La dádiva secreta de Vladimir Nabokov
En una entrevista reciente Martin Amis –que viene de publicar nueva novela: Inside Story– cuenta que estuvo esforzándose en la lectura de William Faulkner. Agotado por lo intrincado de esa prosa, llegó a la conclusión, dice, que el estadounidense tiene el mismo problema que Joyce: es genio en estado puro, pero sin talento.
La idea de Amis puede sonar contradictoria, pero toca un nervio neurálgico del arte. El genio a veces es descarnado y solo se interesa por sus propios hallazgos. Ulises (de Joyce) o El sonido y la furia (de Faulkner) son novelas únicas, pero sobre todo arduas. Otras obras maestras de la época –como El buen soldado (de Ford Madox Ford) o Siete cuentos góticos (de la danesa Isak Dinesen)– tienen menos prensa retroactiva, quizá porque se escudan en el estilo, a diferencia del genio rupturista, que tiende a ser bullanguero y crear sentido de la obligación. Siempre habrá alguien que piense que debería leer Ulises, aunque por dentro se queje. Antes debería recurrir a Dinesen.
Vladimir Nabokov tiene más de una obra (Lolita, Pálido fuego) en la que parece plantar pie en el terreno de la genialidad y, al mismo tiempo, en el del talento. También tuvo su tropezón de genio a secas, si se coincide con Amis –uno de sus admiradores irrestrictos– en que el summum de Ada o el ardor es también una debacle formidable.
Hay, sin embargo, una novela suya a recuperar. Me refiero a Dar, la última que escribió completa en ruso, y que él mismo tradujo luego al inglés como The Gift. La dádiva, según el título en castellano, tiene, por su movido escenario urbano, algo del espíritu de Joyce. No carece tampoco de complejidad, pero, a pesar de sus muchos paréntesis, puede leerse sin ripios, siguiendo el principio de placer de un simple lector entusiasta.
¿El lado de genio?: durante la primera mitad no tenemos idea de qué va en realidad la novela. ¿La parte de talento?: que en la segunda descubrimos que esa confusión era un deliberado error de óptica. Estamos en los años veinte del siglo pasado. Fiodor es un poeta de la diáspora rusa en Berlín –como su propio creador– que vive en la pobreza y tiene a la literatura como única heroína. Escribe un relato sobre el padre explorador, que desapareció diez años antes durante una expedición en el corazón de Asia Central. La figura paterna permite a Nabokov, cazador de mariposas, recuperar el paisaje y naturaleza rusos de los que su familia había sido expulsada, además de homenajear a su propio padre, asesinado por un matón político. Fiodor también encara una irónica biografía de Nicolai Chernyshevski, literato del siglo XIX a los que los soviéticos tomaron como modelo para el realismo socialista, pero era también un héroe de parte de la inmigración antibolchevique.
Zina, que será el complemento amoroso de Fiodor, aparece recién mediada la novela, casi en sordina. Solo entonces, de manera gradual, se empieza a sospechar que las distraídas descripciones previas, que parecían sin objeto, señalizaban las oportunidades en que Fiodor y ella habían estado a punto de encontrarse sin saberlo. Esos indicios del destino –así también explicaba Nabokov su encuentro con Vera, su mujer– son el hilo de seda de esta novela gloriosamente optimista que se cierra con un bucle proustiano: el libro que estaba destinado a escribir Fiodor es el mismo que estamos leyendo.
Las revistas rusas de la emigración, que publicaban sin dudar todo lo que acercara V. Sirin (el pseudónimo con que firmaba Nabokov por entonces), se negaron a serializar el libro por su visión de Chernyshevski. La gran novela rusa de Nabokov a punto estuvo de quedar en el limbo para siempre. Los caminos de la literatura son a veces impredecibles: escrita en los años treinta, La dádiva no vio la luz editorial sino mucho después, cuando el autor ya había pasado a Estados Unidos. En ruso recién saldría en 1952, en Nueva York, en una editorial de la comunidad eslava. En inglés, en los años sesenta. ¿Será esa brecha, la falta de lectores contemporáneos a su escritura, lo que la volvió una rareza y no la novela llena de genio y talento, sin furia, que en realidad es?