La emperatriz Sissi, un amor secreto de Emil Cioran
El escritor y pensador rumano-francés se identificaba con la visión escéptica y melancólica de Elisabeth de Austria, cuya vida fue marcada por la tragedia
Siempre me fascinaron las pioneras, las mujeres de avanzada, nacidas antes de su tiempo, transgresoras de las costumbres de su época, precursoras en sus demandas, ideales y rebeldías. Escribí sobre varias de esas personalidades, especialmente acerca de algunas que pertenecieron al mundo de las artes y de las letras.
Pero jamás me hubiera interesado en la figura de la emperatriz Isabel de Baviera (o Elisabeth de Austria o, simplemente, Sissi) si Cioran no la hubiese contado entre sus referentes. Cuando me habló de ella en su buhardilla de París, solo la relacioné con la bella actriz Rommy Schneider, que la encarnó en la trilogía cinematográfica de Sissi, a la que muchos de mi generación vieron en sus años mozos.
Pero he aquí que, en medio de esta pandemia que me llevó a ordenar papeles, me encuentro con un texto increíble, que me regaló en París un amigo escritor hará un par de años y que había quedado en el olvido. Se titula "Sissi o la vulnerabilidad" y constituyó en 1986 el prólogo del catálogo del Centro Pompidou a la gran muestra retrospectiva Viena, el apocalipsis alegre ( 1880-1938). Son reflexiones de Cioran sobre Sissi, recogidas por la escritora, filósofa y traductora alemana Verena von der Heyden-Rynsch.
Releí el texto en francés y me pareció tan interesante que me puse a traducirlo. Me dediqué luego a recorrer una biografía de la emperatriz y me enteré así de los dramáticos hechos que signaron su vida. Se llamaba Elisabeth Amelie Eugenie Herzogin de Baviera y "Sissi" fue una derivación del diminutivo "Lisi". Se casó a los 16 años con su primo, el emperador Francisco José I, de 23, quien se enamoró perdidamente de ella al verla, cuando en realidad la que debía ser su candidata era la hermana mayor de Sissi, Elena. De ese modo, Sissi que ya había nacido duquesa, se convirtió en la emperatriz consorte de Austria y reina consorte de Hungría, Bohemia, Croacia, Eslovenia, Dalmacia, Galicia, Lodomeria e Iliria. Quedó en la historia como la última gran emperatriz de Europa.
Nació en Múnich en 1837 y murió en Ginebra en 1889. Además de ser bellísima, era políglota, odiaba la vida de la corte con su estricta disciplina y sus convencionalismos. Era poeta, lectora y admiradora de Shakespeare, Heine, Shopenhauer y Hegel. Tenía sus excentricidades: cuidaba mucho su larga cabellera, haciéndosela lavar con una mezcla de coñac y huevo batido. Amaba los animales, tenía perros, pájaros exóticos y a su caballo favorito le puso el nombre "Nihilista". Le gustaba nadar, se tapaba la cara con un abanico negro de cuero cuando quería poner distancia con ciertas personas, la apasionaban los viajes (hizo más de treinta dentro y fuera del Imperio Austro-húngaro).
De sus cuatro hijos, la pequeña Sofia murió de tifus a los dos años. El único varón, Rodolfo de Habsburgo, a los 30 años, fue encontrado muerto junto a su joven amante, la baronesa María Vetsera, en su pabellón de caza de Mayerling. Se habló de un doble suicidio, de un acuerdo entre los amantes, pero también se especuló con que ambos habían sido víctimas de un complot austríaco o francés, ya que él era el heredero a la corona del Imperio Austro-húngaro y tenía ideas muy liberales para la época. Ese terrible acontecimiento fue conocido como "El crimen de Mayerling" y llevado al cine en varias películas, la última (1968), dirigida por Terence Young, con Omar Sharif y Catherine Deneuve. Tras el drama de su hijo, Sissi cayó en una depresión y guardó luto hasta el día de su propia muerte, ocho meses más tarde.
Detestaba más que nunca el protocolo imperial de Viena y, en cambio, adoraba a Hungría, país donde -se murmuraba- había tenido, hacía años, un romance con el apuesto conde-coronel Gyula Andrassy. Iba con frecuencia a Budapest, pero sobre todo viajaba a Ginebra, lugar que le encantaba. Fue allí que, el 10 de septiembre de 1898, antes de subir a un barco para pasear por el lago Leman, un anarquista italiano la hirió de muerte, clavándole un estilete en el corazón.
