La brecha digital también deja a las mujeres atrás
En una reunión del W-20, el foro de género del G-20, se alertó sobre las dificultades para acceder a un uso estratégico de la tecnología
Ya no se pone en duda: hay brechas de todo tipo entre hombres y mujeres, más o menos pronunciadas según los países, con más o menos políticas públicas que intentan reducirlas, pero siempre presentes. Entre todas ellas, hay una que se ha convertido en particularmente relevante: la brecha digital, que no es -como sugiere el sentido común- sólo la igualdad en el acceso a dispositivos y conexión a Internet, sino también en los saberes para utilizarlos y sacar ventaja de las oportunidades económicas que ofrece la tecnología. Más aún, implica además que las mujeres son una minoría en las carreras científicas y tecnológicas, lo que las deja casi ausentes de la creación de productos tecnológicos y de la dirección de empresas de ese campo. Piense en un "gurú" del mundo digital: seguramente no es mujer. Eso también es parte de la brecha.
En términos generales, hombres y mujeres no participan igual en la economía, que además está en un proceso acelerado de digitalización, lo que implica pérdida de empleos y creación de otros que demandan calificaciones diferentes. Si se suma el género a la ecuación, la conclusión es que la inclusión digital se vuelve un elemento central para la igualdad de género y lo que los expertos llaman "el empoderamiento económico de las mujeres". "La economía digital da oportunidades a las mujeres, y ellas deberían poder aprovecharlas", dijo la alemana Claudia Grosse-Leege en la presentación, esta semana, de los resultados preliminares de un trabajo de investigación que midió esta brecha digital de género en todos los países del G-20, con resultados que reflejan tanto la diversidad de situaciones de esos países como la persistencia de desigualdades.
El informe fue encargado por el W-20, el foro de género del G-20, creado en 2014 para abordar esas cuestiones con tres objetivos de inclusión: laboral, financiera y digital. Con la presidencia del G-20 en manos de Alemania este año, ese país está impulsando con fuerza la idea de que el género se convierta en un tema transversal en las discusiones de los líderes de los veinte países, una posta que deberá tomar la Argentina a partir del año que viene, cuando la presidencia le llegue a nuestro país. Entre el 24 y 26 de abril. Berlín recibirá la cumbre del W-20, a la que asistirá la canciller Angela Merkel. En la Argentina, Cippec es la contraparte del W-20, y fue también anfitrión de la reunión.
Al encuentro, en el que participaron las instituciones alemanas que hoy presiden el W-20, se convocó también a académicos, funcionarios y miembros de organizaciones de la sociedad civil que trabajan en temas de igualdad de género. Hubo algo de celebración y mucho de apertura de expectativas: una y otra vez, las representantes alemanas -que durante algunos días se reunieron con funcionarios de distintas áreas del gobierno- confiaron en que la Argentina, el año próximo, tomará la cuestión de las mujeres como un tema central de agenda, para instalarlo en las discusiones que luego mantienen los jefes de Estado.
Los resultados preliminares del informe "Efectos de la digitalización en las mujeres dentro de las economías del G-20", presentados por Alina Sorgner, investigadora del Kiel Institute for the World Economy, muestran en detalle que, pese a que las economías y organización política de los países del G-20 es diversa, todos tienen brecha de género en la fuerza de trabajo, en posiciones de liderazgo, en actividades emprendedoras, en carreras de ciencia y tecnología y en el acceso y posibilidades de uso de Internet. "La pregunta que queremos responder es si la digitalización va a hacer esta brecha más profunda, y en todo caso cómo va a afectarla", dijo Sorgner.
¿Una buena noticia?
Según el informe, la brecha de género está presente en todos los países del G-20, pero con diferencias: el mejor ubicado en el ranking es Alemania, seguido por Sudáfrica y Francia. La Argentina está relativamente bien ubicada, en el quinto lugar. En el final de la tabla están Arabia Saudita y Turquía. En cuando a la participación de la mujer en el mercado de trabajo, Canadá es el que muestra menor brecha de género, seguido por Francia y Australia. Y si se mira la participación femenina en el mundo político y empresario, la brecha es desigual entre los países: México, Brasil y Estados Unidos son los países mejor posicionados en este aspecto; Arabia Saudita, Corea y Japón, los peores.
