La crisis energética tiene solución
Con los recursos naturales que aún tenemos en abundancia, si se corrigen los errores de esta década podremos volver al autoabastecimiento y convertirnos en exportadores de petróleo y de gas
Los cortes de luz son el doloroso síntoma de un problema mucho más grave que creó el kirchnerismo: la descapitalización y la anomia del sector energético. Descapitalización, por la transferencia irresponsable y con fines políticos cortoplacistas de la renta del sector a sus usuarios, vía congelamiento tarifario, fijación arbitraria de precios y subsidios injustos. Anomia, por el no cumplimiento de las normas ni de las reglas de juego establecidas por leyes y contratos. Aclaremos, no es que no hubiera leyes sino que el Gobierno se organizó para incumplirlas, para ejercer el control del sector al margen de la ley, olvidando sus verdaderos objetivos: atender las necesidades energéticas del país en calidad, cantidad y con precios justos.
Se sometieron órganos de control y se ignoraron las advertencias de aquellos que conservaron cierta autonomía, como la Auditoría General de la Nación (AGN), con lo que se facilitó así un manejo discrecional durante más de 10 años mientras se recurría demagógicamente a muletillas como justicia social y soberanía, se generaba una creciente dependencia con las inéditas importaciones de energéticos y se consolidaba una injusticia social con subsidios otorgados a quienes no los necesitaban, con cortes de luz y cepos cambiarios.
Sería un error de consecuencias graves aplicar medidas coyunturales y suponer que las mejoras transitorias van a resolver el verdadero problema. Por supuesto hay que actuar en la emergencia para paliar los trastornos. Por suerte el enfermo - el sector energético que tantos trastornos nos está ocasionando, no solo eléctricos- cuenta con la fortaleza necesaria que le otorgan sus importantes recursos, no sólo para recuperarse sino también para evolucionar y ser un elemento vital en el desarrollo productivo del país. Sin esto, será difícil la creación de fuentes de empleo genuino, único antídoto para terminar con el clientelismo político, recuperar la cultura del trabajo y, en consecuencia, alcanzar la verdadera inclusión social de gran parte de la población, hoy víctima del populismo.
Sí, es difícil pensar en un desarrollo productivo sin energía, electricidad, gas y combustibles, con calidad, disponibilidad, confiabilidad y precio justo. Por tal razón insisto en que es necesario salir del cortoplacismo, de los parches, de la improvisación y encarar el mediano y largo plazo a través de políticas de Estado perdurables y creíbles, que surjan de pactos o acuerdos entre las principales fuerzas de la oposición, hoy inexplicablemente aletargadas cuando ya deberían estar trabajando en esas políticas, más allá de que no resulten atractivas a los gurúes de campaña por no redituar electoralmente.
Lo que está ocurriendo con la energía es la consecuencia lógica de improvisaciones, ineptitudes y falta de transparencia del kirchnerismo en estos últimos 11 años. Actitudes en muchos casos consentidas o disimuladas por gran parte de la sociedad. Es necesario recordar que el problema energético, por su magnitud, ya trasciende y afecta a toda la economía, en particular al comercio exterior, a las reservas de divisas y al déficit fiscal que, al cubrirse con emisión, fogonea la inflación. También a los jubilados, por los manotazos a la Ansés, para atender los déficits y las malas inversiones que hace el Estado en el sector.
Aunque ahondar en la problemática energética que nos afecta sea abrir una caja de Pandora, es necesario hacerlo. Si analizamos la generación de electricidad, veremos que desde 2003, se aumentó el parque térmico y se bajó su eficiencia energética, lo que significó mayor dependencia de combustibles fósiles: gasoil , fueloil y gas natural. Pero, simultáneamente, cayó la producción de crudo y sus derivados y la de gas, en cifras significativas, por ejemplo el crudo que se produce hoy en el país es un 70% del que se producía hace diez años, y el gas un 80%. Consecuentemente se perdió el autoabastecimiento y hubo que importar cantidades crecientes, con precios inflados por ineficiencias y comisiones en la gestión de compra, que ya representan la mitad de las reservas declaradas por el Banco Central.
