La economía, según el Papa
Las palabras del Papa en Evangelii Gaudium sobre la economía han provocado revuelo. Muchos se quedan con algunas expresiones muy duras leídas fuera de contexto. Para entender bien lo que el Papa propone sobre la economía habría que leer todo el documento, o por lo menos los capítulos 2 y 4 enteros. Cuando se lee todo, se advierte que la postura del Papa es muy equilibrada.
Lo voy a fundamentar.
Por una parte, expresa una alta valoración de la actividad empresarial cuando dice que "la vocación de un empresario es una noble tarea? con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo" (EG 203).
Por otra parte, sus expresiones sobre la economía deben ser leídas junto con las afirmaciones sobre la necesidad que tiene el Magisterio papal del aporte de las ciencias (EG 40, 133, 182), con su metodología específica (EG 243). En coherencia con esta convicción, reconoce que él no debe "ofrecer un análisis detallado y completo sobre la realidad" (EG 51) y que no posee "el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones" (EG 184).
Éste es un marco importantísimo a la hora de opinar con libertad acerca de cuestiones económicas, sin quitar a las expresiones del Papa su peso exhortativo. La realidad económica y la solución de los problemas actuales requieren un análisis científico sólido que podría hasta negar algunas de las afirmaciones del Papa sobre estos temas, que no son dogmas de fe.
Pero Francisco no quiere dejar de decir que los angustiantes problemas de los países más pobres no se resolverán sólo esperando que se produzca espontáneamente algún "derrame" mundial gracias al crecimiento de los demás países. Eso para el Papa es ingenuo. Se requiere generosidad y acciones solidarias de los países más desarrollados para ayudar a la superación de la pobreza en los más pobres, porque "el solo hecho de haber nacido en un lugar con menores recursos o menor desarrollo no justifica que algunas personas vivan con menor dignidad" (EG 190).
Está claro que si "todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte" (EG 53) no hay salida para ellos. Por eso reclama "abrir los oídos al clamor de otros pueblos o de otras regiones" (EG 190), así como lamenta que "en el vigente modelo exitista y privatista no parece tener sentido invertir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan hacerse camino en la vida" (EG 209).
Tampoco ha negado el Papa que en algunos lugares del planeta haya disminuido la pobreza en las últimas décadas. Lo que afirma es que, a nivel mundial, la inequidad tiende a acentuarse, y que la velocidad y la intensidad del crecimiento de los que están mejor no ha sido la misma que la de los que están más abajo, "cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz" (EG 56).
Advierto que algunos economistas desfiguran las expresiones del Papa para hacerlo aparecer como tonto o mal informado. Me recuerda lo que hacen aquellos que dicen que el Papa les prohíbe hablar en contra del aborto cuando en realidad lo que él ha pedido es otra cosa más precisa: que no hablen "siempre" o "únicamente" de esos temas. Miremos bien los términos. Lo que el Papa rechaza dos veces es la autonomía "absoluta" de los mercados (EG 56, 202). Dice equilibradamente que "el crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone" (EG 204). Reclama intervenciones del Estado, pero también destaca que "los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras" (EG 202), y que está "lejos de proponer un populismo irresponsable" (EG 204).
Mejor leámoslo entero.
© LA NACION
El autor es rector de la UCA
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