La colección Bemberg en Bellas Artes
Desde hoy, el Museo Nacional de Bellas Artes exhibe la colección de pintura rioplatense que donó, en 1995, la cineasta argentina María Luisa Bemberg. Las veintisiete obras que la componen -que serán expuestas en una sala especial que también fue agregada al museo por disposición de la donante- han pasado a enriquecer, de esta manera, el patrimonio de la principal pinacoteca argentina y su importancia como exponente de la pintura argentino-uruguaya del siglo XX.
Pero además del hecho ya relevante de por sí de recibir en donación un conjunto artístico tan valioso -que incluye nombres como los de Emilio Pettoruti, Xul Solar, Joaquín Torres García, Pedro Figari, Rafael Barradas o Alicia Penalba-, existen otras razones por las cuales también es necesario destacar su importancia. En primer lugar, que tuvieron que pasar diez años para que se efectivizara la donación, de acuerdo con la voluntad de la coleccionista, para lo cual intervinieron en feliz conjunción el amoroso empeño de sus hijos: Carlos, Luisa, Cristina y Diego; la oportuna intercesión del ministro del Interior, Aníbal Fernández, y la lúcida gestión del actual director del museo, arquitecto Alberto Bellucci, unidos todos para resolver favorablemente el inexplicable y burocrático proceso administrativo. En segundo lugar, que se ha demostrado que los argentinos son todavía capaces de reverdecer una vieja tradición nacional: la vocación de sumar esfuerzos en la construcción de un patrimonio cultural más amplio y más rico, capaz de competir en pie de igualdad con los de países más antiguos y más afortunados en su desarrollo social, político y económico.
Y por último, que se trata de un acto de justicia para con una artista que siempre le ha dado cosas buenas a la Argentina. Porque María Luisa Bemberg no sólo ha sido una directora de cine que en su obra mostró como pocos y con un originalísimo punto de vista los usos y costumbres de toda la sociedad argentina entre los siglos XIX y XX, por lo cual recibió numerosos premios, sino que con este último y generoso gesto señaló el camino para que muchos compatriotas detrás de ella persistan en esta costumbre de pensar en el futuro de la Argentina y de su gente.
La colección, que ya puede ser admirada y apreciada por todos los que se acerquen al Museo Nacional de Bellas Artes, da testimonio, entonces, del amor que una argentina inolvidable sintió por este país.