La clave es la confianza
Con alianzas y candidatos ya definidos comenzaron las especulaciones sobre los resultados de las elecciones legislativas de este año. Cualquier predicción involucra más incertidumbre que la habitual. Existen pocas encuestas confiables que hayan sondeado la intención de voto con los candidatos oficializados. Y cuando las haya deberán ser interpretadas con cautela: más allá de sus fuentes de error, las encuestas no pueden predecir los cambios de tendencias futuros, especialmente una vez que comience el período oficial de publicidad electoral. Es imposible emitir hoy un pronóstico con razonable nivel de certeza para las elecciones primarias de agosto y, más aún, para las de octubre.
Un elemento de complejidad adicional es que no se trata de una elección, sino de ocho (para senadores nacionales, en las ocho provincias que los renuevan), y 24 (para diputados nacionales en todas las provincias y la CABA). La política electoral argentina se ha "desnacionalizado", de forma que la identidad y el apoyo electoral de las fuerzas políticas varían de provincia a provincia.
En las legislativas de 2013, el FPV fue derrotado en la mayoría de las provincias, pero reclamó el mayor número de votos a nivel nacional. El kirchnerismo fue derrotado en Buenos Aires por la fuerza de Sergio Massa, en la Capital por Pro, en Santa Fe por el Frente Progresista, en Córdoba por el PJ disidente de José Manuel De la Sota y en Mendoza por la UCR. Esto es "desnacionalización".
Si bien cada elección provincial tendrá sus particularidades locales, algunas tendencias nacionales afectarán el resultado del resto. La más importante será la popularidad del oficialismo nacional. Cambiemos ha sido hasta aquí exitoso en mantener un nivel de apoyo ciudadano importante. Líderes centrales del espacio como Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Elisa Carrió encabezan los rankings de imagen en los sondeos de opinión.
El Índice de Confianza en el Gobierno (ICG), que genera la Universidad Di Tella desde 2002, evalúa la situación del oficialismo nacional en forma mensual. El ICG varía entre 0 y 5 (aunque su nivel más alto fue de 3,32, en los albores de la presidencia de Néstor Kirchner). En los últimos meses se ubicó en torno del 2,5, considerablemente por encima del promedio de 2,0 que tuvo CFK durante su segundo mandato. Este nivel de confianza es notable dado la fragilidad legislativa del Gobierno y el difícil contexto macroeconómico.
El resultado electoral dependerá de muchos factores, como la popularidad de los candidatos y la calidad de sus campañas, pero el nivel de confianza ciudadana que el gobierno nacional coseche en agosto y octubre será clave.
No debe subestimarse el rol central que el sólido nivel de popularidad del Gobierno tiene en las actuales condiciones de estabilidad política y gobernabilidad. Tal nivel tampoco debe naturalizarse: en el peor momento de los gobiernos de CFK su ICG fue de 1,04. El gobierno de Duhalde llegó a 0,32. Sin apoyo popular le sería muy difícil a Pro mantener a sus socios dentro de Cambiemos, y sería virtualmente imposible la aprobación de iniciativas legislativas del oficialismo en el Congreso. Para el gobierno actual -mucho más que para gobiernos que gozaron de mayorías legislativas y un amplio desarrollo político territorial-, el apoyo de la opinión pública es la verdadera clave de la gobernabilidad.
Profesor del departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la UTDT