La Cámpora, entre la sumisión y el abismo
“No votar al peronismo es un salto al abismo”. (De Andrés “Cuervo” Larroque)
- 3 minutos de lectura'
Mientras el presidente Alberto Fernández se prepara para celebrar su último Día del Amigo en la quinta de Olivos, sin saber quiénes aceptarán su invitación porque en el tsunami de las internas palaciegas quedó solo abrazado a sus guitarras y a Dylon -que como todo perro es fiel porque no sabe cómo su amo se comporta con los demás humanos- La Cámpora ya se encolumnó detrás de Sergio Massa, aquel candidato de 2015 que prometía echar a sus “ñoquis del Estado”.
Esos muchachos disfónicos de cantarle a Cristina Kirchner que eran los soldados “para la liberación” ahora se atan a su antiguo verdugo oral, que tampoco cumplió como ministro de Economía con reducir el gasto público o la inflación. Massa practica una esgrima verbal que no queda refrendada en hechos.
Son días para observar la realidad política, con una copita espirituosa para saborear con lentitud, el circo criollo de cabriolas que, sin siquiera apelar al lenguaje inclusivo, practican todos los socios del gobierno nacional que deben confluir, porque así lo dispuso Cristina Kirchner, en el apoyo al personaje que mejor mide en la opinión pública, aunque no sea el que ellos anhelaban como líder.
No se puede negar el pragmatismo de La Cámpora y la obediencia al Martín Fierro, ya que aplican aquello que leyeron alguna vez en la escuela primaria: “Hacete amigo del juez;/No le des de qué quejarse…/Pues siempre es bueno tener/Palenque ande ir a rascarse.” Y ahora “el juez” es Massa, que vaya a saber cómo organiza su Día del Amigo con tanta pirueta política que va de la Ucedé al kirchnerismo, y que ya supera a Roberto Carlos en aquello de tener “un millón de amigos”. Quizá festeje en la cancha de Tigre o en algún salón de usos múltiples de Aysa, mientras Malena Galmarini se ocupa de todos los detalles del cotillón temático.
“No votar al peronismo es un salto al abismo”, argumentó Andrés “Cuervo” Larroque, el exsecretario de La Cámpora y actual ministro de Desarrollo de la Comunidad Bonaerense, al plantear que lo que hay enfrente “es muy peligroso”. ¿Se referirá a la oposición con posibilidades de ganar las elecciones presidenciales? ¿O se referirá al futuro individual de quienes tengan que dejar sus cargos públicos y seguir desde el llano su vida cotidiana? A principios de diciembre de 1999, cuando Carlos Menem llegaba al fin de sus dos mandatos presidenciales, le admitió a esta cronista uno de sus cercanos temores: “Al día siguiente de entregar el poder, el teléfono queda mudo. No te llaman ni para venderte una rifa”. Un verdadero abismo.