Su cultura, sus rebeldías, sus cuestionamientos existenciales, las perturbaciones de su alma hicieron que Cioran encontrara en ella una suerte de "álter ego", alguien que había experimentado su propia visión de la vida , su escepticismo, su melancolía y su espíritu torturado. Es muy interesante observar en el texto que sigue cómo cada vez que Cioran habla de la personalidad de Sissi, parece referirse a sí mismo. Creo que fue por esa fuerte identificación que el pensador rumano-francés la incluyó en su escasa lista de veneraciones.
A continuación, un extracto de las reflexiones de Cioran sobre Sissi.
Van der Heyden-Rynsch: Hace mucho que está interesado en Elisabeth de Austria. ¿Qué es lo que suscitó su interés por un personaje que ha sido, con frecuencia, tan mal comprendido?
Emil Cioran: Me gustaría comenzar con una cita: "La idea de la muerte purifica y hace el oficio del jardinero que arranca las malas hierbas de su jardín. Pero ese jardinero siempre quiere estar solo y se enoja si hay curiosos que miran por encima de su muro. De ese modo, yo escondo mi figura detrás de mi sombrilla y de mi abanico, para que la idea de la muerte pueda ?jardinear' serenamente dentro de mí". Son estas pocas frases, leídas en 1935, cuando yo tenía 24 años, que fueron el punto de partida de ese interés apasionado que experimento hacia la emperatriz Elisabeth. [?]
Maurice Barrès escribe que las reflexiones de Sissi consignadas por Christomanos son "el más asombroso poema nihilista que jamás se haya vivido en nuestros ámbitos". ¿Se trata de nihilismo o más bien de desengaño?
Aunque se puedan citar reflexiones de ella teñidas de nihilismo, esta palabra, en su caso, tiene una connotación filosófica incómoda. Ella estaba totalmente desengañada, cortada del mundo. A ella no le importaban los debates ideológicos de su época, su formación siendo principalmente literaria. Su "filosofía", le venía de Shakespeare, y más precisamente de los bufones de Shakespeare. Por lo tanto, no se trata de nihilismo, sino de una ironía suprema, de una lucidez desesperada. [?]
-Marie-Valérie, la hija preferida de Sissi, presenta a su madre como una joven mujer que habría abordado la vida llena de esperanza, pero a la que la incomprensión y las decepciones hubiesen empujado a huir del mundo. ¿Suscribe esta opinión?
Yo no quiero minimizar sus decepciones y sus pruebas, pero no pienso que ellas hayan jugado un papel fundamental. Ella hubiera estado decepcionada en cualquier otra circunstancia, nació decepcionada. Piense en los que practican la ironía. ¿De dónde viene eso? La causa no es exterior, es interna, está bien metida dentro de ellos. Es de lo más profundo del ser que emana la necesidad de arruinar ilusiones y certezas, factores del falso equilibrio sobre el cual descansa la existencia. "La locura es más verdadera que la vida", dijo la emperatriz. Ella hubiera podido llegar a esa conclusión sin la ayuda de ninguna desilusión. [...]
Christomanos dice que Sissi era "un universo de tristezas organizadas". ¿Acaso esta palabra, "organizada", es decir, casi una voluntad de estar triste, no sería lo contrario de su naturaleza?
Quien dice "organizado" dice sistemático. Sería "orgánico" la palabra justa. Todo en ella estaba dictado por su temperamento melancólico. La melancolía no es la desgracia sino el sentimiento de la desgracia, sentimiento que, en el fondo, no tiene nada que ver con las experiencias y los acontecimientos, ya que se lo experimentaría en el corazón mismo del paraíso. No hay ninguna necesidad de adversidad ni de infierno, la certeza de la inanidad es suficiente. La melancolía es la apoteosis del "para qué", es el triunfo del "para nada", de lo ineluctable vivido como una melodía sin tregua, como una tonalidad fundamental de la vida. Si la melancolía fuese el único criterio, Sissi sería comparable a Brahms. No se trata, evidentemente, sino de dos sensibilidades análogas, ya que es dudoso que ella haya estado interesada en su obra. Allí donde la comparación está más justificada aún, es en la preferencia de ambos hacia todo lo que es magiar. En su juventud, Brahms se había hecho amigo de un músico húngaro, Remenyi, que lo inició en la música de su país. Hay una tristeza específicamente magiar. De una manera general, se pueden distinguir en Europa tres formas de tristeza: la rusa, la portuguesa y la magiar. Es esta última la que me atrae más. ¿No nací acaso en Austro-Hungría? [?]
