La crisis como estado permanente
Sobre El espectro del capital, de Joseph Vogl
¿En qué momento la economía se redujo a las finanzas?, ¿de qué modo los circuitos financieros globales construyeron y legitimaron su interés como sentido común?, ¿hasta qué punto el relato que generan los sofisticados instrumentos de especulación financiera –donde ya no hay voluntades, sino puro devenir azaroso– marca el modo en que vivimos nuestras vidas?
Joseph Vogl, filósofo alemán y profesor en las universidades Alexander von Humboldt de Berlín y Princeton, decidió responder a estas preguntas con una visión inquietante alrededor de la manera en que desde los años ochenta el capitalismo ha logrado imponer sobre la política una narrativa persuasiva a través de respuestas financieras. Vogl no intenta argumentar su análisis meramente en términos del impacto de este relato sobre los modos de ser de la economía, sino sobre las narrativas que gestionan nuestra imaginación. No es casual entonces que el libro se inicie con una extensa referencia a Cosmópolis, la novela de Don DeLillo que rinde cuenta de una eventual implosión del sistema financiero internacional retratada desde el punto de vista de un multimillonario golden boy. En esas calles de Manhattan que la ficción describe arrasadas por la rebelión contra Wall Street, está el germen de su argumento. En la novela de DeLillo todo está relacionado azarosa y episódicamente –dice Vogl– porque el capitalismo actual se centra más en las referencias a la cuantificación del azar y el caos que en la circulación y producción de bienes.
Es cierto, sostiene el filósofo, que la economía política siempre ha tenido tendencia a explicar el acontecer económico en términos de espectros como la mano invisible y otros entes fantasiosos. Pero en las últimas décadas, con la construcción de una narrativa sobre la temporalidad de la contingencia a través de la difusión de un mercado de derivados (futures, forwards, options, money surrogates, swaps) que define medios de pago de segundo orden, el azar ha pasado a permear instancias antes ajenas. La pretensión de dominar el tiempo a través de futuros contingentes produce un nuevo capitalismo que pone en jaque el estado contagiándole la lógica caótica y desregulada de los mercados financieros.
Vogl argumenta por medio de un detenido análisis de lo que llama la oikodicea liberal, suerte de teodicea moderna sostenida en el optimismo de un horizonte armónico generado por los mercados. De Aristóteles a Adam Smith y la fundación del Banco de Inglaterra, de allí a los acuerdos de Breton Woods y, en un camino casi rectilíneo, hacia un presente marcado por contratos financieros sostenidos en sofisticadas especulaciones a futuro. En la coda de esta oikodicea sólo el mercado y sus actores funcionan como garantía de un orden espontáneo capaz de encarnar la providencia. No hay ya allí sujeto ni ley para mantener el orden, sino sólo una fábula eficaz sobre la sociedad de mercado.
En la notable reconstrucción de Vogl, la creación del billete y del crédito anticipan una narrativa en que los instrumentos financieros logran que los precios dejen de hacer referencia a bienes para limitarse a representar otros precios. Son sustitutos de la moneda creados por el propio mercado. Esta autorreferencialidad, que busca dominar pero a la vez hace visible la incertidumbre propia del capitalismo, es lo que se encarna hoy en el corazón de la cotidianidad y se traslada al modo en que entendemos la educación, la salud, la literatura, nuestras vidas privadas. La crisis, en definitiva, como estado permanente.
El Manifiesto Comunista comienza con una famosa frase: "Un espectro acecha Europa, el espectro del comunismo". En El espectro del capital, Vogl alude a la misma lógica fantasmal para diagnosticar un estado de cosas en que la abstracción de las operatorias financieras torna difícil imaginar un futuro superador.
EL ESPECTRO DEL CAPITAL
Por Joseph Vogl
Cruce
Trad.: F. Martín
194 páginas
$ 198