La contaminación sonora
INSIDIOSA, dañina, la contaminación sonora afecta cada vez más a la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Quienes la soportan -todos los habitantes de la vasta región metropolitana-, padecen una gravísima agresión física y psicológica, que debería ser repelida con estrategias claras y sostenidas. Se trata de un problema que disminuye significativamente la calidad de vida de la población.
Durante muchos años, se le prestó escasa atención a esta delicada cuestión. Tanto es así que entre 1972 y 1996 no se realizaron mediciones para verificar cuáles eran las zonas más estruendosas de la metrópoli. El alarmante resultado de esa desidia ha sido que, medido en relación con las condiciones que imperaban en los comienzos de la década del setenta, el actual mapa de las intersecciones afectadas por las concentraciones sonoras de mayor intensidad ha mostrado un incremento del 70% en el nivel de los ruidos.
La denominada presión sonora, cuyo exceso repercute con efectos demoledores en los sistemas auditivos de los seres humanos, no debería sobrepasar los 80 decibeles. La legislación local vigente determina un máximo de 84 decibeles para las zonas consideradas no residenciales y de 60 para las residenciales. Sin embargo, en el cruce de las avenidas Juan B. Justo y Santa Fe -punto de la urbe en que el estruendo llega a la máxima expresión- las mediciones recientes han demostrado un nivel casi permanente de poco menos de 105 decibeles. Es sólo un ejemplo entre los muchos que brinda cotidianamente la ciudad. Para colmo de males, allí y en muchos otros sitios de la metrópoli, los horarios nocturnos y las jornadas festivas han dejado de ser garantías de la disminución de la agresividad de los sonidos.
¿Qué les ocurre a las personas sometidas a ese bombardeo invisible? De por sí sufren molestias y daños que se incrementarán paulatinamente en medida proporcional al tiempo de exposición y que pueden llegar a la hipoacusia total o parcial. Según la Asociación Civil Oír Mejor, creada por familiares y amigos de pacientes de disminución auditiva, también pueden padecer dolores, insomnio, pérdidas de memoria, disminución de la capacidad laboral, ansiedad, alteraciones fisiológicas, vértigo, zumbidos dentro de sus oídos, irritabilidad y otras afecciones que, incluso, alcanzan a veces a órganos no pertenecientes al sistema auditivo.
Especialistas consagrados a investigar los orígenes y efectos de la contaminación sonora le atribuyen al tránsito el 80 por ciento de la responsabilidad en la generación de ese deletéreo factor de perturbación. El vertiginoso crecimiento del parque automotor _400% durante la década última_ ha multiplicado el roncar incansable de los motores, el desapacible chillido de las frenadas y el torturante crescendo de las aceleraciones.
Súmense a eso los fuertes e impertinentes sonidos que provienen de las disquerías y de los locales de diversión, el no siempre indispensable ulular de las sirenas de los patrulleros policiales y de las ambulancias, y el aullido de las turbinas de los aviones en el área de influencia del Aeroparque.
Hace poco tiempo, las conclusiones del foro ambiental organizado por la Fundación Ciudad demostraron que Buenos Aires y su conurbano han dejado de ser un conglomerado con ruidos y se han convertido en una concentración urbana ruidosa , a tal punto que tiene la dudosa distinción de que su nivel de contaminación sonora esté incluido entre los diez más elevados del mundo.
Dispone la ciudad de una ley de procedimiento de evaluación del impacto ambiental, contribución positiva cuya eficacia dependerá, sin duda, de la decisión política de hacerla acatar en forma inexorable. Pero hasta esa norma será inocua si las autoridades se desentienden de la obligación primordial de verificar la existencia de fuentes productoras de ruidos molestos, de prevenir, disminuir o eliminar sus efectos nocivos, y de sancionar a los infractores. Y también si la sociedad no es educada para colaborar con esa indispensable labor y, además, no hace valer el legítimo derecho de exigir que se la libere del impío acoso de la contaminación sonora.