Hace cuatro años la consultora W realizó una encuesta: les preguntó a los participantes con qué sector socioeconómico se identificaban. Ocho de cada diez respondieron que se consideraban de clase media. Es decir que en la Argentina, un país con un tercio de su población sumergido en la pobreza, el 80% se piensa a sí mismo en el medio de la escala social.
Si fuera tan simple como el "me pienso, luego existo", los políticos no tendrían problemas en delinear campañas para ese sector; los sociólogos y antropólogos dejarían los estudios de campo e infinitos apers que buscan comprender el comportamiento de este estrato (o estratos) y los publicistas saltarían en una pata con un segmento tan homogéneo y firme. Pero no.
Según los expertos consultados por La Nación, la clase media argentina no es una categoría homogénea. Sus contornos son difusos y, según el ángulo que se adopte, puede ser definida parcialmente por sus ingresos, sus expectativas, sus elecciones políticas o la propia autopercepción. Si bien el término suena igual al que describió Gino Germani en la posguerra –profesionales, hijos de inmigrantes, con una marcada cultura del esfuerzo– la clase media se reconfiguró y continúa transformándose. La moldean, sin duda, cambios socioculturales globales que ponen en jaque algunos de sus presupuestos, como la estabilidad laboral, la idea fuerte de familia, cierta jerarquía de valores. En el país, la volatilidad económica y las ciclos recurrentes de ilusión y desencanto fortalecen en los sectores medios esa sensación de incertidumbre.
Un trazado tentativo
Más allá de estas dificultades, trazar su perfil es una necesidad esencial para el desarrollo de políticas públicas y para tratar de conquistarla, objetivo clave de cualquier político con aspiraciones de ganar una elección o conservar el poder. Saber cómo hablarles a las clases medias –ese objeto político inasible, como lo denomina Eduardo Fidanza– puede representar la diferencia entre acceder al sillón de Rivadavia en 2019 y el olvido.
Según datos de la consultora W, presidida por el experto en consumo Guillermo Oliveto, hay cinco clases sociales que pueden identificarse según sus ingresos, y dos de ellas son clase media. La clase media alta actual, que equivale al 17% de la población, promedia sus ingresos familiares en 68.000 pesos mensuales, con un piso de 41.500. En tanto, la clase media baja (28% del total) tiene ingresos que rondan los 35.000, con un mínimo de 23.000. En total suman el 45% de la población. Lejos de ese 80% de identificación "aspiracional" que arrojó aquella encuesta. Sin embargo, los datos de la consultora señalan que a mediados de los años 70 dos tercios de la población sí pertenecían a la clase media según sus ingresos.
Cabría preguntarse si la identificación de la mayoría con la clase media no proviene de parámetros e ideales que se configuraron hace décadas y quedaron fijados allí. Es decir, esta clase cambió, tal vez una parte incluso descendió en la escala económica, pero quienes la componen aún mantienen muchos de sus valores y aspiraciones.
El factor cultural
"Esto es así y tiene que ver con algunas cuestiones muy estructurales de la clase media, que son el nivel de educación y su lugar de residencia. Es posible que personas que se criaron en escuelas de clase media, en barrios de clase media, después de 2001 y 2002 descendieron en ingresos a la clase baja o media baja, pero culturalmente mantuvieron un componente de clase media", explica Oliveto.
El sociólogo y antropólogo Pablo Semán en parte coincide: "Pienso que de ninguna manera hay una clase media, sino clases medias. Aumentó la fragmentación, y de la clase media clásica, que creía que ascendía por la educación y el esfuerzo, queda cada vez menos".
A la hora de explicar esta fragmentación y estos cambios, Semán apunta a los sacudones económicos. "Se genera porque las posiciones económicas y el sistema productivo son muy volátiles y dependen del despliegue histórico de la economía argentina: mayor o menor intervención del Estado, la dinámica de dolarización, la devaluación del peso. Eso genera un contexto en el cual las posiciones de las clases medias actuales son volátiles comparativamente con la de las clases medias clásicas".
