La educación, clave en la prevención contra el narcotráfico
Las palabras mutan con el tiempo y el uso. Uno de los principales ámbitos en el que lo semántico padece cambios desvirtuadores es en el mundo burocrático, que suele achaparrar los sentidos de las palabras y reducirlas para un manejo mecánico. Lo burocrático procura que una palabra signifique sólo una cosa, borrando matices y segundas acepciones. La debilita al limitarla.
Esta situación es muy evidente en el devenir del uso social del verbo "prevenir" y el sustantivo "prevención". Ambos han ido perdiendo densidad semántica en el uso de documentos oficiales y profesionales. Esa habitualidad ha simplificado y reducido el sentido de la palabra "prevención" a la condición de mero sinónimo de "información", "advertencia" o "aviso". Estamos frente a un caso claro de vaciamiento de sentido, pues se les ha quitado a las voces sus connotaciones originales y se les han borrado los matices, convirtiéndolas en escuálidas desde el punto de vista semántico. Y con ello, se las torna inoperantes.
Es saludable retomar la verdad del origen y recordar que el verbo latino "praevenire" era de frecuente uso militar. Aludía a la acción (encargada a la tropa de vanguardia) de explorar el terreno, tomando la delantera al enemigo y frustrando así cualquier intento de sorpresa o ventaja del adversario. A este grupo se los llamaba preventores.
En relación con el narcotráfico, estamos frente a un enemigo declarado, y nuestra labor docente debe ser de preventores, en el sentido más rico del término, porque los narcotraficantes vienen por todo, combativa y aguerridamente. Al paso marcial no se le responde con figuras de ballet. Se trata de una lucha. Se nos imponen formación seria y actitud de compromiso, capacitación para detectar, debilitar y frenar, en lo posible, el flagelo, cada cual en su campo de trabajo específico.
Para prevenir y combatir el narcotráfico no es suficiente trazar diagnósticos del estado de la cuestión (cómo ha avanzado la droga, sus vías, sus agentes, etcétera). Si más allá de estar alertados no estamos formados para la confrontación, será vana cualquier estadística. Todo será inútil si no se capacitan educadores preventores.
La prevención frente al narcotráfico es una actitud compleja y exigente, que implica prever lo que se aproxima, pues la lectura de los signos nos advierte sobre lo aveniente, y saberlo es el primer paso de la preparación para actuar; supone conocimiento del adversario, de sus instrumentos y tácticas en el abordaje de nuestros expuestos adolescentes; documentar con diagnósticos serios la realidad que hemos de confrontar; incorporar a la formación docente -actualmente no figura en su currículo- la información sobre las drogas y sus efectos, capacitando al maestro y al profesor con el desarrollo de competencias aptas para despertar en sus alumnos el goce por una vida sana, saludable, deportiva, solidaria y autónoma, basada en la cultura del proyecto, que plenifica de sentido -dirección y contenido- a la vida. Crear la conciencia de que esta lucha es incesante y se debe dar en todos los frentes.
Todo esto se desvanece cuando la improvisación, madre de todos los extravíos argentinos, es lo que prevalece. Y si a eso se le suma la frecuente incompetencia, por falta de profesionalidad, y el discurso gaseoso de los irresponsables, el desgobierno está asegurado.
La dura realidad que enfrentamos hoy en el país requiere gente capacitada profesionalmente, con responsabilidad, que asuma consecuencias y busque respuestas, y compromiso hondamente asumido, con capacidad de proyectos realizables y voluntad férrea de realización.
El autor es presidente de la Academia Nacional de Educación y miembro fundador del Observatorio de Prevención del Narcotráfico
lanacionar