La educación debe ser prioridad en el Pacto de Mayo
Los diez puntos propuestos por el presidente Javier Milei para el Pacto de Mayo tienen dos inconsistencias que se podrían reparar fácilmente. El primer punto habla de la “inviolabilidad de la propiedad privada”, que ya está consagrada por el artículo 17 de la Constitución nacional, con lo cual resulta redundante. Además, es el único que no implica una propuesta de cambio de paradigma de lo que viene sucediendo. Los otros nueve comprometen acciones de gobierno tendientes a reformas estructurales imprescindibles y dependen de los poderes Ejecutivo y Legislativo. En cambio, ese primer postulado referido a la propiedad privada es conceptual y no operativo. Reparar su violación es función del Poder Judicial.
La segunda inconsistencia es la ausencia de la educación entre las diez propuestas esenciales para cambiar el rumbo del país. Y es una lástima porque en el discurso ante el Congreso el Presidente pareció haber salido de su visión educativa acotada. Planteó temas centrales con agudeza y amplitud: “En lo que respecta a la educación, una crisis que ya arrastra décadas que es cada vez más profunda y que ha redundado en que hoy la mitad de los chicos de tercer grado no entiende lo que lee en la Argentina y el 70% no puede resolver un problema de matemática básica. Esta es la realidad actual del país con más premios Nobel de la región, que supo ser en su pasado un faro de calidad educativa. El analfabetismo incipiente es a nuestra educación lo que la inflación es a nuestra economía. En el plano de la educación superior, la creación de universidades se ha convertido en un negocio más de la política, y en los profesorados e institutos de formación docente proliferan currículas educativas de izquierda, abiertamente anticapitalistas y antiliberales en un país en el cual lo que se necesita en más capitalismo y más libertad”.
El analfabetismo por desgracia no es incipiente, sino creciente, y ya está demasiado difundido. Se quedó corto Milei con el 50%. Las pruebas ERCE 2019 mostraron que en tercer grado el 63,7% está por debajo de los niveles adecuados. Un drama equiparable al de otros flagelos nacionales debidos a décadas de populismo corporativo. Que alguien con formación económica diga que el analfabetismo es asimilable a la inflación para la economía debería inducirlo a dejarle la propiedad privada a la Constitución y poner en el punto uno de su programa a la educación. Para que temas como equilibrio fiscal, reducción del gasto público, reformas tributarias, laborales y políticas, apertura comercial, coparticipación federal, compromiso provincial a explotar recursos naturales sean comprendidos por la mayoría y aprobados se requiere de lo reclamado por el Presidente: leer y entender y sacar cuentas.
Es acertado poner adelante la alfabetización temprana porque sin ella, principal tragedia de la educación argentina, no se puede entender un problema matemático. Sería muy bueno que Milei, tan proclive a polemizar, se empape de esta problemática. Se encontrará con que encierra una sorda batalla ideológica y cultural. Han imperado monopólicamente métodos globales que propugnan que los chicos van a aprender solos por la mera exposición a un ambiente propicio. Pero además se canceló la aplicación de métodos estructurados, basados en evidencias, que apuntan a garantizar la adquisición de la lectura y la posterior comprensión. Durante años estos métodos han estado prohibidos y no se difunden en las usinas de formación de docentes, atosigadas de ideologismo y prejuicios como bien ha marcado Milei en su discurso. Hoy, aun quienes quieren avanzar en los cambios eluden esa discusión imprescindible. Se propone paradójicamente “libertad” metodológica, luego de años de imposición de una visión que ha llevado a la catástrofe presente.
Lo que dice de universidades y profesorados donde se forman los docentes es de una precisión quirúrgica, pero merece explicaciones y ampliaciones que exceden estas líneas. Se nota que Milei al fin se ha metido en el tema. Bienvenido. Porque debe ser consciente de que solo con liderazgo presidencial se lograrán los cambios que la educación requiere. Son tan severos que no podrán ser encarados por un ministro o secretario que no cuente con el peso simbólico de la máxima autoridad como soporte e inspiración. La Argentina tiene el ejemplo de avance educativo en la tríada presidencial de Sarmiento, Avellaneda y Roca, justamente en un período que admira Milei. Los tres encabezaron la construcción de un sistema que ubicó al país a la cabeza en la región y el mundo. Avellaneda venía de ser ministro de Educación de Sarmiento, quien continuó luego ligado a los procesos en curso ocupando diversos cargos.
Otros dos tramos del mensaje lo acercan al Presidente, como nunca antes, a la comprensión política del problema educativo. Sentenció: “En una Argentina donde los chicos no saben leer y escribir, no podemos permitir más que Baradel y sus amigos usen a los estudiantes como rehenes para negociar paritarias con los gobiernos provinciales”. En esas pocas palabras sintetizó varios aspectos. Nuevamente puso a la cabeza el drama de la alfabetización, pero también el papel demoledor en la caída educativa de las burocracias sindicales eternizadas. Y además, el reconocimiento presidencial del papel crucial de las provincias en un régimen federal. Ellas tienen la gestión de sus sistemas y la Nación debería reasumir su papel de garante de la calidad educativa. Porque es ella la que da la validez nacional de los títulos que se otorgan. En la recreación de la relación virtuosa de ministerios provinciales con escuelas a su cargo y autoridad nacional, sin escuelas pero con funciones indelegables no siempre asumidas, está la clave del sistema que el país necesita para mejorar su capital humano. La educación no es, como parece creerse por el erróneo diseño ministerial, una herramienta más en esa batalla, sino la columna vertebral que permite darla y ganarla. Ya lo dijo Sarmiento: “Todos los problemas son problemas de educación”.
Pero además Milei completó: “Por eso, incluimos en el decreto de necesidad y urgencia a la educación como servicio esencial, lo cual les sacará el arma de la mano a los sindicatos y los obligará a prestar al menos un 70% del servicio educativo durante cualquier huelga”.
Sepa el Presidente que con esa medida no solucionará el flagelo de los paros y del enorme ausentismo docente. No está mal que se apruebe, pues simbólicamente suma. Pero que no se crea que soluciona el daño porque los paros y el ausentismo se resuelven de otro modo. Hay casos ejemplares y exitosos para mirar, como Mendoza desde la primera gobernación de Alfredo Cornejo continuada por Rodolfo Suárez.
Sería muy positivo llegar a Córdoba con la educación a la cabeza entre las diez prioridades nacionales. Porque ninguna de las otras reformas será sostenible en el tiempo sin un cambio educativo que retorne el país a ese rumbo que Milei ve enraizado en la generación del 37, la de Alberdi y Sarmiento, máximos teórico y ejecutor, respectivamente, del país que admira el Presidente. Su mensaje en el Congreso dejó una expectativa alentadora. Solo falta que incluya la educación entre los puntos para firmar en mayo. ß
Exdirector general de Escuelas de Mendoza y miembro de la Coalición por la Educación