La devaluación educativa
La suerte de una nación depende de la educación de su gente, clave para generar riqueza y crear igualdad de oportunidades. Una mala educación garantiza pobreza y desigualdad. Un país rico, desarrollado y justo socialmente es aquel en el cual la educación pública es de excelencia y accesible a todos los ciudadanos.
Hoy la decadencia de nuestro querido país es claramente tangible: desempleo, inflación descontrolada, falta de crecimiento y más. Esta decadencia social y económica está estrechamente relacionada con la caída en la educación de más de 50 años de nuestra sociedad. En las sociedades más desarrolladas se busca el talento, incentivando y premiando el esfuerzo. En la Argentina de hoy esto no parece ser un valor central.
La devaluación educativa lleva a la pobreza, y la pobreza no es no tener dinero. La pobreza es no saber cómo generarlo. Es un problema de educación no un problema financiero. Regalar plata no sólo no resuelve el problema, sino que lo agrava. El que quiera generar riqueza que ofrezca educación, y el que quiera generar pobreza, que reparta planes.
Sin inversión en educación no podremos conseguir ni el crecimiento económico ni social que los argentinos demandamos. La educación inclusiva y de calidad no solo ayuda a crear riqueza y combatir la pobreza, sino también a potenciar el crecimiento del país en un marco de igualdad. Defender la educación es nuestra prioridad.
La devaluación educativa es cada vez mayor y profunda. La Argentina pasó de ser uno de los primeros países en garantizar el acceso a la educación pública, laica y gratuita, a estar en todos los rankings educativos de la mitad para abajo. A principio de este mes se dieron a conocer los datos de las Pruebas Aprender 2021, que nos permiten obtener información oportuna y de calidad para conocer ciertas dimensiones del aprendizaje y los desafíos pendientes del sistema educativo. Los resultados fueron desoladores y una vez más nos escandalizan. Las asignaturas evaluadas fueron Lengua y Matemáticas.
El informe difundido por el Observatorio Argentino por la Educación mostró que todas las provincias empeoraron sus rendimientos. Entre 2018 y 2021 el porcentaje de estudiantes argentinos de primaria con buenos resultados en Lengua pasó de 75.3% a 56%, es decir, casi la mitad de los estudiantes tienen serias dificultades para comprender un texto adaptado a su edad. En el caso de matemáticas, en 2018 el porcentaje de estudiantes que no llegaba a un nivel satisfactorio era el 42,6% y en 2021 el 45,2%. Por lo tanto, los resultados no son mejores que en Lengua, sino que el punto de partida era ya más que preocupante y bajo.
Según detalla el informe, “los alumnos de estrato socioeconómico bajo tienen niveles de aprendizaje considerablemente menores que los de sus compañeros más favorecidos en todas las provincias”. Los datos también evidencian diferencias entre el rendimiento de alumnos de escuelas públicas y privadas ya que en todas las provincias los estudiantes de establecimientos privados tuvieron mejor desempeño que los que asisten a públicas. Por todo esto podemos inferir que la situación educativa argentina es una verdadera catástrofe. Este es el verdadero problema de nuestro país y resolverlo debe ser el objetivo de todos. La baja calidad educativa argentina y la desigualdad en el acceso a la educación, esencia de la injusticia social. Debemos conseguir una “educación pública de excelencia para todos” ya que sólo solucionaremos el problema de la pobreza y el subdesarrollo si centramos todos nuestros esfuerzos en la educación.
El pueblo de un país, su capital humano, es el recurso que verdaderamente hace la diferencia, con lo cual es un recurso clave y primordial. La educación es el elemento esencial para producir ese capital humano que tanto necesitamos, y es, además, un gran igualador: la educación es la justicia social por excelencia. Si logramos que la educación argentina sea de excelencia habremos dado el primer paso hacia la igualdad de oportunidades. La Argentina puede mejorar, pero tiene que cambiar el rumbo.
Abogado, presidente de la fundación “Becas Beethoven” y autor de El Poder de la Educación