De lo importado el año pasado, cerca de la mitad corresponde al gas natural, de Bolivia vía gasoducto, y de todo el mundo como GNL por barco. Esa importación, a su vez, aumenta los subsidios del sector, porque el precio que se paga en pesos al petrolero por el gas que produce en nuestro país está congelado como el de la electricidad, y representa sólo el 17% del precio del GNL que se importa mediante dólares billete al no contar nuestro país con crédito. El subsidio se espiraliza por estas razones y por la devaluación del peso, lo que aumenta la inflación, mientras que los dólares para importar, que reitero deben ser cash , ponen en peligro las reservas y dan origen al cepo y a la disparada del dólar en su dos versiones, oficial y de mercado o blue.
Con un exiguo nivel de reservas del Banco Central y con saldos de la balanza comercial por debajo de los US$ 9000 millones, ambos en franca caída, se corre el riesgo de desabastecimiento si no alcanzaran los dólares para pagar las crecientes importaciones, que ya significan más del 20% de nuestras necesidades energéticas.
Podría seguir describiendo las consecuencias de ese tremendo e injusto disparate que significaron el congelamiento de las tarifas eléctricas y de gas, las retenciones arbitrarias al petróleo y muchas calamidades más fruto de un intervencionismo que ahoga la iniciativa de los particulares y que es incompatible con el marco jurídico y constitucional vigente. Pero en el espacio que queda prefiero referirme a algunas de las razones por las que creo reversible esta crisis energética.
Hay que terminar con el relato oficial plagado de culpables imaginarios en el marco de teorías conspirativas. Por eso resulta imprescindible identificar las causas que pusieron en situación crítica a un sector que funcionaba adecuadamente hasta 2003, porque es necesario hacer un planteo adecuado de las acciones correctivas y su implementación en base a diagnósticos respaldados por hechos y datos demostrables.
De proceder como corresponde, no sólo será posible recuperar el autoabastecimiento de hidrocarburos y los niveles de calidad y confiabilidad del sector eléctrico, sino que en menos de 10 años, a partir del 10 de diciembre de 2015, también podremos transformarnos en un país exportador de petróleo y gas y contar con un servicio eléctrico abastecido por una balanceada combinación de fuentes renovables, de gas natural y de energía nuclear.
Los recursos energéticos están y en abundancia. Falta el capital para poder usarlos, para ponerlos en valor. Debemos tener la habilidad de concitar el interés de quienes tienen ese recurso que nos falta y sin el cual seguiremos desperdiciando esas riquezas naturales que reemplazamos precariamente con importaciones.
Cabe entonces preguntarse, ¿por qué habría inconvenientes en conseguir los capitales necesarios en un mundo donde los inversores están ávidos de colocarlos ante las poco atractivas tasas de las principales plazas financieras? ¿Por qué van sin que los llamen a países como Perú, Colombia, Chile, los que además acceden a créditos blandos y en moneda local? La respuesta es obvia: el mundo perdió la confianza en la Argentina luego de años de que no se respetara la ley y se desconocieran los códigos elementales de la política y el comercio internacional.
Entonces, el primer paso es recrear la confianza en nuestro país mediante el establecimiento de reglas de juego claras, respaldadas por un marco legal adecuado y por la mayoría de las fuerzas políticas que tendrían que comprometerse a respetarlas por décadas. Mientras tanto hay que exigirle al Gobierno que, antes de irse, tome algunas medidas: encarar las múltiples deudas con acreedores externos, resolver el congelamiento tarifario, parar con los megaproyectos sin factibilidad técnica ni financiera, mejorar la importación de energía con la que deberemos convivir por más de 10 años y administrar adecuadamente el fondo destinado a mitigar los cortes de luz en capital y GBA.
Siendo que la energía en nuestro país cuenta con un potencial fabuloso no es utópico pensar que pueda constituirse en el principal motor para un desarrollo genuino. Eso sí, será necesario que la sociedad se convenza de que la energía es un bien escaso y caro y que lo que vivió en los últimos años fue sólo una ficción. También que la dirigencia política actúe con honestidad, audacia y visión de futuro para lograr la puesta en valor de ese potencial, tal vez en menos de una década.
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