La buena economía
En ocasión del reciente IX Congreso del Centro de Capitalismo y Sociedad, Edmund Phelps invitó a sus colegas Amartya Sen y Joseph Stiglitz a debatir sobre los fundamentos filosóficos de la economía. Junto a estos tres Premio Nobel participaron del debate filósofos, como Thomas Nagel; historiadores, como Emma Rotschild; sociólogos, como Richard Sennet y psicólogos, como Martin Seligmann. Fui el jurista presente.
El intercambio de ideas entre estos tres grandes economistas se concentró en las falencias de la teoría económica para resolver la presente crisis y plantear alternativas. Señalaron los límites de los modelos macroeconómicos cuantitativos para prever la crisis y describir las dificultades de la economía de hoy: estos modelos sofisticados dan una falsa impresión de conocimiento que impide apreciar los cambios estructurales.
Edmund Phelps introdujo el concepto de la buena economía, aquella que permite cumplir con la necesidad de obtener una buena vida para las personas, de logros y de crecimiento personal. Citó a John Rawls sobre la necesidad de desarrollo de talentos y capacidades, la posibilidad de que todos logren la autorrealización. Este objetivo de la buena economía escapa a los modelos neoclásicos, que suponen a las personas como actores racionales con limitaciones. Recordó el disgusto de Keynes con Timbergen, que había modelizado su teoría y había dejado fuera temas importantes como los famosos "espíritus animales", que llevaban a los empresarios a invertir y ofrecer nuevos productos.
Hay un riesgo en la especialización extrema en las investigaciones económicas, que impide las visiones más amplias de la economía y la sociedad. Se recordó la frase de Phelps en su discurso al recibir el Premio Nobel: "La teoría neoclásica del crecimiento ignoraba la presencia de las personas". Vale recordar otra frase de esa misma conferencia: "En la economía neoclásica, los objetos de la teoría no eran el esfuerzo humano tal como lo conocemos, sino solamente precios y cantidades".
Phelps destacó la creatividad personal como la fuente de crecimiento de la buena economía. La emoción de imaginar nuevas situaciones y resolverlas. Esto está presente tanto en las carreras de estrellas de rock como en empresarios, por ejemplo el recientemente fallecido Steve Jobs, de Apple. En cambio, los sistemas económicos corporativos, como es el caso del europeo, están desarrollados en favor de las elites. A las personas comunes no les está permitida la creatividad y el crecimiento personal. El capitalismo es democrático en el sentido que ofrece posibilidades a las personas de abrirse a los emprendimientos. Y es la educación la que permite que personas de muy distinta extracción tengan la posibilidad de innovar en sus actividades y asociarse al crecimiento que esa innovación produce.
Joseph Stiglitz planteó las dificultades de convivir con los altos niveles de desempleo actuales y recordó que para economistas del pasado, como el Premio Nobel James Tobin, la tasa natural de desempleo era cero. La importancia del empleo va más allá de la remuneración económica, y por lo tanto la pérdida de un trabajo no puede ser reemplazada por la sola recuperación del ingreso. En Estados Unidos, el desempleo real se acerca al 20%, y es aún más elevado en la juventud. Cuando las personas son privadas de sus fuentes de ingreso se le quitan también muchas otras cosas, como la dignidad y la posibilidad de movilidad social (que, según recordó, ha descendido en Estados Unidos).
¿Cómo construir un diálogo en estas circunstancias?, se preguntó Stiglitz. Si a las diferentes personas le importan diferentes cosas, no pueden ser unificadas en un abstracto actor racional. El diálogo debe basarse en las diferentes preferencias y objetivos que las distintas personas buscan y quieren. El diálogo es importante por sí mismo, de la misma manera que en el derecho el debido proceso es más importante que el resultado obtenido; de igual modo que el sufragio no condensa todas las actividades democráticas. Un estudio global del Banco Mundial descubrió que los temas que más preocupan a las personas son el ingreso, la inseguridad y, en tercer término, la falta de voz para expresar sus pedidos y propuestas.