Sissi habla de la ironía como de un arma que la protege de la vida, que echa luz sobre lo ridículo y que, de golpe, permite superarlo.
La ironía es inseparable de la vulnerabilidad. Si la emperatriz admiró tanto a Heine, más vulnerable que ninguno, es antes que nada por causa de su manera alternadamente delicada y corrosiva de traducir sus reacciones de "desollado vivo". En lo cual le ha escapado al contagio de la ironía alemana, demasiado insistente, demasiado verbosa, molestamente filosófica, en lugar de ser fulgurante y concisa. No hay ninguna necesidad de edificar la ironía sobre fundamentos, y todavía menos de erigirla en un sistema, como se hizo en la época romántica. Fíjese en Francia, el caso de Sartre. El tenía cierta ironía, pero era de un estilo germánico. ¿Sería por sus antecedentes alsacianos? Su ironía está demasiado apoyada, es demasiado pesada y seria. La ironía está viva solo si se renuncia a justificarla.
-Y la ilusión, ¿qué es?
Pienso en Ramana Maharshi, acaso el más grande de los últimos sabios de la India. Cuando le preguntan un día "¿Qué es el mâya?", él respondió: "Mâya es mirar el hielo sin pensar que es agua". El prisionero de la ilusión no ve ciertamente sino hielo y cuando, por fin, se da cuenta de que es agua y nada más que agua, está desamparado. [?] Sissi consideraba que el amor era una cosa que no había que tomar en serio. Ella era capaz de ser fría, hasta con sus propios hijos, con la excepción de Marie-Valérie. Yo, por mi parte, creo que ella era incapaz de sentir una verdadera pasión. La ilusión, que está indisolublemente unida, hubiese sido imposible para ella. Posiblemente ella se haya enamorado como un juego. Con los años a su favor, sus vínculos con los seres se volvieron cada vez más extraños. [?]
El destino forma parte de los grandes temas de Sissi, ¿no es cierto?
Ella no pierde ninguna ocasión para decir que estaba en busca de su destino. Todo era interpretado desde esa perspectiva. Cuando, durante un crucero, advierte que una gaviota negra sigue el barco desde hace ocho días, enseguida ve en eso un aviso y una señal. La idea del destino, tan despreciada en Occidente, siempre tuvo un lugar de honor en el centro y sudeste de Europa. Sissi habla a veces de eso como si fuese una campesina de los Balcanes. Es el fatalismo de ese rincón del mundo que uno encuentra en ella cuando se predice a sí misma un final trágico, agregando que nadie será responsable, que su suerte está echada. Y es en ese mismo espíritu que ella sostiene que nada ni nadie sabrían influirla, porque ella confía plenamente en su voz interior. De donde también está su desprecio por la política, donde ella no ve sino engaño. Ella sintió llegar, desde hacía mucho tiempo, el hundimiento del Imperio. Era para ella una casi certeza que, por eso mismo, no la perturbó demasiado.
¿No piensa que con esta actitud ella precipitó el final de la doble monarquía?
Ella misma era un símbolo de esa evolución inexorable, en ese sentido una aparición pesada y que no hubiese sido posible sino al término de una dinastía. Francisco-José eligió precisamente a la persona a la cual no hubiera debido elegir. Esa elección, fatal para Sissi, lo fue también para Austria. Por su excesiva atracción hacia Hungría, hostil a la idea de federación, única solución razonable, la emperatriz aceleró, en cierta medida, la caída de la doble monarquía. Yo no nutro sentimientos antimagiares, pero hay que reconocer que el comportamiento de Sissi fue un grave error. Del mismo modo en que ella presentía el peligro general, el paisaje político, en sus detalles, le escapaba. Ella estaba hechizada, y es comprensible, por todo lo que el pueblo húngaro tiene de seductor. [?]
-La figura de Elisabeth se volvió hoy de una gran actualidad. ¿Cuál podría ser la razón?
-El ocaso de Austria, se ha dicho mil veces, prefigura el de Occidente. Hasta se ha hablado de un ensayo general. Lo que nos va a pasar, el acto posterior a la tragedia histórica de Europa, eso ya ocurrió en Viena, símbolo de un hundimiento que se dará de ahora en adelante. Sin ese grandioso trasfondo, Sissi no hubiera sido sino un sujeto inesperado para los biógrafos, o nada más que una diosa para devastados.
Escritora argentina de origen rumano; autora de 21 libros; el más reciente, Rosas del desierto (Vinciguerra)