La economía argentina, bajo examen
Si algo faltaba para que la economía argentina tomara conciencia de que estaba inmersa en la transición política, la asamblea del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, concluida la semana que pasó, puso el toque definitivo en ese sentido.
Del lado del equipo económico de gobierno, la presencia de las principales espadas (Pablo Guidotti, Miguel Kiguel, Rogelio Frigerio nieto) junto a su jefe, Roque Fernández, tuvo todo el sabor a una despedida de quienes se quieren ir dejando la casa lo más en orden posible, traspasando los libros a sus sucesores y con disposición a explicar todas las cuentas hasta en los detalles.
A tal punto fue así que Guidotti no tuvo ningún empacho en reconocer que los mercados internacionales están tranquilos "porque ya descontaron el triunfo de la Alianza" en las elecciones de octubre, frase que le valió un nuevo reproche de algunos legisladores y funcionarios políticos del justicialismo. Si el secretario de Hacienda y viceministro tuvo alguna intencionalidad política, no habría tenido otro objetivo que permitirse una jugada para desquitarse de las inquinas que despierta en vastos sectores del oficialismo, y que no dudaron en ponerlo en su mira, en los últimos meses: está claro que a nadie se le ocurriría seriamente pedirle la renuncia, cuando faltan apenas días para las elecciones y menos de dos meses para el recambio presidencial.
Por lo demás, no es un secreto para nadie bien informado la afinidad que existe entre el subsecretario de Financiamiento, Miguel Kiguel, y el potencial sucesor de Fernández si la Alianza gana las elecciones, José Luis Machinea. El mundo financiero registró con detalle la exposición pública de esa relación durante el almuerzo que reunió en Washington a lo más granado de la banca de inversión internacional, convocado por el ex subsecretario del Tesoro norteamericano y actual miembro del Credit Suisse-First Boston, David Mulford.
Pero no se trata de que exista algún tipo de preferencia personal entre funcionarios y candidato. Cabe recordar que el indiscutible protagonismo que ganó Machinea durante las reuniones en la capital norteamericana no fue sólo el fruto del conocimiento que banqueros y funcionarios del exterior tienen de las encuestas preelectorales en la Argentina.
En una jugada política que es difícil de entender a esta altura de la globalización -y de la dependencia suprema que la economía doméstica tiene del ahorro externo-, el gobernador y candidato del PJ, Eduardo Duhalde, le ordenó a su principal referente económico -el diputado Jorge Remes Lenicov- que no asista a la asamblea del FMI y se quede en Buenos Aires para impulsar el tratamiento legislativo de su proyecto de concertación social.
Tal vez le pareció un discurso contradictorio tener allí a su ministro de Economía in pectore, dialogando con quienes volvió a denostar en las últimas semanas como "usureros".
Miradas desde el Fondo
Lo cierto es que el mundo de las finanzas se mostró ávido por conocer en detalle los ases que la Alianza guarda en la manga para poner sobre la mesa si llega a la Rosada.
Machinea esbozó algunas promesas, empezando por la necesidad de encarar un ajuste fiscal con particular énfasis en las provincias (aunque públicamente esa palabra haya desaparecido de su vocabulario en los últimos días, por recomendación del propio Fernando de la Rúa). En este sentido, ya tendría decidido no aplicar la rebaja de los aportes patronales prevista para diciembre, a la espera de tomar el pulso a la recaudación fiscal.
La cuestión de las economías del interior sería abordada con el envío urgente de un proyecto de ley para reorganizar la maltratada coparticipación federal de impuestos (el régimen que formaliza la distribución de los recursos de orden nacional entre el Estado federal y las provincias, que viene sufriendo tantas modificaciones desde los inicios de la gestión de Domingo Cavallo en Economía que a esta altura lo hacen un galimatías difícil de entender hasta para los expertos). La reasignación de algunos fondos específicos, como el Fonavi, promete ser un punto central de ásperos debates en el Parlamento.
En materia laboral, la política de la Alianza no incluiría la eliminación de las indemnizaciones (como lo pretende el credo del Fondo Monetario), aunque sí contemplaría la extensión de los plazos para los contratos de prueba y la puesta en práctica de formas flexibles de contratación. Machinea también se manifestó públicamente en favor de establecer negociaciones de convenio a nivel de empresas, en lugar de las actuales por rama, lo que reduciría aún más el menguado poder de los sindicatos.
Como en una partida de póquer, del otro lado del mostrador las señales emitidas pueden haber parecido contradictorias en los últimos días, pero no fueron más que los gestos de quien sabe que tiene el poder y que está por ingresar en una nueva etapa de negociación.
Mensajes cruzados
En un gesto inédito, antes del comienzo de la cumbre de Washington el principal economista del Fondo, Michael Mussa, sugirió que el organismo estaría dispuesto a apoyar a la Argentina con un paquete de préstamos por US$ 10.000 millones, dato que sorprendió incluso a los argentinos, que no habían pedido nada hasta el momento.
La ilusión no duró mucho. Apenas 24 horas más tarde, Machinea enfrentó toda la dureza de Teresa Ter-Minassian y Claudio Loser (el ala dura del equipo negociador del FMI), exigiendo muestras de que la Argentina encarará el ajuste con el rigor que le faltó a Carlos Menem en los últimos años de gestión. El habitualmente diplomático Michel Camdessus, director ejecutivo del organismo multilateral de crédito, insistió en su apoyo y reconocimiento a la Argentina, al mismo tiempo que exigía que terminara el "despilfarro" en las provincias.
Señales parecidas emitieron quienes con su actuación deciden el destino de miles de millones de dólares. El banco de inversión Merrill Lynch aconsejó apostar por acciones argentinas, mientras las calificadoras de riesgo Standard & Poor´s y Moody´s ratificaban que mantendrían en la categoría de "negativa" la perspectiva de la economía local, paso previo a bajar la calificación de los títulos de deuda argentinos.
Los examinadores muestran buena predisposición hacia los gestos de los alumnos. Pero quieren esperar a los hechos para poner la nota.