La doble vara de Cristina se expande
“Necesitamos que el Frente de Todos vuelva a ser gobierno”, decía el domingo Hugo Yasky al conmemorar en una sociedad de fomento de Florencio Varela el Día del Trabajador. ¿Sabrá Yasky que el Frente de todos, a cuya bancada de Diputados él pertenece, ahora mismo está gobernando? Si el FdT tuviera la suerte de resultar ganador en las elecciones no volvería. En todo caso seguiría. Porque para volver primero hay que irse. ¿O se fue?
Los kirchneristas ya hablan lenguaje excluido. No es el lenguaje de la post verdad sino de la post Cristina, una sofisticada enajenación que deja el “yo me borré” de Casildo Herreras como una chata, burda exclamación de fuga plana. La vicepresidenta nos habla, o pretende hacerlo, desde un no lugar multidimensional.
Esta vez la “clase magistral” no fue ofrecida en una universidad kirchnerista, quién sabe por qué, sino en un teatro, el principal complejo lírico, musical y coreográfico de La Plata. De frente a las 1780 butacas de la Sala “Alberto Ginastera”, por cuya estética renovada la disertante expresó admiración, hasta lo felicitó a Axel Kiciloff, aunque sin mencionar al Ginastera aludido, máximo compositor argentino y quizás el más importante de Latinoamérica. Omisión que no sería atribuible, como dirán malpensados unidimensionales, a que el músico tuvo cierta reputación antiperonista (en los años cincuenta lo exoneraron cuando se opuso a bautizar “Eva Perón” al conservatorio platense) sino a que para reconocerlo ella habría tenido que decir Alberto. Y esa palabra no existe.
Ya nada es como era: “¡oltri tempi!” (se cree que ahí Cristina Kirchner quiso usar la expresión en italiano “altri tempi”). “Esto ya lo expliqué varias veces, pero…”. Iba a fustigar a los educandos y se detuvo: “lo expliqué varias veces pero siempre es bueno volver a explicarlo”. Y para que no se pensara que las cosas que enseña carecen de respaldo científico, en cinco oportunidades hizo la cita correspondiente. Dijo textualmente: “como ya lo dije yo en mi anterior clase magistral…”. El que no lo crea sólo tiene que repasar el discurso.
Todo es culpa de la concentración económica. De Cavallo, López Murphy, Rodríguez Larreta, Milei, las “políticas enlatadas” y los “cuatro vivos” que se están llevando el crecimiento de la economía. Sin explicar por qué la brillante idea de tener “un programa de gobierno” no se le había ocurrido antes, una verdadera pena, Cristina Kirchner informó que la inflación es importada. Viene del FMI, tal como lo había adelantado, acaso para ir preparando al auditorio, su hijo Máximo.
Yasky era uno de los que tenían expectativas por el discurso de Cristina Kirchner en La Plata, pero porque pensaba que ella iba a definir por fin la estrategia electoral del oficialismo. Así lo presagió el sindicalista de la CTA el día anterior en una radio. Nada de eso sucedió, la líder no definió estrategia alguna, como no fuera enfriar a Macri como enemigo y encumbrar a Milei, otorgarle al enrulado libertario la medalla de mejor retador del kirchnerismo.
Acostumbrada desde siempre a organizar en forma personal sus mítines, a meter mano en cada detalle incluida la lista de invitados y su distribución, ella supervisó el repertorio que entonarían la platea y los palcos. Del álbum Clamor 2023, “Cristina presidenta”, cuya letra repite en toda su extensión el contenido del título, es su tema favorito. Para ese momento tenía preparada como respuesta espontánea la remake de “no se hagan los rulos” y un resignado “ay, Dios” inmediato, que debió enorgullecer a Andrea del Boca, su antigua profesora de actuación.
¡Cuánto suspenso recreado con sus candidaturas a nada! Por lo menos quedó claro que hasta tanto el peronismo-kirchnerismo no se siente a pensar un programa de gobierno para el futuro (o tal vez para el pasado), en el presente el programa es el FMI. No el FMI en el sentido en el que Yrigoyen decía que su programa era la Constitución sino todo lo contrario, el FMI como el eje del Mal… al que hay que exigirle que por favor no nos condicione porque no se lo permitiremos.
