La compleja relación de la Argentina con el FMI
El país pasó por múltiples experiencias de estabilización económica acordadas con la ayuda del Fondo, pero ninguna llegó a un final feliz
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Recientemente The Economist publicó un artículo sobre las difíciles experiencias que tuvo la Argentina con el Fondo Monetario Internacional. Como el país se había afiliado en 1956, el primer préstamo de estabilización se aprobó en diciembre de 1958. En cadena nacional en tono dramático el presidente Frondizi explicaba que con las medidas resueltas se haría frente a una severa crisis resultado de muchos años en que se gastó más de lo que se produjo. No había divisas para importar los insumos para la industria, existía un atraso tarifario cubierto por subsidios a las empresas públicas. El plan de Estabilidad y Desarrollo incluía una fuerte devaluación para impulsar las exportaciones y pagar por las importaciones de insumos imprescindibles para evitar el colapso de la producción local. Se decidió un aumento del combustible y se recurrió a la explotación privada del petróleo. Se aumentaron las tarifas en más de un 100%, los salarios un 60% lo que incluía los aumentos concedidos el año anterior y los meses previos. En compensación para los sindicalistas se aprobó la ley 14250 que aseguró monopolio de los convenios colectivos a los sindicatos reconocido por el Estado.
A partir de 1960 la economía estaba comenzando a crecer gracias al empuje de las exportaciones agrícolas (después de las devaluaciones del 56 y el 59) y las importaciones con créditos del exterior a corto plazo, tras la estabilización del peso al nuevo tipo de cambio y el arreglo de la deuda con gobiernos europeos gestionada por Roberto Verrier. La administración siguió en las complejas alternativas de una economía que se había abierto muy poco y solo para algunos rubros pero que estaba básicamente cerrada. La red ferroviaria nacionalizada en 1946 y descapitalizada arrastraba un déficit tremendo con ramales que empleaban mucho personal pero casi sin pasajeros. Cuando se la quiso racionalizar (el plan Larkin) con el cierre de ramales y el despido de personal se produjeron poderosas huelgas ferroviarias (lo que ya había ocurrido en la presidencia de Perón). El conflicto sindical, el enfrentamiento con el peronismo que había sido su aliado en el 58 y el clima de la Guerra Fría condujeron al golpe que desalojó del poder a Frondizi. Pero los problemas venían de lejos, ya en 1952 Perón advertía que se estaba gastando más de lo que se tenía. El mismo diagnóstico hizo Prebisch en 1955 en su Informe al gobierno argentino y medio siglo después los problemas no parecen muy distintos. ¿Se puede destrabar el complejo mecanismo de protección que mantiene a la economía con una baja productividad sosteniendo a grupos corporativos, empresarios de la obra pública y de mercados regulados y a dirigentes sindicales con negocios paralelos, que resisten con éxito cualquier cambio?
En las décadas que siguieron hasta hoy, la Argentina pasó por múltiples experiencias de estabilización acordadas con la ayuda del Fondo; algunas parecieron inicialmente más exitosas pero ninguna llegó a un final feliz. El plan Krieger evitó las bruscas devaluaciones con una gradual y compensada, y un aumentando de los ingresos originado en las retenciones al agro, moderando las expectativas inflacionarias no solo por lo gradual de la medida sino porque al tiempo se le redujeron dos ceros al peso con un tipo de cambio que se mantuvo fijo. Al comienzo Onganía tuvo el poco disimulado apoyo de Vandor y sus 62 organizaciones, a quienes se había dado la concesión de las Obras Sociales. Sin embargo los sectores industriales protegidos sufrían el aumento de los costos que se trasladaban a los precios y a los varios años volvieron los desfasajes entre estos y el tipo de cambio que había quedado fijo. Junto a ello el agotamiento del proyecto autoritario de Onganía llevó en los años que siguieron a que se volviera a la secuencia conocida.
Esto también ocurrió con otros experimentos, algunos más complejos y audaces, que pretendían atacar las expectativas de una sociedad que había pasado por largas experiencias inflacionarias. El plan Gelbard no fue convenido con el Fondo. Sin embargo dado que el país había acordado préstamos, su economía seguía auditada por éste que aprobó el primer año un informe en que reconoció que la inflación había bajado fuertemente. El plan se basó en un acuerdo de precios, salarios, tipo de cambio y tarifas que se congelarían por dos años. Se confió en el prestigio y poder de Perón para que se respetara, sin tener en cuenta que una cosa es el aumento del nivel general de precios (inflación) y otra los cambios en la oferta y demanda de un producto y en consecuencia sus precios relativos. Tampoco prestó atención a los datos de la macroeconomía y a la incidencia del aumento de precios de las importaciones.