El antropólogo y estudioso de las clases medias Sergio Visacovsky considera que hay una narrativa de clase media que es la que se sostiene en la actualidad, a pesar de lo heterogéneo del grupo y de los grandes cambios económicos. "¿Por qué tiene tanta fuerza la idea de movilidad social ascendente, aun a pesar de que la experiencia colectiva demuestra la dificultad que presenta para los jóvenes de hoy acceder a la vivienda propia? Porque hay elementos en el pasado, y de la propia experiencia, que demuestran que la movilidad social ascendente fue posible. Fue posible para tus padres o tus abuelos", afirma.
El sueño del progreso
Este relato de la movilidad posible, señala Visacovsky, es un discurso tan potente que se ha vuelto una apelación permanente en los políticos después de la crisis del 2001, que dinamitó gran parte de las posibilidades de crecimiento de los sectores medios. "De la poscrisis para acá, los partidos políticos han apelado a la idea de volver a ser un país de clase media, a que el trabajo y el esfuerzo saquen al país adelante. Este concepto ha atravesado programas muy distintos. Eso demuestra su potencia".
Más allá de haber sacudido al país, la crisis de 2001 también impactó sobre el relato que las clases medias construyeron parcialmente sobre sí mismas y, por lo tanto, en su propia definición. Dice Semán: "En general, la gente de las clases medias de cualquier lado de la grieta piensa que puede derribar gobiernos o sustituirlos y se piensa víctima de los gobiernos. Es un imaginario instalado desde la crisis".
Como sea, trazar un perfil de ese sector social tan esquiva y delinear el mejor discurso para llegar a él es una cuestión que desvela a muchos políticos, en especial a aquellos que aspiran a ser candidatos en 2019 y al propio Gobierno, que buscará conservar el poder.
"La sociedad argentina es moderada porque en su mayoría es clase media o se siente de clase media –apunta Sergio Berenzstein, consultor y analista político–. Por lo tanto, en escenarios electorales, al margen de los candidatos, pretende poder consumir, vivir una vida tranquila, no tener tanta inflación. Y busca soluciones de clase media, no partidos fuera del sistema".
Discursos amplios
En función de estas necesidades y de los variados matices que tienen los votantes "del medio", Berenzstein señala que los eslóganes y promesas de campaña tienden a ser lo suficientemente vagos como para garantizarles el mayor alcance posible. Un significante más o menos vacío que cada uno pueda adaptar a sus propias expectativas.
Sobre este punto coincide el historiador Ezequiel Adamovsky (ver entrevista aparte). Señala que Cambiemos reeditó cuestiones del "neoliberalismo de los años 90" pero con un discurso más abarcativo. Menciona por ejemplo el concepto de emprendedor, que sustituye al de empresario millonario. El emprendedor transmite la sensación de éxito y superación, y es una figura que se adapta tanto al comerciante de La Salada como a quien tiene una pyme familiar.
Más allá de estas apelaciones, prácticamente todos los consultados coinciden en que el desafío electoral central del Gobierno pasa por otro punto sensible para los sectores medios: la economía. Si este escenario repunta o al menos no empeora, es posible que el Gobierno pueda retener a sus votantes medios. En cambio, si la situación se vuelve crítica, probablemente virarán hacia otras alternativas.
"Renovar el pacto del Gobierno con el votante es una tarea difícil, no va a ser como en 2015 o 2017. En parte porque la política económica que tuvo el Gobierno y el desempeño de la economía, dos cosas importantes para las clases medias, no se ven como plenas", señala Semán.
En este sentido, la "turbulencia" económica reciente –que disparó las proyecciones de inflación al 30% para este año e impactó en la dinámica laboral– golpeó duramente a los sectores más bajos pero afectó también las expectativas de los sectores medios. Un ejemplo: en junio, como consecuencia de la devaluación, las operaciones inmobiliarias con crédito hipotecario en la ciudad de Buenos Aires cayeron un 25%. Es decir, se desinfló en parte, por el momento, la posibilidad de adquirir una vivienda propia.
