La cuestión iraní sigue dividiendo al Consejo de Seguridad de la ONU
Hace ya dos años que los Estados Unidos decidieron retirarse unilateralmente del acuerdo suscripto por Irán con la comunidad internacional en función del cual el país de los persas admitió en su momento limitar su peligroso programa nuclear y admitir que el mismo fuera objeto de algún control externo. Al retirarse de ese acuerdo, los Estados Unidos informaron que, en su opinión, Irán lo está violando.
Pese a ello, la administración del presidente Trump sostiene ahora que las sanciones previstas en ese convenio deben ser reimpuestas por el Consejo de Seguridad. Los otros miembros permanentes de ese Consejo, sostienen que los Estados Unidos, al abandonar el acuerdo en cuestión, no tienen derecho a pedir la reimposición de sanciones.
La disputa referida tiene paralizado al Consejo de Seguridad en este delicado tema.
Cabe apuntar que aun cuando la administración norteamericana lograra que el Consejo de Seguridad acepte considerar su solicitud, tanto Rusia como China ejercerían previsiblemente su derecho de veto, como lo acaban de hacer, no hace mucho, respecto de la guerra civil siria.
Es evidente que la disputa sobre Irán en el Consejo de Seguridad debilita la credibilidad del organismo multilateral que tiene la responsabilidad principal en materia de paz y seguridad internacionales.
Las tensiones que la cuestión iraní ha provocado en su interior han tomado estado público, razón por la cual la resolución de la cuestión impacta adversamente en ese órgano. Lo que llama ciertamente la atención es que hasta ahora Alemania, Francia y Gran Bretaña, firmantes del acuerdo con Irán, se hayan distanciado tan abiertamente de los Estados Unidos.
De alguna manera, esto es consecuencia del unilateralismo que en materia de política exterior ha sido adoptado por la administración del presidente Trump. Su argumento de que "Primero América" no puede ser traducido como un rechazo al actuar con otros Estados en el Consejo de Seguridad en temas como el del programa nuclear iraní. Es bien difícil para los aliados de los Estados Unidos aceptar que el unilateralismo de Trump supone necesariamente que la voluntad norteamericana en materia de paz y seguridad internacional tenga que ser siempre aceptada por ellos. Lo cierto es que el desencuentro respecto de la conducta iraní referida a su programa nuclear está afectando la credibilidad del órgano multilateral.
Mientras la cuestión referida no se resuelve, Irán tiene un problema gravísimo en materia de salud pública. Después de China, el "coronavirus" ha golpeado duro a Irán. Tan es así, que Irán es el segundo país en número de muertes que deben ser atribuidas al referido mal. Para el gobierno iraní, esta circunstancia ha generado la preocupación y hasta la comprensible repulsa de su pueblo. Hasta el momento de escribir estas líneas, se contabilizaron 37 muertes y casi 400 infectados iraníes.
Un número socialmente aterrador, ciertamente. Sin perjuicio de que algunos médicos iraníes no esconden su impresión de que las cifra reales son, en rigor, aún mayores.
Ocurre, cabe señalar, que la tasa de mortalidad iraní (16% de los infectados) es la más alta del mundo. La de China es del 3,5%. Y la de Corea del Sur, del 1%. Las infecciones en Irán han afectado hasta a algunos altos funcionarios de su gobierno central y a varios notorios parlamentarios. Y aparecido además en la ciudad eminentemente religiosa de Qom.
No es imposible que, si las cosas no mejoran, las autoridades de Irán consideren la posibilidad de poner límites estrictos a las ceremonias religiosas "shiitas" de los viernes, a las que concurren grupos numerosos de personas, facilitando los contagios.
Algunos países vecinos, como Afganistán, Kuwait, Omán e Irak están, inquietos, sugiriendo que sus propias víctimas domésticas del mal pandémico han contraído el virus en Irán.
Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas