La COP16 y la deuda pendiente con la biodiversidad global
La COP 16 de Biodiversidad -es decir el evento más importante del mundo en materia de conservación de la vida sobre el planeta- finalizó hace poco más de un mes en la ciudad colombiana de Cali luego de dos semanas de reuniones, encuentros, debates y, en el mejor de los casos, definiciones que orientarán las políticas de conservación de la naturaleza de los países de aquí en adelante hasta al menos los próximos dos años, cuando la próxima cumbre tenga lugar.
En la COP anterior se firmó el histórico Marco Global de Biodiversidad de Kunming - Montreal para detener y revertir la pérdida de biodiversidad que enfrentamos. Esta COP16 pretendió buscar la implementación y desarrollo de las 23 ambiciosas metas del Marco, pero solo 44 de los 196 países miembros entregaron sus estrategias nacionales de conservación de la biodiversidad.
Como en otras tantas ocasiones, terminados estos eventos de gran intensidad y participación, nos deja con gusto a poco. En primer término, se pueden hacer algunas lecturas y reflexiones acerca de qué significa la Cumbre de Biodiversidad.
La primera de esas lecturas tiene que ver con la escala y el alcance de la COP de Biodiversidad respecto a la COP de Cambio Climático que ya va por su edición 26. Esta última es mucho más grande en convocatoria, participación de países y funcionarios e impacto en los medios, y eso habla un poco del rol que tiene la biodiversidad en la agenda y percepción de la crisis climática y ambiental que atravesamos. El cambio climático y la pérdida de biodiversidad están interconectados y debemos abordarlos conjuntamente. ¿Será que tal vez nos olvidamos de que sin biodiversidad, sin flora y fauna la vida en el planeta Tierra tampoco es posible aunque logremos evitar el aumento de la temperatura global?
En ese marco, una de las iniciativas en las que trabajan muchas de las organizaciones, por ejemplo, las agrupadas en BirdLife International como Aves Argentinas, es unir ambas COP en misma fecha y lugar, para darle a la discusión en torno a la crisis de biodiversidad el interés que merece.
Uno de los planteos que se dejaron ver en esta COP es la importancia de prestar atención a todos los ecosistemas. Sí, los bosques y selvas sufren el avance despiadado de la frontera agrícola y albergan una buena parte de la diversidad global, pero no menos importantes son los pastizales naturales, las estepas o los ambientes marino-costeros, solo por mencionar algunos. Todos ellos tienen además importantes roles en la captura de carbono y, sobre todo, de su buen estado de conservación puede depender la seguridad alimentaria del planeta. Esto último está cada vez más claro. Nuestra naturaleza es una fuente de ingresos y bienestar, desde todo punto de vista: turismo, servicios ecosistémicos, recreación e inspiración. Y como si todo esto fuera poco (aunque bastante incomprendido por un sector de la sociedad) tenemos una obligación moral hacia las formas de vida y paisajes que ocurren con nosotros en este planeta.
Los pueblos originarios también alcanzaron a partir de esta COP a tener un rol más importante en materia de decisiones. Estas comunidades integrarán el tercer órgano subsidiario de la cumbre de biodiversidad.
Otro de los debates que están sobre la mesa es el del financiamiento para las políticas y acciones de conservación de la biodiversidad: luchar contra la sexta extinción masiva -como se denomina al ciclo que estamos atravesando- requiere esfuerzos y trabajos que tienen un alto costo. Si queremos detener y revertir sus efectos -sabiendo que lo que se gasta en mantener un ambiente sano se ahorra sobremanera al evitar desastres naturales, sequías extremas, inundaciones, etcétera - hay que invertir en ello. Todos debemos contribuir en este proceso, aunque claramente, el impacto no es homogéneo entre los distintos países y tampoco debería ser homogéneo el aporte económico proveniente de los mismos para contrarrestar esta crisis. Para ello se necesitan Estados y mecanismos eficaces y eficientes para poder canalizar y ejecutar esos fondos donde más se necesiten.
Sin embargo, del sector privado se necesitan fuertes compromisos, y que sean reales y genuinos para no caer en el greenwashing. Aquí, el sector financiero también debe comprometerse, las finanzas verdes o sostenibles comienzan a tener un rol preponderante. Direccionar préstamos e inversiones a iniciativas que mejoren el estado del planeta parece ser una de las herramientas que van a ser centrales en el futuro.
Desafortunadamente ha habido falta de definición de un modelo de financiamiento para llevar el plan de protección de la biodiversidad a la realidad, identificando las fuentes de recursos, los mecanismos de acceso y de ejecución. Los cálculos indican que para la implementación del Marco Mundial se requieren 700.000 millones de dólares. El otro punto que no se alcanzó a concretar fue el del mecanismo de monitoreo para medir los avances de los países en el cumplimiento de la hoja de ruta para la protección de la biodiversidad.
Finalmente, y volviendo al rol y al compromiso de los Estados en general y al de Argentina en particular (quien ha presentado finalmente su Estrategia Nacional de Biodiversidad), corremos riesgo de que el escepticismo oficial de la Argentina en materia medioambiental deje al país fuera de los mercados internacionales que ya tienen una marcada orientación. La reciente noticia de que la delegación argentina recibió la orden de Cancillería de abandonar la participación en la COP 29 de Bakú confirma dicho escepticismo y conlleva un riesgo para nuestra economía sino, sobre todo, para nuestro patrimonio natural, el de todos los argentinos, las generaciones presentes y futuras que, además de tener un derecho al ambiente sano, van a necesitar de él para sobrevivir, por más apocalíptico que suene.
Casañas, Director Ejecutivo de la ONG Aves Argentinas; González Táboas, Director de Coordinación Institucional de la ONG Aves Argentinas