La carrera de Mauricio
Cuarenta y cinco minutos después del horario convenido, caliente como una pava y rengueando aparatosamente de la pierna derecha, arriba Ferretti a nuestra cita en el Tortoni.
- ¡Ya ni caminar se puede por esta ciudad!
- ¿Piqueteros?
- Piqueteros municipales, mi amigo.
- Pero, ¿qué le pasó en la pierna?
Ferretti se arremanga sin pudores el pantalón y muestra una rodilla hinchada como un melón.
- Me llevé por delante un murete –dice por única explicación.
- ¿Un murete?
- Esos trapecios de hormigón armado que andan colocando por todos lados para demarcar el circuito de la carrera del próximo domingo. TC2000: ¿a Usted le parece?
- Montecarlo por un día.
- Déjese de macanas. ¿A quién se le pudo ocurrir semejante dislate?
- Autos que andan a más de 250 kilómetros, ruido infernal, escapes contaminantes, calles cortadas una semana antes…
- Y la posibilidad estremecedora de un accidente que le cueste la vida a un piloto, o de un bólido que vuele por el aire y caiga sobre la multitud, o, menos dramáticamente, acabe con las históricas fachadas del Barolo o de este mismo café donde ahora estamos sentados.
- Todo esto a poco más de un mes de la catástrofe de Once, Ferretti.
- Y aunque nada de esto ocurriera, ¿alguien pensó en los costos políticos? ¿Habrá consultado Mauricio con el Geppetto ecuatoriano?
- Toda una ciudad esperando para ver qué hace con los subtes y los colectivos y el Alcalde se despacha con una carrera de autos por la Avenida de Mayo.
- Hasta Bergolgio le saltó al cuello. No se dieron cuenta de que era Domingo de Ramos y tuvieron que cambiar el recorrido para que la gente pudiera asistir a las misas en la Catedral.
- No sé si me asusta más que salga bien o que salga mal.
- ¿Por qué lo dice?
- Imagine por un momento que todo sale a las mil maravillas. Prepárese para los próximos eventos: San Fermín en la cancha de Boca, Tomatina en la Legislatura, circo romano en el Colón.
- A final tiene razón Borensztein: va a haber que importar opositores para equilibrar la balanza comercial