La creación según Steve Jobs
Dice la Biblia que, al séptimo día de la Creación, Dios "descansó". Esto significa que la misión de los seres humanos y de los demás seres racionales que quizás habitan el Universo es nada menos que completar la obra inconclusa del Creador. Esta idea eleva a los seres humanos a la sublime condición de "co-creadores". ¿Sería excesivo suponer que una idea como ésta, que una inspiración como ésta, movilizó la energía extraordinaria de Steve Jobs?
Se nos dirá, para moderar el impacto de esta pregunta, que siempre de los muertos se habla bien y hasta podría citarse la observación irónica del escritor Gilbert K. Chesterton cuando, al leer en un diario una nota necrológica extremadamente elogiosa de uno de sus contemporáneos, exclamó: "¿Cómo no me avisaron antes, cuando aún vivía, que era tan importante?". La muerte de Steve Jobs excede esta cita porque de él puede decirse que, habiendo sido considerado ya en vida como una figura excepcional, su exaltación "postmortem" llevó a una revista habitualmente tan sobria como "The Economist" a dedicarle su tapa con este título infrecuente: "El mago. Steve Jobs y el mundo que él creó".
Steve Jobs no pensó los productos de la era de la computación e Internet desde el punto de vista convencional sino desde el punto de vista de los miles de millones de "receptores" de mensajes, a quienes invitó a convertirse ellos también en "emisores"
El mundo que creó Steve Jobs incluye una serie de inventos y desarrollos revolucionarios como el "mouse" que le dio vida a nuestras computadoras, el teléfono inteligente, la música digital y la "tableta", entre tantos otros, pero lo más revolucionario de todo fue que no pensó los productos de la era de la computación e Internet desde el punto de vista convencional de los "emisores" de textos y de imágenes –escritores, políticos, periodistas, artistas- que hasta ese momento dominaban la escena, esto es un número limitado de personas, sino desde el punto de vista de los miles de millones de "receptores" de mensajes, a quienes invitó a convertirse ellos también en "emisores": la legión innumerable de los navegantes de las "redes sociales" como Facebook, Twitter, Wikilkz y tantas más, a los que Jobs y otros como él les ofrecieron un rol protagónico hasta ese momento impensable, generando lo que el propio Jobs definió como un "ding", el sonido de una "campana" que cambiaría drásticamente el mundo en el cual vivimos.
Según Aristóteles, cada vida humana es un viaje desde la estación inicial que es pura posibilidad hasta la estación terminal donde ella se define y se completa, un viaje desde ese mínimo ser "en acto" que somos al nacer hasta la plena realización –o frustración- de nuestro ser "en potencia", de lo que estamos llamados a ser. Si actualizamos nuestra potencia en el curso de la vida, cumpliremos nuestro destino de seres humanos. En caso cointrario…Steve Jobs nos deslumbra porque, después de haber advertido la impar "potencia" que lo habitaba, se entregó de cuerpo y alma a la aventura de actualizarla. Por eso su vida ha sido tan notable; porque nos sirve de ejemplo, de estímulo, para que decidamos si también nosotros, todos aquellos que lo admiramos, vamos a indagar nuestro interior en busca de una vocación más alta, más exigente, de lo que suponíamos.
Steve Jobs nos sirve de ejemplo para que decidamos si también nosotros vamos a indagar nuestro interior en busca de una vocación más alta, más exigente, de lo que suponíamos
Tengo a la vista mientras escribo estas líneas el brillante ensayo que José Ingenieros tituló "El hombre mediocre", una severa denuncia de todos aquellos que, en vez de atreverse a escalar su propia cumbre, se conforman con una segura medianía. Pero el ejemplo de Steve Jobs, el audaz que se atrevió a buscar la excelencia y a transformar el mundo a partir del modesto garaje de su casa, no es sólo una enérgica refutación de esa mediocridad que a todos nos tienta; es, además, una invitación a emularlo aunque sea en el marco de nuestras posibilidades, que si bien son seguramente más limitadas que las de él, también son probablemente muy superiores a las que, antes de registrar su notable vida, teníamos en vista.
"La fortuna ayuda a los audaces", dice el refrán. Podría decirse que Steve Jobs tuvo "fortuna" por haberse instalado en la corriente de punta de nuestro tiempo, las comunicaciones por Internet. Pero también podría decirse que tuvo la audacia de explorarla como nadie se había animado a hacerlo, quizá con la única excepción de Bill Gates. Y éste es, en definitiva, su principal legado: una invitación de alcance universal para que cada uno de nosotros asuma, sin timidez y sin rubor, el verdadero alcance de su propia vocación.