La carta abierta de Domingo Cavallo a 10 años del corralito
Ahora el pirata informático se infiltró en los archivos personales del ex ministro de Economía de Menem y De la Rúa y encontró un revelador documento
Argentinos:
Quiero y necesito ser escuchado. Hace pocos días se cumplieron 10 años del Corralito, mi creación, y quisiera hacer algunas aclaraciones.
- En los primeros once meses de 2001, por una gigantesca crisis de confianza en el gobierno y el sistema bancario, la gente retiró 18 mil millones de dólares de depósitos. El corralito fue una medida que se me ocurrió como único modo de frenar el vaciamiento que hubiera significado la muerte de los bancos. Lejos de arrepentirme, en este sencillo pero emotivo acto reclamo mi lugar en la historia: En la Vuelta de Obligado, para defender la soberanía nacional, pusieron una cadena en el río. Pues bien: Para proteger la soberanía de los bancos - sobre todo los extranjeros- yo también puse una cadena en el Río. Y en los otros también: 250 pesos, máxima extracción por semana. Como ven, soy un héroe patrio. Aunque no necesariamente de esta Patria.
- Yo inventé el corralito, no el corralón. El corralito –bautizado así por Antonio Laje en el programa Después de Hora, conducido por Daniel Hadad- no violaba la ley de convertibilidad. Vuestro dinero seguía valiendo lo mismo: 1 peso = 1 dólar. En cambio después Duhalde inventó el corralón, violó la ley 25.466 de Convertibilidad y la de intangibilidad de los depósitos y licuó así, con la devaluación, los activos de los depositantes y los pasivos de las empresas. A ver si la entienden de una vez: Yo encerré a la oveja. Pero no la esquilé. No me reclamen más por la lana. Repito: yo no fui el que terminó con la convertibilidad. Te hablo a vos, Cenicienta de mi vida: tocale la puerta a Duhalde. No fui yo el que quebró la varita mágica.
- Todo esto sucedió porque desde 1998 Argentina estaba en recesión, con altas tasas de desempleo y pobreza, endeudamiento, sin financiación y caída de las reservas. Les recuerdo que no existía en ese momento una soja de 300 a 600 dólares. No estaba de moda el "yuyo". Sin embargo ya existía un "glifosato": el uno a uno, que fumigó a gran parte de la industria argentina y mató a miles y miles de puestos de trabajo. Todo lo que estaba a su alrededor murió y quedó en pie... el producto importado.
- No todo aniversario es triste. También este año se cumplieron 20 años de mi nombramiento como Ministro de Economía. En efecto, desempeñé ese cargo desde marzo de 1991 hasta julio de 1996. Cinco gloriosos años. Nunca mejor dicho "un lustro". Porque les pasé el trapo.
- Muchos me descalifican porque desde mi blog personal pretendo emitir opinión y dar consejos sobre la crisis en Grecia. La burla que debo soportar es feroz: "En la puerta está Drácula. Dice que viene a exponer en el Congreso Mundial de Hematología".
- Valórenme. Lloré con Norma Plá e hice escuela: hace unos días la ministra de trabajo italiana lloró "a lo Cavallo" mientras Mario Monti anunciaba el terrible ajuste. Exporté el formato: Usar lágrimas de cocodrilo mientras hago al pueblo cartera.
- Quiero aclarar públicamente que estoy orgulloso de haber liderado la Fundación Mediterránea. Aunque siempre me pregunten por qué le pusimos fundación y no fundición, que a la vista de los resultados, hubiera sido más adecuado.
Confieso a través de esta carta abierta, no sin emoción, que no quisiera tener que esperar a que venga otro gobierno con otro Instituto de Revisionismo Histórico para que me reivindique. No quiero que me nombren prócer cuando ya no esté. Quiero ser un busto de carne, no de mármol. Por eso, los invito a juntarse, después de 10 años, otra vez en la puerta de casa. Pero esta vez no para golpear las cacerolas. Anoten: Ortiz de Ocampo y Libertador. Vengan y apláudanme. Vengan con sus álbumes de fotos de su primer Cancún, de su primer París. Vengan los jugueteros que entendieron que era más negocio importar la Barbie que seguir con la Rayito de Sol industria argentina. Vengan en definitiva todos los que guardan aquella foto mía, donde estoy sonriente, sosteniendo un dólar y un peso. Con gusto, yo bajo y se las firmo.
Finalmente quiero expresar que no siento ni culpa ni remordimiento por ninguna medida tomada por mí. Nunca vi a nadie en los 90 que mordiendo una exquisita manzana de California (que se conseguían entre cientos de productos importados en el supermercado de aquellas épocas) dijera: "Esta es la manzana del pecado, si la muerdo destruyo la industria frutícola nacional". Durante mi presidencia del Banco Central durante la dictadura, estaticé la deuda privada. Si me permiten, quisiera aplicar una última medida: Quiero estatizar la culpa. Que sea un poco de todos los argentinos.
Los quiero y los abrazo a todos. Uno a uno.
Domingo Felipe Cavallo.
*Diego Sehinkman es periodista, psicólogo y guionista. Todos los domingos escribe la columna "Terapia" en el Suplemento Enfoques y acaba de sacar el libro "¿Qué tienen los políticos en la cabeza? (Traumas, complejos y taras psicológicas de nuestros dirigentes)" por Ediciones B- Vergara.