problemas con alguna forma de ayuda. La idea última de esa evolución es la responsabilidad social empresaria (RSE), que en muchas empresas pasó a integrarse a sus estrategias.
Pero todo esto no es suficiente. Los empresarios y emprendedores debemos operar sobre las causas de los problemas; es decir, crear, junto con el sector público y la sociedad civil, una "sociedad de la esperanza" basada en la ética. Hasta ahora los empresarios pensamos, con buenas intenciones por cierto, en sucesivas adaptaciones a un sistema con propósito difuso. Colocar el sentido ético por sobre todas las cosas permitirá encontrar mayor claridad en el camino.
Los empresarios tenemos mucha tarea por delante, pero deberíamos preguntarnos si todos los actores del espacio público, especialmente el Estado, generamos capacidades en las personas, como por ejemplo mayor inclusión con libertad o mayor autonomía, o si las hacemos más empleables (que no es lo mismo que dar empleo).
Deberíamos considerar si los impuestos actuales sirven para estos fines y definir su nivel, a fin de que permitan generar capacidades y bienes públicos; plantearnos si las empresas o los trabajadores estamos motivados para desarrollar proyectos o tareas que conduzcan a una sociedad más digna. Pero no debemos olvidar que se requieren incentivos; hay que ser creativos para diseñar incentivos de alto valor ético y moral, y no confundir incentivos con subsidios.
Frente a las elecciones, cambios en los gobiernos y movilizaciones en la sociedad, debemos exigir que la agenda ética esté presente en el debate público. Deberíamos reflexionar, cada uno de nosotros, si con nuestra tarea aportamos nuestro grano de arena en esa dirección.
Las ideas de Bernardo Toro, Amartya Sen y Stefano Zamagni dan vueltas sobre quienes intentamos encontrar un sentido a las instituciones, la política y la empresa; también, sus roles dentro de la sociedad del siglo XXI, muy diferente de otras anteriores, pero con muchas más oportunidades para muchos.
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