La boda del japonés con un holograma
Ahikiko Kondo nunca tuvo novia, solo amores no correspondidos. Un día se cansó de ser rechazado, instaló en su casa un holograma de la cantante japonesa Hatsune Miku y diez años después se animó a pedirle que se casara con él. “Estaba terriblemente nervioso pero cuando fui a hacerle la propuesta hubo un problema técnico: el software detrás del holograma de Miku no tenía la opción de matrimonio”, explica.
La falta de respuesta de su novia no lo disuadió; nadie es perfecto y él tiene suficiente amor para los dos. Al final hubo boda y Ahikiko, feliz en sus 41 años, se hizo fotografiar junto a un peluche tamaño natural de Miku vestida de novia.
“Ella logró que volviera a amar las cosas”, aduce Kondo. Y así, entre humano y cosa, transcurre su rutina matrimonial. Cantan juntos. Él se despide de ella con un “hoy estás linda” y la saluda con un “ya llegué” cuando vuelve. Todo amor es más o menos irreal, pero la diferencia entre amor existente y amores de fantasía estriba en el tamaño de esa irrealidad. ß
Algo más...
“A fugitivas sombras doy abrazos”, dice Quevedo en un soneto que podría ser epígrafe de una historia de los amores extravagantes como los de la película española No es bueno que el hombre esté solo –un sujeto casado con una muñeca inflable– o Her y Ex-Machina, gente enamorada de artificios electrónicos.ß