La estampita de Milei que une a cristinistas y albertistas
Una táctica electoral entretiene a dirigentes del oficialismo, mientras persisten las diferencias sobre una estrategia general que ponga fin a las disputas entre el Presidente y la vicepresidenta de la Nación
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Es probable que el kirchnerismo le prenda todos los días una vela a una estampita de Javier Milei, como afirmó semanas atrás el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales. Hay razones para creer que es así: uno de los fantasmas con el cual dirigentes cercanos a Mauricio Macri, y hasta el propio expresidente y fundador de Pro, tienen pesadillas es la posibilidad de que si Horacio Rodríguez Larreta se impone a Patricia Bullrich en las PASO de agosto, parte de los votantes de esta última terminen apoyando en las elecciones generales de octubre a Milei.
Desde hace rato, no pocos dirigentes del Frente de Todos abrazan esa hipotética ecuación. Cualquier hecho que divida a la oposición puede terminar beneficiando al hoy débil oficialismo. Esta alternativa se potencia en la provincia de Buenos Aires, donde la contienda electoral por la gobernación se gana por simple mayoría de votos, ya que no existe el mecanismo de la segunda vuelta como en el orden nacional. De ahí que el gobernador Axel Kicillof esté tan entusiasmado con la posibilidad de ir por su reelección en el distrito bonaerense y mire para otro lado cuando dirigentes cristinistas insinúan que él podría ser el candidato presidencial si Cristina Kirchner, finalmente, no lo es.
La idea de que el crecimiento de Milei pueda conspirar contra la potencialidad de Juntos por el Cambio también está presente en lo más alto del gobierno nacional. No parece casual que tanto la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, primero, como el propio Alberto Fernández, poco después, hayan salido a cuestionar en público al líder de La Libertad Avanza, sembrando dudas sobre su medio de vida. “¿De qué vive (Milei) si dona su sueldo (de diputado nacional)?”, se preguntó el jefe del Estado.
El dirigente ultraliberal le respondió, a través de Twitter: “Vivo de mi laburo, Alberto. Como hice toda mi vida. Algo que vos no entendés porque te hiciste millonario de hacer lobby para esas multinacionales que decís odiar”. Aludió así a trabajos de asesoramiento que el actual primer mandatario habría realizado para empresas luego de su paso por la Jefatura de Gabinete, en tiempos en que estaba distanciado de Cristina Kirchner.
No es habitual ver a un presidente de la Nación envuelto en una discusión con un dirigente político de una fuerza con una mínima representación parlamentaria. Sí es común que, en la actividad política, los líderes elijan a cuáles adversarios subir al ring. En el caso que comentamos, resulta obvio que, desde el Gobierno, se ha decidido enfrentar a Milei con el propósito de darle la centralidad necesaria como para que, desde un primer plano, le dispute y le reste votos a Juntos por el Cambio.
La estrategia oficial se puso en marcha luego de que se conocieran distintas encuestas de opinión pública que le otorgan a Milei una elevada intención de voto y un techo electoral capaz de inquietar a muchos de sus competidores.
Por caso, el último relevamiento de la consultora Opinaia, efectuado entre 2000 personas hace un mes, indica que la fuerza política liderada por el economista ultraortodoxo, La Libertad Avanza, tiene una intención de voto del 21% y un techo del 58% cuando se suman aquellos electores que dicen que probablemente lo votarían. Otro 42% afirma que nunca lo votaría.
Según el mismo sondeo, por debajo de los ultraliberales, Juntos por el Cambio se ubicaría con un piso de votos del 16%, un techo del 54% y un rechazo del 46%. El kirchnerista Frente de Todos, por su lado, recibiría un voto seguro del 14%, un techo del 35% y un rechazo mayúsculo del 65%.
El crecimiento de Milei inquieta a no pocos dirigentes de Juntos por el Cambio. De distinta forma lo demuestra la actitud de diversos dirigentes de esta coalición. Desde Patricia Bullrich, quien ha buscado un acercamiento al líder de La Libertad Avanza, hasta el jujeño Morales, también dispuesto a ser precandidato presidencial, quien consideró que “Milei es un gran fraude en la política argentina” cuyo rol es “debilitar a Juntos por el Cambio”, que “se aprovecha de la bronca que tienen especialmente los jóvenes”, al tiempo que afirmó que la solución “no es la antidemocracia porque lo que reemplaza a la democracia es la tiranía”.
Resulta claro que Juntos por el Cambio necesita de las PASO para resolver la cuestión de su liderazgo y, de inmediato, desarrollar una ardua tarea para preservar a todos los sectores, incluidos los derrotados en las primarias. Su preocupación después de esa instancia electoral será buscar una conjunción homogénea que evite fugas de votantes en los comicios generales previstos para octubre.
Si para Juntos por el Cambio uno de los principales desafíos es articular una propuesta coherente que aglutine a todos sus sectores, para el Frente de Todos el reto no es menor. Además de generar liderazgos alternativos, deberá definir una estrategia que no podrá prescindir del rol que jugará Alberto Fernández.
El Presidente teme que, desde el día que anuncie formalmente que no buscará la reelección, su ya de por sí escaso poder termine de licuarse. Por eso trata de postergar una definición todo el tiempo que pueda. Si fuera posible, hasta el día del cierre de listas de precandidatos para las PASO, que será el 24 de junio. Es improbable, sin embargo, que el kirchnerismo esté dispuesto a esperar tanto.
Junto a esa vocación presidencial por no abandonar el centro de la escena, aun cuando las encuestas lo muestren en su peor nivel de imagen pública, es probable que los permanentes cuestionamientos e insultos que se le prodigan desde La Cámpora –con Andrés “el cuervo” Larroque a la cabeza– de algún modo lo fuercen a no dar tan fácilmente el brazo a torcer.
La apuesta kirchnerista de procurar levantar la centralidad de Milei para dividir a la oposición es una jugada táctica que, por ahora, puede contener a unos y otros. Tiene, sin embargo, una contraindicación: la posibilidad de que el dirigente liberal también le pueda restar sufragios al oficialismo y que, de cara a un escenario socioeconómico incluso peor que el actual, el Frente de Todos quede tercero, sin siquiera albergar la chance de disputar un ballottage.