¿Qué estrategia está aplicando entonces Cambiemos para tratar de contener a ese caudal de votantes medios? Más allá de medidas económicas y políticas concretas, según contó una fuente cercana a Jaime Durán Barba, desde el oficialismo tratan de enviar un mensaje de "esfuerzo" y de estar "haciendo lo que hay que hacer" para salir adelante. Además, buscan promover una mayor identificación con Mauricio Macri, mostrándolo más cercano a la gente, reflejando intereses y preocupaciones similares: la importancia de la familia, del trabajo y del ahorro.
El elemento clave para que estos mensajes calen, y particularmente en las clases medias, está en las redes sociales y en la posibilidad de segmentar la comunicación de acuerdo a los consumos e intereses que aportan las plataformas como Facebook e Instagram.
"La base del apoyo que ha recibido este gobierno es básicamente político –señala el sociólogo Eduardo Fidanza–. Ese apoyo se basa en la expectativa de un futuro mejor y en la voluntad de no volver al populismo anterior. La gente ha postergado por primera vez la satisfacción inmediata por ir a reformas de fondo. Pero el apoyo que Cambiemos ha obtenido de los sectores medios hoy depende de cuatro factores: que el Gobierno ofrezca un horizonte para renovar esa esperanza; que la acompañe con alguna recompensa material en medio de estos tiempos difíciles; que se mantenga la intención de no volver atrás y, por último, que el peronismo no ofrezca una propuesta atractiva".
Igual a vos
En el equipo de Sergio Massa ya delinearon ciertas pautas, muy arraigadas a la noción clásica de clase media, para tratar de llegar al sector en vistas a las elecciones presidenciales. "Nuestro objetivo como partido es poder representar a la clase media, mostrarle oportunidades de progreso. Tratamos de proponerle un equipo con exponentes de la clase media como Roberto Lavagna, un hombre formado en la universidad pública que sacó adelante el país después de la crisis, o Sergio Massa, que es de San Martín, hijo de inmigrantes italianos", explicó a este diario un asesor del Frente Renovador que trabaja en la campaña de 2019.
"Tenemos tres ejes en nuestra propuesta: uno político, uno económico y otro de seguridad. El político tiene que ver con no volver al pasado, al kirchnerismo, ni tampoco representar el ajuste de este Gobierno. En lo económico proponemos fortalecer a las pymes, que son las que pueden sacar adelante al país, y tratamos de presentar una oferta intermedia: ni el estatismo ni un esquema financiero liberado que controle al país. Por último, fortalecer la seguridad, que es un tema que preocupa mucho a la clase media", sintetizó el armador político.
Ética de trabajo
¿Cuáles son los factores clave para poder identificar, al menos genéricamente, al votante medio? "En el imaginario de la clase media hay una ética del trabajo muy fuerte –dice Oliveto–. Quiere ganar su dinero dignamente y, ante la restricción económica, tiende a priorizar a sus hijos para que sean mejores".
Sin embargo, este último punto acaso no sea exclusivo de la clase media. Visacovsky sostiene que el sacrificio por los hijos y el esfuerzo están muy presente también en las clases más pobres. En una madre que no come una noche para que sus hijos se alimenten o viajan durante horas para acceder a un mejor colegio. Sin embargo, eso no los vuelve de clase media. Tampoco lo hace exclusivamente el ingreso, ya que en ese caso se obviarían los deseos y los valores culturales, de algún modo también constitutivos de esos sectores.
¿Entonces? "En lo aspiracional, las clases medias se definen por una pretensión de participar dentro de cierto espacio, de ciertas actividades y consumos. Y de alguna manera obtener ese reconocimiento", cierra Visacovsky. Es decir que, más allá de las particularidades y segmentaciones de la clase media, que puede ser liberal o conservadora, profesional o trabajadora, hay una necesidad de pertenecer.
En esta constante redefinición de las clases medias, la política se mete como una cuña. Es un desafío para los partidos generar un discurso lo suficientemente abarcativo para ganar el favor de esta amplia franja de votantes. El éxito o el fracaso de estos esfuerzos se medirá en las urnas el año que viene.