La esperanza de un poder nacional y regional
Este fragmento forma parte de “Realidad y posibilidades del Mercosur”, incluido en Siete escenarios para el siglo XXI (Sudamericana), de próxima aparición.
Estamos viviendo una etapa decisiva. Después de la aniquiladora ilusión globalizante y de economicismo sumiso, la Argentina vira hacia la realidad nacional y sus intereses. Somos la presa herida que va recobrando sus fuerzas recónditas, para empezar las de la dignidad. Volvimos a nuestra moneda, a la producción de lo que sabemos hacer, a desarrollar nuestra creatividad. El mundo se sorprende de una recuperación que ningún autor del totalitarismo economicista hubiese atinado a prever. Y lo que es más importante: los argentinos van recuperando su autoestima. Pero sin consolidación de poder regional un país como el nuestro queda expuesto a las dependencias y tensiones como las que vivimos, sea con el FMI, con el Banco Mundial o con los tenedores de bonos de nuestra descomunal deuda pública.
Más allá de la integración y de los beneficios de crear zonas de libre comercio, hoy los pactos regionales son realmente pactos de existencia ante la aplanadora del poder financiero mundial desmadrado. Sin una zona fuerte en apoyo a los Estados nacionales débiles, no hay posibilidad de resistencia.
Ni política, ni económica, ni culturalmente, que es lo más importante. (La realidad de la dependencia económica se corresponde con el ingreso de un esquema de trasnculturización y de decadencia moral –que no sabemos o queremos cuantificar).
El Mercosur nos convoca a diseñar un polo de poder mundial. Una unidad política múltiple y funcionante. Hay que tender puentes, caminos, trenes de alta velocidad; unificar formas jurídicas, unir empresarios, fundar una estrategia militar defensiva y disuasoria, institucionalizar las formas de conducción de la gran nación de naciones que tenemos entre manos. Tarea homérica, supremo desafío. El de nacer.
No interesa ya el Mercosur como un mero campo para el mercantilismo mundializado.Debemos vivirlo con la pasión de una realidad fundadora, de un renacimiento. Significa la recuperación de nuestro anémico sentido de soberanía y la posibilidad de recuperar un puesto mundial que está en la base del orgullo de la genial ocurrencia fundacional de la Argentina.
Un Mercosur aliado de la Comunidad Andina sería el camino hacia esa Unión Sudamericana que parecería el bolivariano destino manifiesto de nuestros países, y sobre todo de esa gran cultura euroamericana que vivimos todavía de pantalón corto, sin saber darnos formas civilizatorias propias. Somos los retrasados, los eternos nonatos, del octeto de culturas que Huntington imagina como protagonistas del futuro de este mundo donde el todopoderoso Occidente entró en su etapa decadente, implosiva.
En efecto, el siglo XXI se abrió desde el agotamiento de los grandes programas decimonónicos. Estamos ocultando la esencia de dos imposibilidades, de dos caminos gastados:
1) El capitalismo liberal entró en el mercantilismo y financierismo terminal. Enfrenta el límite ecológico y cultural. El futuro de expansión de consumismo feliz y democracia para todos ya es ilusorio: se sabe que se engendran pobreza y miseria, que se consolidan mínimos islotes de opulencia y continentes de postergación.
2) Por otra parte, se evidenció en el último ventenio que ninguno de los socialismos, desde el soviético a los de China, Sudamérica o Africa, ni las socialdemocracias europeas, lograron consolidar un camino de vida distinto, alternativo, libre de la fuerza de atracción del liberal-capitalismo que termina por fagocitar los sueños de libertad, igualdad, fraternidad. No pudieron hacer prevalecer lo social sin recaer en lo esencial del capitalismo.
Esto sugiere que estamos ante una laguna de reación renovadora a escala mundial, disimulada por el statu quo y la repetición de lo fracasado. Los dioses han muerto y no sabemos pensar otros, los que necesitamos para dar sentido a contenidos de vida que abran un nuevo horizonte y estilo.
El momento es crucial: hay que pensar nuevas formas económicas que no signifiquen una trasnochada dialéctica entre fuertes y explotados, opulentos y condenados de la Tierra.
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