La crisis de la educación ambiental
Durante estos días se desarrollan en el país distintos encuentros relacionados con la educación energética y ambiental. Esas jornadas alientan la toma de consciencia sobre el impacto del cambio climático y contribuyen a forjar compromisos en la materia. La preocupación por este fenómeno ha trascendido a la comunidad científica y política y alcanza a proporciones crecientes de la sociedad civil. El cambio climático se posiciona como un factor destinado a transformar algunos aspectos de nuestra organización social y de nuestra cultura.
Además de constituir una amenaza real, el cambio climático conforma un síntoma de una crisis profunda: la que afecta a nuestro vínculo con la naturaleza, con nosotros y nuestros semejantes. Como toda crisis, nos presenta una oportunidad. La Educación Ambiental tiene mucho para aportar. Pero ella misma se enfrenta a una crisis de crecimiento.
El cambio climático le ha asignado un rol estelar en el escenario educativo. Pero ella lleva años ejerciendo un discreto papel secundario. Su relativo éxito ha tenido que ver con liderazgos individuales antes que con políticas institucionales. Muchas iniciativas han prosperado en los carriles de la educación no formal. Surgieron al amparo de ONGs o de organismos gubernamentales no educativos que padecen sus propias limitaciones de estructura y presupuesto. Por eso, la potencialidad de la educación ambiental nunca ha logrado desplegarse suficientemente, y ha crecido de manera desarticulada.
En el marco de esta crisis de crecimiento, la Educación Ambiental está llamada a reinventarse. La metamorfosis se ha iniciado con un cambio conceptual: la nueva Educación Ambiental se ha convertido en "3D", asumiendo bajo la noción de "ambiente" la dimensión de lo biológico-natural, de lo económico y de lo social. Este cambio le permite conciliar la búsqueda de progreso y la de equidad. Se trata de un equilibrio en tensión en el que conviven fuerzas contrapuestas que no se excluyen entre sí.
La Educación Ambiental del siglo XXI ha de ser interdisciplinaria en la medida en que la nueva noción de ambiente le obliga a considerar perspectivas ecológicas, económicas, sociológicas, demográficas, energéticas, políticas, entre otras. Cuando se trata de las problemáticas ambientales, cada una de estas perspectivas adquiere una relevancia tal que el olvido de una de ellas implica la incapacidad de dar cuenta verdaderamente del problema en cuestión. La simplificación implica incomprensión.
La nueva Educación Ambiental habrá de dedicarse a la formación del espíritu crítico, la capacidad para liderar y resolver conflictos, el respeto y preservación de los valores de la diversidad cultural y biológica o la solidaridad intergeneracional, competencias tan necesarias para la formación ambiental como para otras dimensiones de la educación. Pero su tarea no se limita a ello. Se le exige al educador ambiental identificar con criterio técnico y pedagógico a qué problemas específicos debe dar respuesta su programa de formación. Debe ser capaz de elegir temáticas significativas considerando su impacto concreto; proponer acciones eficaces y medir sus resultados. Esto exige combinar la mirada atenta a lo regional, sin descuidar la perspectiva global.
El conocimiento técnico resultará de utilidad en este desafío. Sabemos del enorme potencial que tiene el ahorro y la eficiencia energética en orden a la mitigación del cambio climático. Las proyecciones indican que, si la Argentina avanzara en este campo, para 2030 podría reducir las emisiones en más de 47 millones de toneladas de CO2, lo que equivale a un 50% del aporte del sector energético para el cumplimiento de los compromisos asumidos por el país ante la comunidad internacional. Para lograr este objetivo se requiere de la participación de toda la comunidad y una educación ambiental "sustantiva" y bien informada.
La metamorfosis de la Educación Ambiental se ha iniciado hace más de una década y hay indicios de avance hacia su completa transformación. No obstante, subsisten resabios de la concepción tradicional que es necesario erradicar con urgencia. Esto no implica denostar el pasado. Es gracias al legado de los esfuerzos algo inorgánicos y, al mismo tiempo, fecundos de la educación ambiental tradicional, que hoy estamos en condiciones de soñar con un nuevo comienzo. Los desafíos son importantes, pero el contexto es propicio y las condiciones están dadas.
Profesor de la Escuela de Educación de la Universidad Austral