¿Suena extraño? No más extraño que gobernar y posar de opositor, ser corresponsable de una inflación de 110 por ciento en ascenso y dar una clase magistral para explicar cómo funciona la economía, tener una condena a seis años de prisión por administración fraudulenta del Estado y enseñar cómo se debe administrar el Estado, arrastrar decenas de causas penales por presuntos negocios oscuros realizados desde la Casa Rosada y decir en medio del discurso, en alusión a supuestos privilegios fiscales de las grandes empresas, “así yo también quiero ser empresaria”. O cuestionar a “las grandes marcas que les venden a los ricos” como si nadie se acordara cuál era la presidenta que usaba carteras Louis Vouitton y mandaba a la militancia a burlarse de quien criticara en las redes ese berretín lujurioso.
No habrá programa pero hay dogma. El dogma es la doble vara. Una vez más se trata también acá del cuento del hombre que pasaba la frontera con una carretilla que llevaba arena, volvía a pasar con la carretilla pero transportando tierra, después lo hacía con hojas, al día siguiente con ramas y así hasta el hartazgo, sin que los gendarmes, quienes lo observaban impávidos, pudieran acusarlo por contrabando. Nunca entendieron que el hombre contrabandeaba carretillas.
La doble vara es la carretilla. Tan probada en el terreno de los derechos humanos como con los fallos judiciales, los escraches, los cortes de avenidas, las jubilaciones de privilegio, los barrios cerrados, las expresiones de odio, las denuncias en el INADI por discriminación.
Así como la grieta reconoce una piedra basal en el planteo “Braden o Perón” de 1946, no fue el kirchnerismo sino el peronismo el que se postuló primero como representante exclusivo del “pueblo”, retador moralmente superior de “la oligarquía” ahora rebautizada “la derecha”. ¿La patria es el otro? El enemigo es el otro si el otro no es del palo.
Quizás no extraña tanto que Cristina Kirchner, hoy sometida a una encerrona histórica, encuentre dificultades para colocar sus estrafalarias contradicciones al servicio de una causa cautivante como logró hacerlo en el pasado. Pero en alguna medida la encerrona incluye a otros miembros del universo peronista como la CGT, que se encuentra con la inminencia del armado de las listas electorales, negociación que tiene a los Kirchner en papeles centrales.
Aunque varios sindicalistas alineados con el kirchnerismo no participaron, la CGT emuló ayer la elasticidad de Cristina Kirchner para seguir haciendo actos en los que se critica fuertemente el resultado de la acción de gobierno pero donde al gobierno casi ni se lo menciona.
El acto de ayer, conmemorativo del Día del Trabajador con 24 horas de atraso, no fue en Paseo Colón, la 9 de Julio ni en la Plaza de Mayo, como antaño, sino en Nuñez, en una zona donde no predomina la clase obrera ni el peronismo. Se trató de un típico acto peronista en cuanto a parafernalia, si bien, considerando la fecha, de baja masividad. Héctor Daer, uno de los jefes de la CGT, repitió las plegarias de cabecera: la inflación es por los empresarios vivos que se aprovechan, la oposición quiere dinamitar todo y Milei insiste con dolarizar y eso es imposible (aunque la idea suele ser asociada con lo que hizo otro gobierno peronista hace 30 años). Cuando hablaba de “generar la unidad política y la unidad del movimiento obrero” a Daer lo taparon los muchachos de Moyano con estruendosas consignas camioneras, mientras la UOCRA ofrecía sus propios cánticos, no precisamente armónicos.
En una réplica a Horacio Rodríguez Larreta, quien ayer por la mañana había hablado en su condición de precandidato presidencial de hacer una reforma laboral, los líderes cegetistas plantearon bajar la jornada laboral de ocho a seis horas.
La doble vara en su esplendor: la CGT avisa que será intransigente y combativa con el próximo gobierno si gana la oposición. Con este elige ser candorosa.