La Conadep, ese mal recuerdo peronista
El gobierno porteño está por rozar el talón de Aquiles del kirchnerismo. Será a partir del viernes al mediodía cuando inaugure una megamuestra sobre el hecho fundacional de los derechos humanos en la Argentina contemporánea posdictadura: la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), en cuyo informe la Justicia se basó para juzgar a las juntas de comandantes.
La incomodidad oficialista será mayor porque Pro es una fuerza que no se caracteriza por hacer de este tema una de sus banderas preferidas y, sin embargo, abrirá esa exposición en la Sala E del segundo piso del Centro Cultural San Martín. Es el mismo lugar donde, tres décadas atrás, los miembros de esa comisión, 13 ciudadanos de a pie, de distintas extracciones políticas y hasta religiosas, se asomaron al abismo.
La exposición "Los 280 días / La Conadep en el Centro Cultural San Martín", que se extenderá hasta el 30 de octubre, con entrada libre y gratuita, contará con fotos, documentos, una gran línea del tiempo, mobiliario, publicaciones de la época y entrevistas en video, en tanto que simultáneamente habrá una nutrida agenda de mesas redondas y un ciclo de películas argentinas de aquella época, todo bajo la dirección general de Gabriela Ricardes. Este flujo de expositores y concurrentes posibilitará a las nuevas generaciones sumergirse en aquellos luminosos años 80, de ilusiones y aromas nuevos, no exentos de temores de perder la libertad recuperada. Antes de fin de año, además, Eudeba sumará un libro conmemorativo que incluirá un DVD con testimonios.
Justo este año coinciden dos aniversarios redondos de sendos hechos relacionados con los derechos humanos que podrían haber sido complementarios, si no hubiese mediado la mezquindad política. El 20 de septiembre se cumplirán tres décadas de la entrega del informe de la Conadep al presidente Raúl Alfonsín. A su vez, el 24 de marzo, se cumplieron diez años de dos hechos que el kirchnerismo pretendió convertir en fundacionales -y excluyentes- de los derechos humanos: por la mañana, el entonces presidente Néstor Kirchner ordenó bajar el cuadro de Jorge Rafael Videla en el Colegio Militar, y por la tarde, en el edificio de la ESMA, pidió "perdón en nombre del Estado por haber callado durante 20 años de democracia".
En los días siguientes, el propio mandatario tuvo que llamar por teléfono para disculparse por tamaña ingratitud y flagrante olvido no sólo a Alfonsín sino también a algunos miembros de la Conadep, que se sintieron perplejos y dolidos por semejante ninguneo, ellos que sí habían puesto el cuerpo entonces, al soportar amenazas e inquietantes espionajes. Lo que parecía un exabrupto de ignorancia de Kirchner, en realidad escondía una intención aviesa.
Aquellas rectificaciones en privado no fueron sinceras porque el oficialismo siguió porfiando en imprimir como acto fundacional de los derechos humanos en la Argentina la imagen de Kirchner haciendo bajar el cuadro de Videla, hecho que sucedió cuando las Fuerzas Armadas ya no tenían ni poder militar ni voluntad política alguna de desafiar a las instituciones. La mayoría de los represores eran ancianos achacados en la cárcel, o por volver a ella, por la reapertura de los juicios. Ese icono virtual es repetido por el kirchnerismo hasta el cansancio.
La movida del Centro Cultural San Martín tiene un sugerente plus: se promueve desde el Ministerio de Cultura de la ciudad, que conduce Hernán Lombardi, porque se quiere dar a esta actividad un contexto social más amplio. La idea es llegar a quienes tienen menos de 40 años y, especialmente, a los más jóvenes, engañados por la historia reescrita por el kirchnerismo.
El ocultamiento de esos primeros capítulos heroicos de la democracia naciente, cuando todavía el poder militar era muy grande y estaba en condiciones de barrer de vuelta a las restauradas instituciones, es un intento inútil de la fuerza en el poder por brillar en soledad en el tema de los derechos humanos.
Pero no sólo por eso: el peronismo había prometido en 1983 que, de ganar, iba a respetar a rajatabla la autoamnistía dictada por los militares poco antes de irse. Coherentes con esa decisión, resolvieron no formar parte de la Conadep, que en el decreto de su creación contemplaba la integración de representantes legislativos de las bancadas mayoritarias y sólo estuvieron los radicales.
Por esas circunstancias, todo el peronismo -y no sólo su facción kirchnerista- tiene sensaciones culposas y contradictorias a la hora de evocar aquellas jornadas memorables de las que decidieron marginarse, mientras la CGT de Saúl Ubaldini golpeaba al Gobierno con 13 paros nacionales.
Entonces no había redes sociales, el cable no tenía tanta penetración y la TV abierta, salvo un canal, eran del Estado; pero el alfonsinismo promovió las libertades y en su época surgieron medios renovadores, como El Periodista, la Rock & Pop y el diario Página/12. La era kirchnerista apostó, en cambio, a bombardear a los medios tradicionales mientras alentó la aparición de voces adictas o reconvertidas mediante la pauta oficial y fogoneó a su propio ejército de militantes virtuales.
Dos épocas, dos galaxias diferentes.
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