La carrera de Medicina debe ser urgentemente revisada
¿Por qué no incorporar un régimen de formación y entrenamiento con las características de una residencia médica en los años finales del programa de grado?
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Todas las facultades de Medicina de nuestro país coinciden en que el perfil de egresado al cual están orientados sus respectivos planes de estudios es el de un “médico generalista”. Se aspira a que ese profesional tenga el criterio clínico adecuado para diagnosticar y tratar las patologías prevalentes en nuestro medio o eventualmente derivar el paciente en forma oportuna a un especialista. También se espera que esté involucrado con la medicina preventiva y sea, en definitiva, un eficaz efector de la atención primaria de la salud.
Llegados a este punto, el planteo generador de este artículo es el siguiente: los egresados de las facultades de Medicina no están en condiciones de ejercer –sin supervisión– como médicos generalistas tal como los habilita su matriculación inmediata al terminar sus estudios. Cuando les pregunto sobre este tema a los alumnos de sexto año o a exalumnos recién egresados de diferentes facultades de Medicina, la coincidencia es unánime: no se sienten en condiciones de ejercer la medicina en forma autónoma. Cuando les pregunto cómo se supera esa situación, la respuesta también es unánime: todos aspiran a ingresar a una residencia médica para completar su formación (más allá de la especialidad que elijan).
El problema es que esta no es solamente la opinión de los alumnos del último año o los recién egresados, sino también la de todos los docentes universitarios de Medicina de diferentes universidades con los que he tratado este tema. La conclusión es clara: esto requiere una urgente revisión.
Es opinión unánime en el mundo de la medicina contemporánea que el mejor sistema de formación de posgrado es la residencia médica. Se trata esencialmente de una formación en el escenario asistencial real de la profesión, que se realiza en forma supervisada (bajo el control de profesionales con experiencia y vocación docente) y siguiendo un plan de entrenamiento riguroso, cumpliendo objetivos y competencias de complejidad creciente. Es, además, una actividad rentada y a tiempo completo. No cualquier institución asistencial puede ser sede de una residencia. Tiene que cumplir estrictos requisitos para garantizar una correcta formación planificada y poder calificar como “residencia médica acreditada”.
En este punto del análisis la propuesta que imagino es la siguiente: ¿por qué no incorporamos un régimen de formación y entrenamiento con las características de una residencia médica en los años finales del programa de grado de la carrera de Medicina? Se trataría de una residencia universitaria de pregrado de médico generalista a cargo de cada facultad de Medicina en centros asistenciales acreditados y asociados a cada universidad. Sería obviamente obligatoria para obtener la matrícula habilitante (al formar parte del programa de la carrera). Todos los que estamos involucrados en la docencia médica coincidimos en que al completar una residencia acreditada es cuando realmente se está en condiciones de ejercer en forma no supervisada la medicina.
Recordemos en este punto que los títulos otorgados por las universidades en nuestro país son habilitantes. Como muy bien lo señalan Tauro, Manterola y Echenique en la excelente obra Políticas en educación y salud (El Guion Ediciones, Buenos Aires,2021), “la ley de educación superior (LES) Nº 24.521, de 1995, determinó que los títulos con reconocimiento oficial certifican la formación académica recibida y habilitan para el ejercicio profesional en todo el territorio nacional sin perjuicio del poder de policía que corresponde a las provincias (las cuales muchas veces delegan en los colegios profesionales esa atribución)”. “Esto responde al modelo de países con tradición latina (como Francia), pero en países anglosajones, como Estados Unidos, está claramente separada la formación académica de la habilitación profesional. Esta última está bajo una órbita extrauniversitaria”.
Hay un aspecto médico-legal no menor y es la limitación que tienen los estudiantes de Medicina para realizar determinadas prácticas asistenciales, al carecer de matrícula habilitante. Una alternativa sería pensar en otorgar al estudiante de Medicina, cuando ingresa al ciclo final de su carrera, una matrícula de ejercicio restringido y supervisado de la profesión al solo efecto de la actividad en la residencia médica de pregrado de médico generalista.
En función de los conceptos explicitados previamente, la propuesta es remodelar la carrera de Medicina en tres etapas en las que los componentes teóricos y prácticos van variando en sentido inverso: 1) un ciclo inicial de dos años exclusivamente de materias de ciencias básicas y humanísticas, con un primer contacto con el ámbito asistencial; 2) un ciclo intermedio de dos años con las asignaturas clínicas y quirúrgicas básicas (se va incrementando el tiempo de interacción con el ámbito asistencial); 3) un ciclo final de tres años consistente en una residencia de pregrado de médico generalista (actividad asistencial supervisada y a tiempo completo) continuando simultáneamente con la cursada de las restantes materias clínicas y quirúrgicas (especialidades), pero en forma integrada al entrenamiento asistencial de la residencia de pregrado.
El último año de esta residencia de pregrado se propone que sea rentado como contraprestación a las tareas asistenciales que le son permitidas según el plan de la residencia. En síntesis, esta propuesta determina una duración total de la carrera de siete años. Actualmente, en la mayoría de las universidades es de seis años.
El ciclo de residencia de pregrado de médico generalista de los últimos tres años de la carrera reemplazaría a las actuales prácticas o internados rotatorios que se efectúan en el último año de la carrera, en tanto que los docentes que estaban a cargo de aquellas serían los naturales encargados, por su experiencia, de supervisar este ciclo final.
Ventajas de la propuesta: 1) el egresado estará realmente en condiciones de ejercer la medicina como médico generalista. 2) Se generarían médicos generalistas bien formados que cubrirían las necesidades de profesionales de atención primaria de la salud que tiene el país. Recordemos que muchos egresados, por diversos motivos, no realizan una residencia. Esto no hace más que reforzar la importancia de lograr una alta calidad formativa en nuestros egresados.
Es oportuno destacar algunas frases del recordado maestro doctor Alberto Agrest sobre el tema que nos ocupa: “El saber médico es un saber integrado con el hacer, no es un saber erudito en el que el saber es un fin en sí mismo”. “No se tiene formación médica cuando solo se tiene información”. “La misión de las facultades es entregar a la población graduados responsables y confiables en conocimientos y actitudes” (Agrest, A., Más reflexiones inexactas de un observador médico, Aventis, Buenos Aires, 2002).
En conclusión: debemos revisar la carrera de Medicina, dado que los docentes universitarios somos garantes ante la sociedad de la formación de nuestros egresados. Es nuestro compromiso ético esencial.
Profesor adjunto de la cátedra de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Doctor en Medicina (UBA)