La democracia se expande, pero su calidad se deteriora
Informe de IDEA. El surgimiento de líderes autoritarios, el auge del populismo y los altos índices de desigualdad marcan un preocupante proceso de regresión democrática a nivel global
La democracia sigue expandiéndose en el mundo pero su calidad está declinando aceleradamente. Pese a las múltiples amenazas que la acechan, su demanda se mantiene alta, conserva su resiliencia y continúa demostrando que, en general, ofrece mejores condiciones para el desarrollo sostenible que los regímenes híbridos y los autoritarios. Estos son los mensajes principales que se desprenden del reciente informe que sobre el estado global de la democracia elaboramos en IDEA Internacional (The Global State of Democracy 2019. Addressing the Ills, Reviving the Promise).
La democracia atraviesa un momento crítico. El surgimiento de líderes autoritarios, el auge del populismo y de fuerzas extremistas en varias regiones del globo han dado lugar a un intenso debate sobre el estado de la salud de la democracia. En tres décadas pasamos del optimismo exultante de Francis Fukuyama (el fin de la historia) a una sucesión de libros que nos alertan del peligroso proceso de estancamiento, erosión e incluso de regresión democrática que recorre el mundo (entre otros, Cómo mueren las democracias, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt e Ill Winds, de Larry Diamond).
Fenómeno global
¿Qué tan seria es esta crisis? ¿Qué tan graves son las amenazas que enfrenta la democracia? Como en la novela de Charles Dickens Historia de dos ciudades, la democracia vive su mejor momento, pero también uno de los más difíciles. Por un lado, nunca antes el mundo había sido tan democrático como en nuestros días: tres de cada cinco personas a nivel mundial y nueve de cada diez a nivel latinoamericano viven hoy en democracia. Pero, por el otro lado, la calidad de la democracia se está deteriorando de manera rápida en numerosos países del mundo, especialmente durante la última década, mientras el número de regímenes híbridos aumenta año tras año.
Lo novedoso es que esta erosión ocurre tanto en las nuevas como en las viejas democracias. Más preocupante aún es que coincide con el ascenso electoral de políticos populistas, los cuales, una vez en el poder, vía reformas legislativas y constitucionales, erosionan desde el Poder Ejecutivo los pilares de la democracia representativa y la división de poderes, debilitan el Estado de derecho y restringen los espacios de la sociedad civil y los derechos humanos.
El informe presenta un cuadro balanceado de alcance global. Por un lado, constata el importante nivel de apoyo ciudadano y de resiliencia que aún conserva la democracia. Pero, por el otro, advierte que la mayoría de los ataques que la afectan no son externos sino internos, y que nunca antes, en las últimas cuatro décadas, el futuro de la democracia se vio tan amenazado como en nuestros días. Los cuatro mayores riesgos son la reducción del espacio para la acción cívica, los intentos de debilitar los frenos y contrapesos democráticos, los altos niveles de desigualdad y los ataques a los derechos humanos.
En América Latina
El informe constata un panorama regional de luces y sombras, junto a un alto grado de heterogeneidad en materia de calidad democrática. Mientras algunas democracias, como las de Uruguay y Costa Rica, están entre las mejores del mundo, otras, como por ejemplo Brasil, han experimentado un proceso de erosión en los últimos años. Haití, Honduras, Guatemala, Paraguay, Bolivia y República Dominicana presentan diferentes grados de debilidad democrática. Nicaragua sufre una grave regresión, mientras Venezuela padece un proceso de ruptura democrática total. Ambos países, junto a Cuba, constituyen los tres regímenes autoritarios que existen actualmente en nuestra región.
La investigación de IDEA presenta un análisis de doble entrada, al abordar simultáneamente las tendencias positivas y los principales desafíos de las democracias latinoamericanas.
En el terreno de los aspectos positivos, deseo destacar cuatro:
1. América Latina obuvo, durante los últimos 40 años, los avances más significativos a nivel mundial, convirtiéndose en la tercera región más democrática del mundo, detrás de América del Norte y Europa.
2. La gran mayoría de las democracias de la región han demostrado una notable resiliencia: solo el 27% sufrió interrupción durante estas cuatro décadas.