Además, el informe muestra que existen muchas menos mujeres que hombres que impulsan emprendimientos desde cero (Italia, Turquía y Japón son los países con menos cantidad de emprendedoras). En cuanto al uso de la tecnología, las brechas de género en los países del G-20 son menores en general para el uso de Internet, pero se agrandan si se mira la cantidad de mujeres que hacen pagos a través de Internet o teléfonos móviles.
Aunque implica una desventaja, podría haber una buena noticia: "La digitalización afecta, sobre todo, trabajos que se basan en tareas rutinarias que se pueden codificar, pero hay menos riesgo de pérdida de empleo en tareas manuales o que requieren interacción personal (preparación de comida, limpieza, salud), todas actividades que en general realizan mayoritariamente las mujeres", dijo Sorgner.
Un capítulo aparte se dio con los resultados para la Argentina, presentados en detalle. Si bien la brecha digital de género se achicó desde 2006 en el país, persisten problemas. Más desempleo, desigualdad salarial, menos participación de las mujeres en el mercado de trabajo y en posiciones de liderazgo. También, retrasos y distancias en la educación y el uso de tecnologías digitales para transacciones financieras.
En el país, la participación femenina en el mercado de trabajo es del 56%, mientras la de los hombres es del 82%. Entre los legisladores, funcionarios y gerentes de empresas, la participación femenina cae al 30%. Aunque la tasa de alfabetización es casi del 100% para hombres y mujeres -un legado de nuestra educación pública de calidad que todavía perdura-, la tasa de mujeres graduadas de carreras científicas y tecnológicas es del 9% y del 23% entre los hombres. En el país, la participación femenina es mayoritaria en el sector de la salud y los servicios sociales (71,3%), educación (73,8%), servicios financieros (47,3%), mientras la tasa de empleo es de 63% para los varones y de 42,2% para las mujeres, con más participación de la mujer en el sector público (53%) que en el privado (32%).
En América Latina en particular, más allá del contexto del G-20, la desigualdad afecta naturalmente al empoderamiento económico de la mujer. Así lo expuso Fernando Filgueira, investigador principal de Cippec. "Desde 2003 se enlentece la incorporación de la mujer al mercado de trabajo en América Latina, después de un crecimiento que se venía dando a partir de 1990", dijo. Entre esos años, distintos fenómenos, como la destrucción del empleo típicamente masculino, la expansión de la economía de servicios, el aumento en la educación de las mujeres y el retraso de la maternidad, contribuyeron a un lugar creciente para las mujeres en la fuerza de trabajo. Eso se detuvo hace quince años. Filgueira sumó otros datos: aunque bajó de manera general en la región, la pobreza se feminizó en los últimos años, mientras, a tono con la desigualdad que es su marca, en la región hay diferentes escenarios de empoderamiento femenino: "Hay pisos pegajosos, escaleras rotas y techos de cristal", describió.
Para explicar la escasez de mujeres en los puestos directivos de las empresas de tecnología, y entre los emprendedores de todos los países, hay que ir más atrás: las mujeres son minoría en las carreras de ciencia y tecnología de todos los países analizados, vocaciones que, en muchos casos, se desalientan desde la escuela primaria. En los países del G-20, por ejemplo, las ingenieras representan algo más del 10% en Japón, y casi el 20% en Alemania y Estados Unidos. Tan preocupante como el dato de que, en cuanto una actividad se precariza, también se feminiza.
"La brecha digital tiene un aspecto más superficial, que es el acceso a Internet y a los dispositivos -apuntó Gloria Bonder, directora del área de Género, Sociedad y Políticas de Flacso-. Pero hay otros aspectos que atender: el acceso a banda ancha y calidad del servicio; la educación para adquirir competencias digitales; la fluidez digital, es decir, poder usar estratégicamente las herramientas tecnológicas; el capital social y cultural; y el nudo del tema: la participación en producción de tecnologías y contenidos. Hay que abordar las brechas en conjunto si queremos pensar en un desarrollo inclusivo."
Sobre todo, dijo la investigadora, se trata de atacar las llamadas "microdesigualdades": "No hay paredes o techos, lo que ocurre es que hay una cultura institucional que desalienta a las mujeres. Son rasgos sutiles, pero con incidencia grande". El W-20 es uno de los foros que, en el plano internacional, está empujando la visibilidad de la brecha de género; si los jefes de Estado escuchan, quizás algo empiece a cambiar. Como dijo Bonder: "Hay que formar mujeres, pero las instituciones y las políticas tienen que transformarse".