La democracia, el derecho y los centennials
La denominada cuarta revolución industrial, o revolución 4.0, ya no es una mera predicción ni un ensayo académico; es parte de la realidad global. Estamos siendo testigos directos de un proceso histórico y de un verdadero tembladeral de nuestros modelos institucionales y jurídicos.
La dinámica de los cambios nos avisa que los formatos actuales de los sistemas políticos, jurídicos y las burocracias públicas dejarán de existir tal como las conocemos en la actualidad y serán reconfigurados por redes de algoritmos, sistemas informáticos cognitivos, modelos ciberfísicos e inteligencia artificial, donde la intervención humana se verá reducida a una mínima participación.
La clásica ingeniería institucional y procedimental del Estado moderno cuya matriz de origen se remonta al siglo XIX se verá afectada sustancialmente, pues el ser humano empujado por un sentimiento de frustración hacia sus formas tradicionales de gobierno en un período histórico caracterizado por un agotamiento global de los sistemas políticos y jurídicos tradicionales producto de una creciente crisis de legitimidad social y en paralelo a una altísima innovación y fascinación tecnológica, depositará su confianza y autoridad en lo “no humano” es decir, en sistemas de toma de decisiones basados primordialmente en algoritmos e inteligencia artificial.
Generacionalmente pertenecemos a una etapa de la civilización que por diversas razones ha dejado de confiar en sí misma, pero sobre todo por haber construido permanentemente sistemas políticos y jurídicos que carecen de una verdadera capacidad de gestionar complejidad, dar respuestas, soluciones y sobre todo controlar o impedir el avance del crimen organizado y de intereses corporativos voraces que son responsables de un constate y creciente deterioro socioeconómico y cultural y de la destrucción del medio ambiente y los recursos naturales.
En definitiva, se trata de un primitivo modelo institucional que esta dejando como resultado un mundo en quiebra, altamente contaminado, con una fuerte influencia del crimen organizado y poblado por millones de seres humanos expulsados del sistema plenamente conscientes del abandono institucional del que son objeto o de la impotencia de los sistemas jurídicos ante todo esto.
Es decir, hemos llegado al nivel en que el clásico sistema jurídico-político no solo es incapaz de detener los niveles de desigualdad y evitar la ruptura del orden sociocultural, sino que además se muestra incompetente para detener al crimen organizado y el deterioro del medio ambiente.
El punto central es que todo esto aconteció y sigue sucediendo al amparo de las formas de gobierno tradicionales, los sistemas legales y constitucionales actuales y ante la mirada de una comunidad internacional que reaccionó con tratados, convenciones y documentos internacionales en materia de derechos humanos y la construcción de una basta ingeniería de órganos jurisdiccionales de contralor que -a la vista de los resultados- no han logrado prevenir, detener, ni resolver dichos flagelos.
En conclusión, la legitimidad de los sistemas políticos y jurídicos se erosiona debido a la flagrante impotencia de los gobiernos y sistemas jurídicos para evitar, tanto la destrucción ambiental y el avance del crimen organizado, como el deterioro económico y social de las grandes mayorías de la población mundial.
Debido a lo cual, las formas de gobernanza tradicionales son observadas –sobre todo por la generación centennial- como verdaderas construcciones obsoletas, como un conjunto de instituciones y organismos que no resuelven los verdaderos problemas de las personas y que solo son útiles para sostener los privilegios de las elites políticas.
Lo cierto es que semejantes niveles de frustración han inoculado en los centennials un fuerte pesimismo, que va más allá de los sistemas jurídicos y las formas de gobernanza, pues se ha generado directamente un pesimismo de tipo antropológico y en consecuencia una desconfianza directa en el ser humano.
Esta generación no cree en lo humano y aspira entonces a ser salvada mediante una revolución tecnológica a la cual observa como el origen de una nueva era.
Doctor en Ciencias Jurídicas, especialista en constitucionalismo , profesor adjunto regular UBA y titular USI Placido Marín