La catarsis antirrepublicana y populista
Si por algo no debe preocuparse la vicepresidenta de la Nación es por su futuro económico cuando se termine esta gestión de gobierno. Aun cuando reciba una condena en algunas de las tantas causas que tiene abiertas en la Justicia, sabe que el “club del 25%”, que la sigue fanática e irracionalmente, la colocará en alguna banca en el Congreso (no olvidemos que el de senador es el cargo que más han ocupado quienes alguna vez fueron presidentes argentinos).
También sabe Cristina que con el indebido e incompatible cobro de sus dos ingresos previsionales tiene recursos suficientes como para vivir el resto de sus días sin trabajar. Y si no, a la luz de su patético pero imponente histrionismo, seguramente Tristán Bauer le garantizaría algún lugar de privilegio en el ambiente actoral. Eva Duarte, con mucha menos habilidad escénica, supo llegar a meterse en ese mundillo de fantasía.
Los audios que se dieron a conocer en estos días, en los que la vicepresidenta dio rienda suelta a su catarsis populista contra la Corte Suprema de Justicia de la Nación, pusieron de relieve dos sensaciones muy definidas: miedo y aversión republicana. Miedo porque la presidenta del Senado sabe en su fuero íntimo que, entre tanta tropelía perpetrada, podría recibir alguna sentencia condenatoria que luego la Corte tal vez ratificaría, y porque sabe que en la Corte yace ese vestigio de independencia judicial que tanto detesta y que tanta inseguridad le genera.
Aversión republicana porque jamás la vicepresidenta se llevó bien con aquello que no puede dominar, tal como ocurre con el periodismo, los fiscales y los jueces. Los permanentes embates contra el Poder Judicial, tan característicos durante sus dos mandatos, se repiten y aumentan en la coyuntura, en la que advierte cuál podría ser su suerte como gobernante imputada en una decena de causas.
La alocución vicepresidencial plasmada en el “show de Cristina”, representado en dos audios de siete minutos cada uno, estuvo plagada de inconsistencias. En primer lugar calificó a la “Corte de Néstor” de “ejemplar” y propuso que ahora exista una Corte igual. Usó el calificativo “ejemplar”, no el de “independiente”. Sin embargo, un tribunal de justicia es ejemplar cuando es independiente, pero no es esa la “ejemplaridad” que la gusta a Cristina Fernández, sino la de una Corte obediente.
En segundo lugar, la “amnesia selectiva” de la vicepresidenta le impide advertir que esa “Corte ejemplar” es la misma contra la que ella despotricaba durante su gestión presidencial cuando le declaró la inconstitucionalidad de la ley de medios y de la ley de “democratización de la Justicia”. En aquellos años, quien era el secretario legal y técnico de la presidencia afirmaba que no los habían elegido “para eso” a los entonces cortesanos.
Y tampoco parece advertir Cristina Fernández que si aquella Corte de Néstor era ejemplar, no parecía ser importante que tuviera apenas cinco integrantes (en su momento Kirchner redujo esa integración de nueve a cinco). Sin embargo, ahora, el tema “cantidad” de jueces de la Corte parece ser el principal escollo para una adecuada administración de justicia, a tal punto que el Gobierno acaba de presentar un delirante proyecto de ley para elevar a veinticinco el número de jueces del máximo tribunal.
Digamos que la catarsis de la vicepresidenta contra la Corte no solo ha sido inconsistente, sino también republicanamente escandalosa, neutra (por cuanto a sus fanáticos no necesita convencerlos de nada), y por sobre todas las cosas producto de un serio temor al agravio que para ella significaría ser condenada por corrupción, siendo ese un delito de jerarquía constitucional que, según la Carta Magna, constituye una forma de atentar contra el sistema democrático, y que por lo tanto no sería susceptible de ser indultado.
Abogado constitucionalista; prof. Derecho Constitucional UBA