La educación como clave para el desarrollo nacional
No sólo son necesarias más horas de clases, sino también lo es una política educativa con fuertes compromisos financieros y políticos
La nueva gestión educativa comienza bajo signos muy auspiciosos y prometedores. No es banal que la persona designada al frente del ministerio se caracterice por su probada competencia técnica, capacidad de gestión, compromiso político y honestidad personal. En ese marco, no puede sorprender que los diagnósticos y las estrategias que se postulen para enfrentar los desafíos de la gestión educativa se apoyen en estudios de los cuales el propio ministro de Educación es uno de los animadores más activos.
En un apretado resumen (que no considera la universidad porque su análisis merecería otro artículo), el futuro inmediato plantea tres grandes ejes de discusión y acción: instalar la educación como prioridad de la estrategia de desarrollo nacional, implementar eficaces políticas para mejorar las condiciones de educabilidad de los alumnos y considerar a los docentes como la prioridad en las estrategias destinadas a mejorar la calidad de la oferta educativa.
Existe consenso en reconocer que la sociedad actual es intensiva en conocimientos e información. También existe consenso en reconocer que la democracia sólo será sustentable si se apoya en niveles razonables de equidad social y en una ciudadanía capaz de participar reflexivamente en los procesos políticos. Competitividad, equidad y ciudadanía son los tres objetivos clave de las estrategias de desarrollo, y la única política que actúa simultáneamente sobre esas tres dimensiones es la educación. La educación no puede ser considerada como una política social más y su prioridad no puede quedar reducida al reconocimiento retórico de su importancia, sin decisiones fuertes en materia de compromisos financieros y políticos. El primer desafío de la nueva gestión educativa consiste en crear una cultura de fuerte compromiso con la educación por parte del conjunto de la clase dirigente del país, como la que existió en la generación del 80.
Condiciones de educabilidad
La educación no depende sólo de las escuelas y los maestros. Todos los exámenes internacionales nos indican que el mapa de los resultados escolares se corresponde en gran medida con el mapa de las condiciones socioeconómicas de los alumnos. El nuevo ministro de Educación se enfrenta, en este sentido, con un país diferente del que existía cuando se diseñaron los planes de reforma educativa de comienzos de los noventa.
La población que vive en condiciones de pobreza supera el 50%, la desigualdad entre los ricos y los pobres ha aumentado significativamente, los recursos económicos disponibles para políticas públicas son escasos y los niveles de confianza de la población son muy bajos.
La educación no tiene lugar en un vacío social. Para que la escuela y los maestros puedan enseñar es necesario que existan ciertas condiciones mínimas de educabilidad que hagan posible el éxito del proceso de enseñanza y aprendizaje. Pero las estrategias educativas de corto plazo no pueden esperar que mejoren las condiciones de empleo y la distribución del ingreso de la población. Será necesario asegurar desde la propia oferta educativa un piso mínimo de condiciones de educabilidad a través de programas compensatorios que permitan el éxito del proceso de enseñanza. En este amplio ámbito de las políticas socio educativas reviste particular importancia la expansión de la cobertura de los programas de atención temprana. Cuanto antes los niños y las niñas de hogares pobres reciban una oferta educativa institucional, menos graves serán los efectos de la pobreza sobre su desarrollo personal.
Mejorar la calidad de la educación implica acciones integrales en varios frentes. Por un lado, mejorar los insumos del aprendizaje: más tiempo (días y horas de clase), más textos y contenidos curriculares actualizados, equipamiento técnico (computadoras, laboratorios de ciencias, etc.) y mejores edificios. Por el otro, la calidad depende no sólo de la oferta sino también de la demanda: es importante diseñar políticas para mejorar la información de la que disponen los padres para que puedan hacer demandas educativas más calificadas. Pero, en última instancia, la calidad de la educación depende de los docentes. En este sentido, el país cuenta con un activo importante. Sus maestros y profesores son parte de la solución y no parte del problema. Se abre aquí un espacio para políticas que contemplen no sólo las condiciones de trabajo de los docentes -de por sí muy importantes- sino su formación profesional y su compromiso con la tarea de reconstrucción nacional.
Gran parte de estos desafíos corresponde a las administraciones educativas provinciales. Pero el país necesita una política educativa nacional. Los objetivos deben ser comunes, los resultados también deben ser comunes y el Estado nacional debe estar dotado de los instrumentos que le permitan jugar el papel de garante de la cohesión necesaria para que los argentinos podamos vivir juntos.
El autor es director del Intituto Internacional de Políticas Educativas de la Unesco.
El ministro
Junto a Ibarra
Daniel Filmus tiene 47 años y hasta su designación fue secretario de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Era compañero de fórmula de Aníbal Ibarra para las próximas elecciones a jefe de gobierno.
Sociólogo
Es sociólogo egresado de la UBA y especialista en educación para adultos por el Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América latina y el Caribe. Es máster en Educación por la Universidad Federal Fluminense, de Brasil, y fue director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).