La delicada cuestión capital
Dentro de cuatro meses tenemos elecciones presidenciales en las que el oficialismo presentará una alianza de amplio espectro que une, en un inmenso arco, a un populista conservador como Daniel Scioli con un populista radicalizado como Carlos Zannini.
Se trata de una elección fundamental, pues aquí se juega el destino del país. Por eso, la UCR, Pro y la Coalición Cívica decidimos converger desde nuestras propias identidades, pero afirmando lo que tenemos en común: un fuerte sentido republicano, una mirada moderna hacia el desarrollo de una verdadera inclusión social, una apuesta a la recuperación de las posibilidades productivas agobiadas por una política económica que asfixia los esfuerzos de trabajadores y empresarios argentinos, y un replanteo del lugar de nuestro país en el mundo.
La segunda vuelta para jefe de gobierno en la ciudad de Buenos Aires tiene sentido. Pero distinto al que nos inspiró a los radicales en Gualeguaychú, que fue el de coincidir con una fuerte demanda de la sociedad en el sentido de unir la oposición para superar al kirchnerismo y su estilo de gobierno, que arrasa con las instituciones y nos lleva a los argentinos a vivir por debajo de nuestras posibilidades. Es legítimo competir en ámbitos locales cuando existen diferencias entre las distintas propuestas, como se da en la ciudad entre ECO y Pro. Y es legítimo para quien obtiene un segundo lugar ejercer el derecho a la segunda vuelta que las leyes contemplan si quien sacó más votos no llega al 50%. Pero si aquí también damos una segunda vuelta al asunto, la cosa se complica y requiere para su tratamiento que dejemos los abordajes sencillos a fin de emplear a fondo las reglas del arte de la buena política.
Veamos: que el primero no llegue al 40% y el segundo saque el 30% no es lo mismo que quien gana la elección saque el 45 % y el segundo quede a 20 puntos, con el 25%.
Tampoco es lo mismo que de un lado y del otro queden miradas absolutamente diferentes y enfrentadas, como las del oficialismo y la oposición a nivel nacional, a que tengan que disputar dos aliados en lo nacional que compiten en el plano local, donde el segundo, que quedó a 20 puntos, dice que se hicieron cosas bien aunque se puedan mejorar. Sobre todo, cuando para ganar en la segunda vuelta tiene que procurar los votos del kirchnerismo, al que enfrentaremos, como dijimos, dentro de cuatro meses en una elección crucial en el nivel nacional.
De tanta vuelta que hay que darle, marea. No podemos confundir al electorado y menos desde la ciudad de Buenos Aires, desde donde parten señales para todo el país.
Esta segunda vuelta tiene sentido, el de posicionar a un candidato con vistas a una futura disputa dentro de cuatro años por el gobierno de la ciudad. Pero, no me cansaré de repetir, la elección más importante es la que protagonizaremos todos los argentinos dentro de apenas cuatro meses.
A lo largo y a lo ancho de la Argentina, los radicales estamos poniendo el principal soporte territorial de la oposición para superar al Frente para la Victoria. No ha sido ni está siendo fácil. Todas las fuerzas han tenido que hacer renunciamientos; ha habido generosidad en muchos casos y también obcecación y falta de amplitud en otros.
Las elecciones están desmintiendo las predicciones. En las provincias más pobladas, el kirchnerismo está siendo desplazado al tercer lugar por distintas alternativas opositoras y aparece un fenómeno de fin de época, que es el propio peronismo derrotando al kirchnerismo, como en el caso de Córdoba y en las PASO de La Pampa; también surge otra forma contundente de la derrota, como la mimetización con el viejo menemismo que se produjo en La Rioja.
Si se aspira al poder y a derrotar electoralmente al kirchnerismo, hay responsabilidades que asumir. En este contexto, las disputas locales deben ser prudentes entre quienes han resuelto converger en un frente nacional. El radicalismo, Pro y la Coalición Cívica lo han sido. El candidato de ECO a jefe de gobierno no ha sido claro y oculta sus preferencias nacionales. A muchos ciudadanos éste es un dato que nos resulta fundamental para evaluar el carácter y el posicionamiento político de quien aspira a gobernar la ciudad de Buenos Aires.
Desde mi experiencia de haber gobernado esta ciudad, puedo asegurar que éste puede ser un gobierno local, pero su trascendencia nacional es enorme. Es inconcebible que razones de táctica electoral hagan omitir un pronunciamiento esencial para ver quién es quién y a qué se juega en la disputa nacional para superar al kirchnerismo.
En la ciudad de Buenos Aires casi un 80% del electorado ha demostrado su clara opción opositora en el ámbito nacional.
En estas elecciones, hay quienes toman posiciones principistas que los llevan a privilegiar una propuesta testimonial y otros que apuntan a un posicionamiento. Y estamos los que trabajamos por la construcción de una alternativa poderosa capaz de ganar y gobernar cambiando el rumbo del país.
El radicalismo tomó el camino de crear esta alternativa que, por esta decisión, se transformó en poderosa y abrió el camino a la segunda vuelta en el plano nacional. Esto ha sido acompañado por la casi totalidad de sus dirigentes y sobre todo por millones de votantes, que ya se están pronunciando en ese sentido. En la ciudad, el mismo partido decidió apoyar a un candidato sin pertenencia ni compromisos partidarios que no se siente atado a las prioridades del radicalismo a nivel nacional. Forman parte de esa alianza en el distrito fuerzas que ya se decidieron por lo testimonial y se negaron a protagonizar el gran cambio en la Argentina, a pesar de haber sido invitadas a compartir y competir en un espacio unificador de la oposición. No corresponde que el radicalismo le pida a quien no es su afiliado que se obligue a las posiciones nacionales del partido, pero podemos los radicales solicitarle reflexión y prudencia a nuestro candidato a jefe de gobierno. Y que despeje las dudas acerca de si en lo nacional su opción será la testimonial o se sumará al consenso enorme que la ciudad ya ha manifestado el domingo acerca de que es la hora de la unión de la oposición para ganarle al kirchnerismo.