3. América Latina ha logrado avances importantes en materia electoral -nadie cuestiona hoy la vía electoral como la única legítima para acceder al poder- y cuenta con los niveles de participación más altos del mundo, con 67% (promedio regional).
4. Sin perjuicio de lo mucho que aún queda por avanzar, es la región con el porcentaje más alto de participación de mujeres parlamentarias en el mundo: 27%. La mala noticia es que en la actualidad no hay ninguna mujer presidenta.
Nuestro estudio da cuenta asimismo de una larga lista de desafíos, entre los que destacan:
1. Cuatro décadas después del inicio de la Tercera Ola, la región muestra signos de fatiga democrática. El apoyo a la democracia cayó al 48%, el nivel más bajo de los últimos años, mientras la indiferencia entre un sistema democrático y uno autoritario subió del 16% al 28%. Por su parte, la insatisfacción con el funcionamiento de la democracia trepó del 51% al 71% en tan solo una década (Latinobarometro, 2018).
2. La crisis de la democracia representativa se agudiza. La confianza en los Congresos se ubica en un mediocre 21%, mientras la de los partidos políticos se desploma a un anémico 13% (promedio regional).
3. La región tiene los niveles más altos de desigualdad de ingresos del mundo: de los 26 países más desiguales, el 58% son latinoamericanos.
4. Ocupa el tercer lugar, después de África y Medio Oriente, en materia de corrupción; tenemos los niveles más altos de delincuencia y violencia del mundo y, pese a numerosas reformas, el Estado de derecho continúa siendo uno de los principales talones de Aquiles de la democracia regional.
5. La gobernabilidad se ha vuelto crecientemente compleja. La aprobación de los gobiernos ha venido cayendo de manera importante e ininterrumpida durante la última década, mientras aumenta la percepción ciudadana de que las élites gobiernan para el beneficio de una minoría privilegiada de la sociedad.
Tres propuestas
¿Qué hacer frente a este panorama? Primero, la región debe prepararse para un 2020 igual o incluso más complejo y desafiante que el vivido en 2019. Una economía con bajo crecimiento, combinada con programas de ajuste, desacople entre expectativas ciudadanas y resultados, alta desigualdad y un sistema político deslegitimado es una combinación letal para los oficialismos. Las sociedades están hoy más conectadas vía las redes sociales, son más exigentes, tienen menos paciencia con sus mandatarios y están descubriendo que se logran más reformas en la calle que por medio de los canales institucionales. Frente a este escenario, los gobiernos están obligados a crear las capacidades que permitan dar respuesta a la mayor demanda y presión que vendrá de los sectores medios por bienes públicos universales de calidad y a adoptar medidas para promover la movilidad social.
Segundo, según señala el informe, es necesario "hacer frente a las debilidades de la democracia y revivir su promesa". ¿Cómo? Mediante una agenda renovada que siente las bases de una democracia de nueva generación dirigida a mejorar su calidad y la resiliencia, fortalecer sus instituciones, recuperar el crecimiento económico, repensar el modelo de desarrollo y adoptar un nuevo contrato social. Una agenda que permita dar respuesta no solo a las asignaturas pendientes -pobreza, desigualdad, corrupción e inseguridad- sino también a los nuevos retos, entre ellos una inserción estratégica en el nuevo escenario internacional, una adaptación inteligente a los cambios acelerados y disruptivos de la IV Revolución Industrial, y una respuesta responsable a los urgentes desafíos del cambio climático. Una agenda que, además de servir de brújula para navegar en tiempos turbulentos y de incertidumbre, permita, como recomendaba Hirschman, "pensar en lo posible antes que en lo probable".
En tercer lugar, el estado actual de descontento y convulsión social que recorre América Latina exige ofrecer soluciones democráticas a los problemas de la democracia para evitar una peligrosa escalada de fuerte retórica populista, que termine agravando la compleja coyuntura regional. Para el logro de este objetivo no basta con democracias de calidad y resilientes, hace falta también un Estado moderno, mejor gobernanza y un liderazgo político comprometido con los valores democráticos, con la transparencia y la probidad, cercano a la gente y con capacidad para gobernar sociedades complejas del siglo XXI.