Al analizar los estudios de la Comisión para la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social, que integra a pedido del presidente Sarkozy, Stiglitz señaló que en estos casos no alcanzaba con medir lo que se invierte para obtener salud y seguridad, sino que se debe medir el rendimiento. Esta obsesión por la medición obedece a que si se deja de medir una variable, ésta deja de tener importancia. Cuando a un lobby le interesa que un tema no se conozca, insiste en que no se mida. Los economistas deben reconocer que el sistema económico no es eficiente en sí mismo y no se autocorrige, y esto incluye no sólo a la macroeconomía sino también a la microeconomía.
Para favorecer la felicidad en las personas se debe mirar en la satisfacción que provee el empleo. Las características del empleo hacen una diferencia en el bienestar de la gente, que decae cuando aumenta el desempleo. La desigualdad debe medirse en el ingreso medio antes que en el ingreso per cápita; en los EE.UU. el ingreso medio es el mismo que en 1997, aunque el ingreso per cápita haya aumentado mucho.
Consideró Stiglitz que Estados Unidos estaba en una crisis económica y no puramente financiera. Hasta ahora, una tasa de ahorro cero había mantenido a la economía en crecimiento, ya que se impulsaba el consumo particularmente en los sectores de menos ingresos, favoreciendo el endeudamiento. Esta situación podía crear otra burbuja. Para salir no alcanzaba con resolver los problemas de los bancos: se trata de una transformación estructural. Durante la depresión de los años 30, los trabajadores quedaron prisioneros del sector rural, pero esta situación no pudo resolverse con el aumento de las obras públicas y fue finalmente la guerra la que llevó a los trabajadores rurales a las ciudades y terminó con el desempleo. Ahora ocurre lo mismo, pero con el sector industrial. Asistimos al traspaso del empleo industrial al de servicios. Lo que caracterizó a la década del 90 no fue la globalización, sino el crecimiento de la productividad en el sector industrial y de servicios. Para asegurar el empleo en el nuevo sector de servicios se requieren inversiones masivas en educación. En este punto, Phelps señaló que las transformaciones estructurales presentes llevan a una caída del sector público, y lo que se necesita es una inversión masiva en la promoción de exportaciones por parte de las empresas.
Amartya Sen habló de la identificación de la injusticia remediable, para buscar maneras de reducir la injusticia, antes que concentrarse en la caracterización de sociedades perfectamente justas. La democracia, dijo, debe ser vista como un "gobierno a través de la discusión".
Sen reiteró una idea que acompañó a Phelps y a Stiglitz: los métodos cuantitativos no son apropiados para describir los principales problemas de la economía. Si lo que busca la economía es la buena vida para las personas, debe hacerse una búsqueda conjunta entre filosofía y economía. No alcanza con realizar estudios y desplegar índices; hace falta también el buen sentido. Se requiere saber el verdadero significado de esos números. Obtener la buena economía después de conocer el bien social. La buena economía requiere de creatividad, y la creatividad está asociada con la igualdad y la equidad de las personas. Adam Smith consideraba que no era grande la diferencia de talentos en las personas, sino que es la importancia del trabajo realizado y la libertad que éste concede lo que promueve la creatividad. El trabajo que se realiza es el que lleva a la inspiración. Señaló que es más fácil hacer plata que ser creativo; ya Aristóteles señalaba que hacer dinero no requería de una capacidad especial, sino que era una cuestión de dedicación. La creatividad, en cambio, es central para la buena economía. Todos pueden ser creativos si reciben la educación apropiada; la educación no puede estar limitada para una elite.
Los debates, que se prolongaron durante dos días, permitieron confirmar que para estos grandes economistas la creatividad, la innovación, la eliminación de las injusticias remediables, el gobierno a través de la discusión, la búsqueda del empleo y la educación son partes inescindibles de la buena economía.
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