Tras el primer año el Acuerdo fue reiteradamente transgredido. A pesar de todo el gobierno hizo el primer pago de la deuda con el Fondo pero más adelante con la economía en crisis, una inflación desatada, déficit cada vez mayores y deuda imposibles y tras los fracasos de los intentos posteriores y al borde de la hiperinflación durante el ministerio de Cafiero, el gobierno para no caer en el default acordó con el Fondo un nuevo préstamo para pagar el tramo que vencía.
En otros programas se trató de alguna combinación de medidas heterodoxas como controles de precios, con ortodoxas y una acción sobre las expectativas con la creación de una nueva moneda en el plan Austral. Como cualquier plan de estabilización suponía el recorte de gastos y suba de tarifas; los intereses que querían mantener sus privilegios echaron la culpa de las antipáticas medidas al Fondo y a los gobiernos que pretendían aplicarlas, los que terminaban perdiendo las elecciones.
El Fondo fue creado al final de II Guerra para ayudar con los problemas transitorios de balance de pagos evitando las devaluaciones competitivas y el cierre del comercio internacional que habían aquejado el mundo en los años 20 y 30. Que el Fondo no permitía solucionar los muy grandes desequilibrios que había dejado la guerra quedó claro cuando Gran Bretaña abandonó la convertibilidad de la libra empujada por una estampida de fuga de reservas. En el caso de grandes desequilibrios de déficit y deuda soberana el Fondo proveería los montos iniciales para dar tiempo a los gobierno deudores a aplicar un programa que restaurara confianza en los mercados de deuda privada (sería una especie del Banco Central internacional). Avalados por el FMI los inversores volverían a invertir en títulos públicos por montos considerables. Pero eso no solo dependía de las medidas propuestas sino de la convicción y el poder político del gobierno deudor para aplicarlas.
En otra experiencia internacional, cuando habían fracasado intentos de contar con el pago de las reparaciones alemanas, el secretario del Tesoro norteamericano Dawes elaboró un plan por lo que se colocaría en el mercado un bono con garantía del Tesoro de los EE.UU para dar confianza a los ahorristas privados. Lo curioso es que fueron los mismos alemanes lo que los suscribieron. Otra experiencia, en la II Posguerra, fue el papel del plan Marshall y, al comienzo de la Guerra Fría, junto a la organización de Europa Occidental en la alianza militar del Atlántico Norte. Los europeos no solo recibieron ayuda económica sino que tuvieron presencia militar norteamericana en sus territorios. Las reformas alemanas tuvieron un apoyo determinante. Fue también el tiempo de “bienvenido Mr. Marshall”, del descubrimiento del Fondo por Franco en España, cuyo programa, a diferencia del argentino del mismo año, continuaba con una ecnomìa en crecimiento.
En México durante la crisis de 1995, la rápida decisión de Clinton de adelantar una ayuda mucho mayor que la que por sus estatutos permitía el Fondo y el compromiso del presidente Zedillo de ejecutar un programa de austeridad, generaron una gran confianza y México no solo cumplió sus compromiso sino que adelantó los pagos (y esto lo hicieron los tenedores de deuda privada). La economía mexicana estaba muy vinculada a USA y ni unos ni otros podían arriesgarse a un default.
Hoy el problema del país es crecer, para eso se requiere una muy importante inversión en infraestructura y bienes de capital y estos, por su magnitud, se financian solo con inversiones de largo plazo, baja tasa de interés y no con ingresos corrientes. Pero hoy el precio en esos mercados no es el interés del Fondo sino el del Riesgo País por la poca confianza que despierta la capacidad del cumplir del Gobierno. Hasta 1941 la Argentina fue uno de los países de mayor estabilidad monetaria del mundo, y desde 1890 hasta 1947 honró el pago de su deuda. Uno de los pocos en la crisis del 30 y el único en América Latina que lo hizo. Tuvo hasta el 41 un desarrollado mercado de capitales en Cédulas Hipotecarias y títulos del Crédito Argentino Interno.
Lo que hoy se necesita para atraer la inversión privada y crecer es seguridad jurídica. La ayuda inicial del Fondo para no caer en el default es necesaria pero a la larga el problema es nuestro; asegurar la seguridad jurídica, ni más ni menos que cumplir con nuestra Constitución.
Profesor Emérito, Universidad de San Andrés