La deuda eterna
A los argentinos nos gusta mirar lo que ocurre en otras latitudes y muchos gustan comparar… Vamos a comparar un poquito.
En Bolivia hubo elecciones, después de un 2019 caótico, de acusaciones cruzadas sobre irregularidades ejecutadas por oficialismo y oposición, y de un gobierno que dejó sus funciones antes de que termine su mandato (porque Evo Morales fue expulsado de su país antes de que culminara su polémica presidencia y por eso en Bolivia ocurrió efectivamente un golpe de Estado). Finalmente, y felizmente, hace escasos días, hubo elecciones generales, retornó la democracia y así, un gobierno elegido por la mayoría se prepara para gobernar.
En Chile también hubo elecciones para definir la reforma de la Constitución y hubo un abrumador apoyo a que se transforme el texto constitucional que data de 1980, año en que el exdictador Augusto Pinochet había reformado la carta magna chilena. Así, un 2019 también turbulento en Chile tras violentas protestas callejeras interminables, decantó felizmente en una elección, reformas y una estabilidad política que pareciera empezar a tomar cierta forma.
En Brasil están padeciendo el virus como nosotros, con una enorme cantidad de víctimas, con un presidente que piensa y actúa espantoso, pero con un manejo de la economía mucho más eficiente, y seguramente con futuros índices macroeconómicos y sus respectivos efectos adversos, más fáciles de sobrellevar que nuestra querida Argentina.
En Uruguay, el gobierno logró durante meses hacer sintonía fina entre lo sanitario, lo económico y lo social y así controlar el virus (mientras la vida de los uruguayos transcurrió con una anormalidad casi normal); y en este momento, están trabajando duro frente a un rebrote de la pandemia, con preocupación, y rendición de cuentas informando con la verdad a sus ciudadanos.
En Suecia no nos envidian ni un poquito.
En Argentina intentamos descifrar cuáles serán "los funcionarios que no funcionan", o sobre "el acuerdo político, económico y mediático" que nos propone la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner mientras punto y seguido, afirma "en realidad, lo que no aceptan es que el peronismo volvió al gobierno y que la apuesta política y mediática de un gobierno de empresarios con Mauricio Macri a la cabeza, fracasó". Intentamos descifrar un mensaje extenso, ambiguo, contradictorio e intrincado comunicado por Twitter. Mientras, cerraron miles de pequeñas y medianas empresas, el desempleo aumenta, el hambre crece, la inseguridad invade las calles con más violencia, no nos informan con precisión sobre nuestro estado de situación sanitaria cuando lideramos el ranking entre los países con mayor número de infectados y muertes por Covid-19 a nivel global, y los corruptos que nos empobrecieron robando dinero público (nuestro) se siguen riendo de todos aquellos que hablamos hace días del súper tuit de Cristina.
A la vez, un libro pone de relieve "los trapitos sucios del clan macrista", mientras la familia Kirchner mantiene sus causas abiertas, y Florencia Kirchner, que volvió de Cuba, se encuentra en perfecto estado de salud y está implicada en las causas penales más comprometidas y no tiene fueros. ¿También acá hay que investigar hasta las últimas consecuencias, no?
Pensemos por un momento: si los corruptos de la Argentina no hubiesen robado dinero destinado a la salud pública, a la educación pública, a la infraestructura básica y al bienestar general, probablemente nuestro sistema de salud estaría perfectamente equipado, nuestro sistema educativo sería de excelencia, nuestros caminos, rutas y calles se encontrarían en perfecto estado, y hoy no nos enfrentaríamos a una Argentina con un nivel de pobreza que alcanza al 50% de la población y con sectores de la sociedad que padecen hambre. Estos son nuestros problemas.
Y en lugar de interpretar y reinterpretar un tuit de la expresidenta procesada o de desentrañar los entredichos de un libro que acusa al expresidente, merecemos una Justicia que decodifique, investigue y penalice todas estas cuestiones que nos afectan tanto. Y merecemos funcionarios públicos que den respuesta a la multiplicidad de problemas que atravesamos.